Una Extraña en mi vida [saga Italianos #3]

Capítulo 2

—"¿Qué hago?" —recorro la habitación de un lado a otro, mientras no dejo de hablar conmigo misma, se que para muchos estoy loca pero no lo estoy, sólo necesito un poco de consejo.

Siento la desesperación tocar mi puerta y llevo mis manos a mi cabello, lo jaloneo un poco y luego jalo mis mejillas, los problemas me seguían como las abejas a la miel.

—¿Pasa algo? —Renzo me observa asustado, recuerdo que no debo darle una buena impresión jalando mis mejillas provocando que mis ojos estuvieran abiertos de una manera un poco terrorífica  —¿Salomé?

—No te asustes, cuando estoy estresada hago esto  —ruedo los ojos mientras apartó mis manos de mis mejillas.

Renzo asiente

—Supongo debo estar acostumbrado a ese tic tuyo  —me encogó de hombros y muerdo una uña, estaba nerviosa. El padre de Renzo estaba por llegar, quizás él iba a desmentir la farza y seria peor para él. Suelto el aire retenido.

—Lo haces también  —muerdo mi lengua, él no estaba para mis bromas  —quiero decir... —me giró y él está jalando sus mejillas hacia abajo, sus ojos estirados, sin desearlo suelto una carcajada... se veía tan gracioso. Nunca imaginé que un día estaríamos así ni en mis sueños.

Renzo me mira con una sonrisa en su rostro mientras suelta sus mejillas.

—Me gusta tu risa  —entrecierro los ojos.

—Es horrenda y lo sabes, parece que me estoy ahogando con algún alimento.

—Es llena de alegría  —Frunzo el ceño por que ahora si me preocupa el golpe de Renzo en la cabeza, hasta el día de hoy a nadie le gustaba mi risa decían que parecía la de una foca pero a él le gustaba.

—Entiendo —lo miró con preocupación y mi mirada se dirige a la venda que rodea su frente, el chichote debía ser mas gigante de lo que me imagine, estaba presionando su cerebro.

La puerta se abre y entra un hombre mayor con un porte elegante, su cabello plateado lo lleva peinado hacia atrás, su traje hecho a la medida dejaba ver un buen cuerpo trabajado. El parecido entre él y Renzo era increíble.

—Renzo  —camina decidido hacia su hijo, estaba segura era el padre  —¿estás bien?

—¿Papá? —él frunce el ceño y me mira.

—Tiene pérdida de memoria  —lo veo fruncir los labios

—Claro que soy tu papá o piensas que Santa Cláus vendrá a visitarte  —no puedo evitarlo y suelto una carcajada, a mis oídos se escucha más horrorosa que las anteriores y sobre todo cuándo me he quedado un poco sin aire.

—Señorita ¿llamó al médico? —lo veo apenada y eso me hace calmar mi risa.

—Lo siento, estoy bien  —aclaró mi garganta.

—¿Usted es la encargada de cuidar a mi hijo?

—Es mi prometida papá  —su padre abre los ojos de una manera escandalosa,aparentemente van a saltar, muerdo mi labio y doy un paso hacia atrás.

—¿Prometida? —su voz ha subido de tono, su mirada me recorre de arriba hacia abajo. Entrecierro los ojos ante su acción, es verdad no soy una modelo, menos visto a la moda. No voy a una peluquería a dejar todo mi salario pero no estaba mal. Como decía mi santa abuelita que en paz descanse yo no estaba nada mal, aunque no era una diva pero tenia lo mio, aún no sabia que pero sabía que lo tenía. Así que levanté mi barbilla en alto, enderece mi suéter de cuello alto un poco descolorido, pasé una mano por mi enredado cabello ya que de tanto jalonearlo sabía no estaba nada presentable pero cepillado era bonito  —¡Estas loco Renzo, ella, no puede ser tu prometida!  —puntualizó su padre  —¿la has visto? Creo se están aprovechando de tu amnesia, para estafarte.

—Oiga  —coloco mis brazos en jarra  —aquí nadie se esta aprovechando de nadie —Frunzo los labios en un puchero

—Claro que si señorita, se muy bien los gustos de mi hijo y usted... —el viejo me observa  —no es de su gusto

  —¿ah si? ¿sólo por que usted lo dice?
—me cruzó de brazos y lo observó

—No sólo por que yo lo digo, por años he visto las mujeres con las que sale mi hijo y usted no se parece en nada.

—Padre, quizás por eso voy a casarme con Salomé por que es diferente.

Su padre lleva su mano a su pecho y me mira más espantado que un borracho viendo un fantasma en una noche fría y solitaria.

—¿Ca... casar...te? —enarcó una ceja y lo observó.

—Si, ella lleva mi anillo  —hago la mano hacia atrás para esconder mi anillo, la mirada del viejo se ha dirigido hacia mi pero no le permito que pueda verlo.

—Creo estas apresurando las cosas hijo, mejor recuperate, que la memoria regrese y ahí decidis si seguirás con esto.

—No te preocupes, Salomé me ha dicho lo mismo  —el viejo me observa y yo tengo ganas de sacarle la lengua ¿qué cree? ¿Que yo me aprovecharía del amor de mi vida?

Honestamente ganas no me faltaban de salir corriendo y buscar un cura, que nos casará pero sabía que mi santa abuelita se decepcionaria si yo sacaba ventaja de la situación de Renzo... Este papasote sería mi novio mientras recuperaba la memoria.

Su padre a enarcado una ceja, definitivamente ni él me agradaba ni yo a él, estábamos empate en el marcador y como este viejo no lo volvería a ver nunca pero nunca jamás en mi vida... no me importaba caerle mal.

Me encogó de hombros y avanzó hacia la silla, me siento y cruzó una pierna, él viejo se fija en mis zapatos y hace una mueca de desagrado.

No eran de marca, eran planos y muy cómodos aunque ya estaban un poco deformes pero me negaba a tirarlos, él niega con la cabeza y se acerca más a Renzo.

—Muchacha me gustaría conversar con mi hijo

—No se preocupe no interrumpire la conversación.

El hombre entrecierra los ojos y va a abrir la boca cuando Renzo interviene.

—Cielo, ve a desayunar. Papá estará acompañándome un rato  —mi cerebro ha hecho cortocircuito, nadie me había llamado cielo en mi vida y lo hizo él, quería dar saltos de alegría, acompañados de gritos de felicidad pero sabía bien qué no serían bien recibidos por el viejo estirado padre de Renzo. Lo único bueno de que este compromiso era una total farza, era que no tendría nada que ver con este hombre en mi vida.




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