Una esposa para la bestia

Capítulo 7: El negocio soy yo

Abi:

Eran alrededor de las 6 de la tarde cuando mi papá empujó la puerta y entró a mi habitación, la puerta de mi cuarto no tenía seguro por dentro, solo una llave y era mi padre quien la poseía, cuando llegaba la noche cerraba desde fuera siempre me decía que era por mi propia seguridad, porque las personas eran muy malas y alguien podía intentar hacerme daño y yo le creía todo, absolutamente todo,coml no hacerlo y si era la única persona con la que me relacionaba.

—Ponte este vestido —dijo tirando sobre mi cama un vestido rojo lleno de brillo y bastante corto.

—No creo que me sirva, es muy corto—

—Tú solo obedece, si te servirá. —exclamó.

—Pero papá...

—¡Carajo! —gritó pegándole un golpe a la pared y haciendo que saltara del miedo—cuantas veces tengo que repetirte que debes obedecer cuando yo hable—agregó y bajé la mirada mientras los latidos de mi corazón se aceleraban y me temblaban algo las manos—o quieres que te suceda lo de la última vez—exclamó tocándose el cinturón.

—No, por favor —pronuncié dando un paso hacia atrás—. Haré lo que quiera.

—Apresúrate, que se nos hace tarde.

—¿Tarde para qué? —pregunté con duda.

—Para salir. —respondió volteándose para salir y que yo me cambiara.

—Pero ha dicho que es muy peligroso salir de noche. ¿A dónde iremos?

—Eres igual que tu madre, todo lo preguntan, no saben solo obedecer y por eso me ha tocado castigarlas —pronunció saliendo y cerrando la puerta con llaves. Me puse el minivestido rojo y, por más que traté de estirarlo, mis muslos quedaban al descubierto. No quería salir y mucho menos usar esa ropa, pero le temía a mi padre, la última vez que le desobedecí, me golpeó con su cinturón incluso en el rostro y me impidió salir fuera de la casa como cuatro días. Solo le había dicho la dirección de la casa a una verdulera de la ciudad que dijo que quería que fuéramos amigas, pero papá dijo que era una hija de Satanás, que solo quería traer el mal a esta casa, que esa gente de la ciudad todos eran malos y querían convertirme igual que ellos. Él solo lo hacía para protegerme, porque quería lo mejor para mí, después de todo era lo único que tenía, mi madre había muerto cuando tenía ocho años y desde entonces mi padre era la única compañía que tenía, la única persona con la que me había relacionado, él me había enseñado todo lo que sabía, incluso a leer y a escribir.

—Ya estás lista—dijo, entrando nuevamente a donde estaba y puso su mano sobre mi cabeza.

—Abisaday—pronunció—tu padre te quiere mucho y es por eso que decidí que debías tener una mejor vida y yo también —agregó llevando su mano hasta la cinta que sostenía mi cabello y quitándomela, dejando mi pelo suelto. —Te ves bien —exclamó mirándome de arriba abajo, cosa que me hizo sentir molesta y halé un poco mi vestido hacia abajo y él golpeó mi mano para que no lo hiciera. —linda, inocente y virgen—pronunció halándome por el brazo hasta su camioneta y solo miré el cielo lleno de estrellas sin saber a dónde iríamos o que estaba pasando realmente, luego de conducir por un buen rato detuvo la camioneta, se trataba de un pueblo con unas cuantas casas y se detuvo precisamente frente a una casa enrejada y bonita con luces fuera y alta música donde entraban muchos hombres y afuera decía "Bar Carseton".

—Llegamos—pronunció saliendo de allí y abriéndome la puerta mientras me haló por el brazo. Cuando entramos la vista de todos se dirigían a mí que nerviosa estiraba hacia abajo mi vestido corto,habían pocas mujeres que le servían bebidas a los hombres o bailaban en la tarima con ropa bastante reveladora. Mi papá me obligó a subir unas escaleras y luego tocó una puerta. Mientras esperábamos se escuchaban gritos de mujeres desde algunas habitaciones del lugar.

—Están gritando—murmuré y mi padre me dio en el hombre riéndose .

—Están cogiendo y eso no es asunto tuyo.

—¿Cogiendo? ¿Cogiendo qué? —pregunté sin saber qué significaba aquella expresión mientras mi vista se dirigía hacia las habitaciones de donde salían los gritos o al menos es lo que yo suponía que eran. Al final una muchacha joven y bonita, con un vestido negro más corto que el mío, abrió la puerta y nos señaló que entráramos y cerró cuando lo hicimos.

—¿Es ella? —cuestionó un señor que se había sentado en un sofá fumando un tabaco como los que fumaba a veces mi padre.

—Sí, mírala, linda y virgen —exclamó mientras la vista del señor se fijó en mis muslos e hizo una seña mientras mi padre me obligó a voltearme...

—Será pan caliente, el 70 por ciento para ti y el 30 para mí si todo se mantiene calmado. Si debo usar guardias será 50 y 50.

—No habrá problemas.—respondió mi padre

—¿Harás negocios con este hombre? —pregunté algo nerviosa y ambos se miraron y sonrieron.

—Llevo 10 años esperando por esto—exclamó sonriente.

—Cataleya prepara a la chica—dijo el hombre dirigiéndose a la chica que había abierto la puerta y ella me tomó por el brazo y me llevó a un pequeño cuarto independiente donde habían dos guardias fuera.

—¿Cómo te sientes? —preguntó mientras me peinaba? ¿Estás nerviosa?

—¿Qué es este lugar? ¿Qué negocio tiene mi padre con ese hombre?¿Por qué me peinas? 

—¿Tu padre no te dijo nada? —suspiró.

—¿Decirme qué?

—El negocio eres tú, Abi—pronunció y la miré asombrada.

—¿Cómo que el negocio soy yo? —cuestioné llevando mi mano a mi pecho.

—Te han traído aquí para ser subastada como virgen.

—¿Cómo virgen? —cuestioné, aun dudando de lo que decía.

—Tu primera vez teniendo relaciones sexuales con un hombre —respondió y tragué en seco— serás vendida a quien mejor pague por ti y luego de esa primera vez serás de su propiedad.

—Mi padre no pudo hacer eso.

—Si lo hizo, el dinero mueve montañas cariño, y con lo que paguen hoy por ti ese viejo vivirá como un rey.

—Tengo que irme de aquí—dije, poniéndome de pie.—No quiero ser vendida y tampoco quiero estar con nadie, esas cosas son del diablo. 




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