Una esposa para la bestia

Capítulo 8: Vendida

—¿También fuiste vendida? —pregunté mientras ella me observaba con tranquilidad.

—Sí, hace mucho, también era virgen e inocente como tú—respondió suspirando—tenía un novio—pronunció mirando hacia el suelo—mayor que yo,...me pidió que huyera de casa con él, le dejé un papel a mis padres y escapé, estaba muy enamorada de él y confiaba ciegamente en él,pensé que me quería tanto como yo a pesar de que mis padres intentaron alejarme de él un millón de veces alegando que era una mala persona, pero era joven e inexperta y no les creí, él fingía demasiado bien y cuando llegué al lugar donde debíamos vernos no estaba solo y el resto te lo debes imaginar.

—¿Y por qué no te vas? —cuestioné cubriendo mis labios.

—Lo intenté pero esta gente es muy peligrosa, y fui castigada severamente y luego... Luego me adapté a esta vida. ¿A dónde voy a ir? No tengo familia, ni casa, ni trabajo, ni estudios. Aquí tengo un hogar, comida y... —hizo silencio.

—Eres joven y linda, puedes hacer algo distinto.

—Este es nuestro destino.

—¡No! —exclamé—no voy a acostarme con un viejo asqueroso, y no voy a dejar que me toque—dije corriendo y abrí la puerta, y los dos hombres que habían fuera me sujetaron, y ella salió.

—Llevémosla donde el jefe. —pronunció la chica. 

—Lo siento—murmuró mirándome con tristeza y ambos hombres me sujetaron con fuerza llevándome hasta donde estaba el jefe y mi padre también estaba allí.

—Papá dime que esto es mentira, dime que no me vas a vender—exclamé llorando como una niña asustada intentando soltarme. 

—Lo siento Abi, pero quedé con una deuda inmensa de los medicamentos de tu madre...

—Trabajaré por favor —imploré tratando de soltarme, pero los dos hombres me sostenían con tanta fuerza que casi no me podía mover.

—Lo siento Abi. —dijo simplemente como si fuera algo que no estuviera en su poder detener y el jefe de allí se paró frente a mí.

—Cataleya—le dijo a la chica—trae la inyección—. Agregó y la chica apareció con una jeringuilla y él la tomó.

—¡No me hagan nada! ¡Suéltenme! —grité.

—Muñequita créeme que es un favor lo que te hago —pronunció poniendo la inyección en mi cuello—No te dolerá nada de lo que te hagan esta noche. —dijo mientras empecé a escuchar sus voces algo lejos y veía las cosas moviéndose a mi alrededor, incluso se me hacía difícil hablar y ambos hombres me sentaron allí, por más que intentaba ponerme de pie era como si mi cuerpo no respondiera a las órdenes que le daba mi cerebro aunque estaba viendo absolutamente todo. Al parecer, me habían inyectado alguna droga para inhabilitarme.

—¡Abi! ¡Abi! —pronunció Cataleya tocando mi rostro varias veces y abrí los ojos aún mareada y sin poder hacer mucho, ni siquiera sabía el tiempo que había pasado así—. Vamos, es la hora —agregó agachada frente a mí—mañana todo esto será un mal sueño. No hagas nada que levante la furia de quien te compre—dijo y su voz aún se escuchaba algo lejana. —Los hombres que vienen aquí se dedican a la mafia y al tráfico de órganos y de personas. Ten mucho cuidado linda, mucho cuidado. No hagas nada que los pueda hacer enfadar. Miles de mujeres mueren a diario a manos de esta gente. Ven, vamos —repitió untando algo de maquillaje en mi rostro y entre ella y uno de los hombres me pusieron de pie y me llevaron casi a rastras hasta la tarima del lugar. La vista de todos los hombres de allí estaban sobre mí, ya era bien tarde en la noche, aunque por la droga que me habían inyectado no podía decir que hora era.

—Empezamos la subasta de esta chica virgen de solo 18 años por 100.000 dólares—dijo un hombre con un micrófono y un hombre de unos 60 años levantó la mano.

—¿Quién de más? —cuestionó mientras las voces resonaban en mis oídos.

—150.000—dijo otro.

—¿Alguien ofrece más?

—300.000—dijo otro y ni siquiera podía relacionar la voz con la persona que hablaba de tanto mareo.

—¿Alguien ofrece más? —cuestionó nuevamente—¿Quién da más?—repitió mientras todo a mi alrededor daba vueltas. 

—Un millón—se escuchó una voz al final y la vista de todos se dirigió hacia él.

—Un millón, alguien que ofrezca más, ¿nadie? 5,4,3,2,1—vendida al señor vestido de negro—exclamó golpeando con un martillo y todos aplaudieron mientras una lágrima corrió por mi rostro, había sido vendida a un monstruo que se dedicaba a comprar mujeres con dinero, posiblemente a traficar drogas, armas o mujeres y ni siquiera sabía quién era, ni siquiera distinguía bien su rostro por la distancia a la que me encontraba de él. Estaba muriéndome de miedo y no podía hacer nada, ni siquiera pedir ayuda. 

 

 

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.