—Es una gata encantadora —le doy un suave codazo en la costilla
— Eh, la señora Gertrudiz es encantadora.
Sonrió por que la señora Gertrudiz nos da la espalda y se dedica a limpiar a sus tres bebés.
Me abrazó a mi misma mientras de soslayo puedo ver la puerta abierta de la habitación de Renzo, muy loca yo era pero no me iba a aprovechar de él, aunque un diablillo me susurraba que lo hiciera, que me metiera en esas sábanas negras de sedas y diera rienda suelta a mi pasión pero no podía ignorar al angelito en mi otro hombro que me decía que debía ser alguien honorable pero la verdad Renzo de Luca subía mi presión arterial, sentía mi cuerpo caliente pero bueno un día no sabia cuando yo me felicitaria por ser honorable.
Suspiró y me dejo caer nada delicadamente en el sillón.
—¿Todo bien? —asiento pero no estaba nada bien, la mirada que me lanzaba el metiche de su padre me ponía incómoda, el viejo andaba de un lado a otro pasando un dedo sobre toda superficie, mueble, adorno en ese apartamento para luego negar cuando se veía el dedo, mi lengua hormigueaba por disparar unas cuantas verdades "si veía sucio que cogiera un paño y limpiará él" recordaba que en el pequeño pueblo en el que vivía mi santa abuelita decían que si querían que alguien no se estuviera mucho tiempo de visita que detrás de la puerta se colocaba una escoba con sal y la gente se iba al instante, la verdad no me constaba y siempre me causó gracias las locuras de ese pueblito y hoy, si, deseaba que fuera real, si era el caso no me importaba colocar media docena de escobas y un saco de sal para que este hombre insufrible no visitará a Renzo mientras yo seguía aquí. Él sacaba lo peor de mi, literal.
—¿Tú padre pasará la noche aquí? —sentía la garganta seca y para que negar que estaba cruzando los dedos para que la respuesta fuera "no"
—Creo que no, si se queda puede hacerlo en la habitación de huespedes —sentí que la campanilla en mi garganta se atoro, un grito de un total "No" rotundo burbujeba dentro de mi, esto era peor que aquella vez que comí demasiados frijoles y mi cuerpo se lleno de gas pero que no me podía permitir que salieran a su gusto y antojo ya que estaba en la clínica. Sentía mi frente perlada de sudor, no podía gritar, menos negar el techo al padre de Renzo, aunque este viejo estirado merecía dormir en alguna banca en la intérperie de la noche.
La señora Gertrudiz, al parecer se dio cuenta de mi desánimo que salto a mi regazo, se restrego una y otra vez en mi pero que me hizo sonreír.
—Por Dios, el sillón se llenará de pelo de gato —señaló el padre de Renzo, ruedo los ojos y me digo a mi misma"mi misma calmate las ganas de darle una patada en el estirado trasero"
—Está en mi regazo no en el asiento
—Y a mi no me importa —declara Renzo, por todos los cielos deseaba hacer el baile de la victoria, el rostro del viejo esté era monumental —una vez nos casemos con Salomé, la señora Gertrudiz vivirá en este departamento o en alguna casa que compremos.
El gruñido de la garganta del metiche me causó gracia que no detuve la gran sonrisa que se dibujo en mi rostro al estilo guason pero no me importó para nada.
—Tus visitas no agradecerán llegar a visitarte y salir llenos de pelos de gato.
—En ese caso entenderán que están llegando a la casa de la señora Gertrudiz y si no les parece que no vuelvan
"Siiiiiiiii" esto era totalmente fenomenal, luego de esa conversación, la tarde fue más relajada para mi ya que el viejo metiche tomó su trasero y salió de ahí, con mucha tranquilidad me dirigí hacia la cocina y a familiarizarme un poco ya que era la primera vez que la veía, una vez lo hice me puse manos a la obra y me dediqué a preparar la cena, obviamente escuchando música.
Una de las cosas que más amaba era bailar y cantar ninguna de las dos se me daba nada bien pero eso no era ningún impedimento para hacerlo, me movía al ritmo de la música. No me importaba acompañar al cantante con sus letras, aunque no fuera nada bien.
Revisaba el horno y luego me dispuse a bailar al ritmo de la música , sentía la adrenalina recorrer mi cuerpo, la alegría adueñarse de mi. Me sentía feliz.
Sentí un toque en mi hombro y al girar mi cabeza pude ver a Renzo con el rostro compungido, me quito los audífonos.
—¿Estás bien?
—¿Tú estás bien? —él lleva una mano a mi rostro y rápidamente se dirige a mi ojo
—¿Qué pasa? —respondó al sentir que jala la parte inferior del ojo.
—Calmate sólo término de revisar para que estemos seguros que no estabas convulsionando
—¿Convulsionando? —lo miró extrañada y luego suelto una horrible carcajada al saber que estaba pasando —Noooo —digo en medio de la risa —estaba bailando —él aparta su mano de mi rostro y me mira —no te preocupes, así bailo. Así me paso sabes en el cuarto de lavado del edificio, la señora Laura me vio bailar y no dudó en llamar a una ambulancia, no me pregunto si estaba bien, sólo actuó y claro está que llegaron rápidamente y me llevó una hora explicarles que sólo estaba bailando y eso que no vieron mis pases en el suelo.
Renzo se aclara la garganta
—¿Pasos en el suelo? —pregunta y al ver que asiento, desvía su mirada hacia un punto en la cocina —creo deberías poner la música en altavoz para así saber que sólo estas bailando
Sonrió y asiento
—Perfecto —declaró y me colocó los guantes para sacar el pollo del horno.
La cena fue divertida, Renzo era una compañía maravillosa, su conversación era variada y por supuesto nada aburrida.
El tiempo fue pasando y no éramos consciente de ello o simplemente no nos importaba, la señora Gertrudiz creo que como agradecimiento por haberla defendido frente al viejo metiche se había acomodado en el regazo de Renzo,mis ojos se sentían hipnotizados siguiendo la mano de él que subía y bajaba en el lomo de la gata, podía jurar con los ojos cerrados que hasta yo estaría ronroneando por esas caricias.
Editado: 16.12.2021