Selena
Juro por Dios que ahora mismo si Aurora no tuviera su mano en mi brazo yo ya estaría corriendo lejos de aquí, la mirada de Lorenzo intimida, solo me gustaría desaparecer, dejar de existir, ¡solo quiero que deje de mirarme como ahora lo hace! Eso grito en mi mente sin poder apartar la mirada de la suya, solo que si huyo, él jamás volverá a poner su mirada en mí, creerá que estoy loca, si no digo nada, también creerá que tengo algún problema y si solo lo ignoro, pues, obviamente estará seguro de que no estoy completa, respiro hondo antes de abrir la boca porque es la única opción que tengo.
—No soy cocinera —una de sus cejas se alza —soy chef —sonrío aunque mis manos tiemblan —y no, nunca nos habíamos visto y si lo hemos hecho, no te recuerdo —mis palabras lo dejan sorprendido, luego miro a Aurora —debo irme ya, gracias por salir conmigo, pensaré lo del trabajo —ella sonríe.
—¿Pensar? ¿Acaso ya no trabajas aquí? —Lorenzo se coloca en frente cuando iba a pasar por su lado
—Aún no me decido —él mira a su madre y luego a mí
—¿Es por dinero? ¿Cuanto quiere? —mi sonrisa aumenta, sí que le gustó mi comida y eso me hace sentir orgullosa.
—Lo pensaré —son mis únicas palabras antes de echar a andar hacia la casa con el corazón latiéndome a mil, pero intentando por todos los medios que mis nervios no se noten.
—Waw —exclama Chiara sin dejar de mirarme y sonrío, Dante también está con la boca abierta —estás hermosa —susurra la niña tocando mi cabello, el cual ahora es rubio.
—Tu cabello se parece al de mamá —dice Dante mirando mis ojos, mi mirada va hacia Aurora, la cual solo carraspea.
—Lo hiciste bien hoy Selena —sonrío —y debes seguir así, nunca bajes la cabeza ante Enzo y menos dejes de causar misterio, a los hombres no le gusta lo fácil, siempre los aburre, así que tú nunca vas a ser fácil, ¿entiendes? —asiento lentamente con algo de rubor en mis mejillas entendiendo claramente su punto.
—Bien —me levanto —a su hijo le gustó mi comida, cree que soy chef y trabajaré aquí, además, ya me han arreglado el cabello, me han comprado ropa y parezco otra persona —abro mis brazos —¿qué sigue?
—Ahora debes llamar su atención, solo estar ahí Selena
—No entiendo —susurro y su sonrisa aumenta, luego me extiende una tarjeta, la cual tomo aún más que confundida.
—Con ella podrás entrar al club que Enzo visita, en el cual debe de estar ahora —Aurora mira su reloj —ve allí —trago en seco —y recuerda siempre mis palabras.
—Señora
—¡Y Enzo debe salvar tu vida! —grita Chiara de pronto y todos la miramos —¿qué? —la niña hace una mueca —en las películas el hombre siempre se enamora de quien salva —ella se encoge de hombros y su abuela ríe.
—Paso a paso preciosa —dice tocando la cabeza de la niña, yo solo miro la tarjeta en mi mano sintiendo algo bastante común, miedo.
La puerta se abre y de un solo paso estoy dentro, el miedo vuelve a mi cuerpo cuando siento varias miradas sobre mí, hay música, pero no es tan alta y el club no es como creí, ni siquiera sé a donde ir ni que hacer porque nunca he estado en un lugar parecido.
—¿Selena? —la voz me congela en mi sitio y cuando miro a un lado veo a Enzo sonriendo sin dejar de mirarme.
—Enzo —me hago la sorprendida
—Nunca te había visto por aquí —él se acerca a mí con sus manos en sus bolsillos —es más, jamás pensé verte aquí
—Pues he venido varias veces —sus cejas se alzan
—¿De verdad? —ríe —pues no lo parece, es que
—¡Selena! —el grito de mi nombre me hace voltear y luego un hombre me abraza fuerte —soy amigo de Aurora —susurra en mi oído para luego besar mi mejilla mientras sigo fría en mi sitio —querida, me alegra verte una vez más aquí.
—Espera —Enzo se acerca —¿se conocen? —el hombre ríe
—Selena hoy es mi invitada Enzo —uno de sus brazos pasa por mi cintura y el gesto no pasa desapercibido para Enzo —así que quita tus ojos de ella, Selena a veces viene y me cocina —él me guiña un ojo —y hoy hablaremos de negocios —sonríe para luego tomar mi mano y se aleja de Lorenzo como si nada.
—Creo que infartaré —digo sin dejar de caminar hasta que llegamos a una mesa, el hombre ríe.
—Soy Javier, preciosa —mira mis ojos —y dicen por ahí que los celos son lo mejor y ahora —su mirada va hacia mi espalda —él siente celos, cree que te voy a contratar y de paso que me gustas —una de sus manos se coloca sobre una de las mías cuando iba a mirar atrás —nunca le mires —me guiña un ojo —disfruta de la noche y no pienses en él —medio sonrío asintiendo, pero es bastante difícil, el tal Javier hace chistes, hace que me sirvan lo mejor del lugar y me trata como reina, aun así, olvidarme de Enzo es imposible, no cuando siento su mirada intensa todo el tiempo sobre mí.
Me detengo en la acera esperando el taxi que acabo de pedir y suspiro levantando mi mirada a las estrellas, ya es demasiado tarde y mi abuela debe de estar muy preocupada.
—Puedo llevarte —no le miro cuando escucho su voz y luego él se coloca a mi lado, demasiado cerca —tengo auto —sonrío
—Ya pedí un taxi, gracias
—Vistes con buena ropa, hablas bien y visitas al parecer buenos lugares —siento su mirada —pero no tienes auto.
—Tengo buenos amigos —las palabras escapan de mi boca llevando mi mirada a él
—¿Y no te gustaría tener otro más? —se coloca frente a mí —podría ser un buen amigo —sonríe —puedo llevarte a casa Selena y a donde quieras, es más, conozco un lugar hermoso cerca de aquí con un jardín fantástico que
—¿Es tu forma de ligar? —ladeo el rostro sin dejar de mirar sus ojos —esperaba algo más —sonrío
—No me gustan los Juegos —da un paso hacia mí —y siento que juegas —un nudo se forma en mi garganta por su cercanía —odio los misterios y siento que algo me esconden, tu amistad con mi madre no me gusta, tu presencia en este lugar a horas de habernos conocido menos —se acerca mucho más —¿a qué juegas Selena? —aguanto su mirada sin saber ni siquiera cómo.