Una Extraña en mi vida [saga Italianos #3]

Capítulo 10

Recorrí mi cuerpo con la mirada, enfundado en un sencillo vestido negro, mi cabello estaba recogido en una moña alta. Sonreí al ver que Renzo se detuvo al entrar al cuarto de baño y observarme a través del espejo. Su mirada era de apreciación.

—Preciosa —susurra y se coloca detrás de mi, cierro los ojos al sentir su nariz en mi cuello, sus labios... mi piel se eriza toda, me gira entre sus brazos, su boca atrapa la mía y nos fundimos en un beso, mis brazos rodean su cuello. El beso es apasionado.

Al separarnos, la mirada de Renzo es oscura, el sonríe y toma mi mano.

—Vamos —me siento en una nube que no digo nada, me dejó guiar por él, toma mi bolso y se dirige a la puerta, una vez hemos salido, camina hacia la puerta de la habitación de su padre, golpea dos veces y este sale. El viejo se ve guapo, siempre se conserva elegante.

Él me mira y enarca una ceja pero no tira su acostumbrado ácido.

Ellos van conversando mientras Renzo me lleva de la mano y yo voy en una nube, aún siento mis labios palpitar del beso que me ha dado.

Era increíble que un beso me dejaba en estado de pendeja pero no podía evitarlo.

Subimos al auto, le indique como llegar a casa de mi tía. Yo seguía en mi burbuja rosa en la que me envolvió el beso de Renzo.

Al llegar me ayudó a bajar, mi corazón salto al ver la vieja casa, aunque estaba restaurada pero los recuerdos llegaron a mi, tantas veces que mi abuela se detuvo en el porche para gritarnos que cuidado nos caiamos.

—¿Estás bien? —pregunta Renzo, asiento y él me toma de la mano para guiarme hacia la entrada.

Él llama a la puerta, desvió un momento la mirada hacia el jardín que está bien cuidado, ahí fui feliz, jugamos con los primos, reiamos, llorabamos cuando nos raspabamos las rodillas.

La puerta se abre, Luka esta ahí, jamás lo había visto elegante, lleva un traje, su cabello peinado hacia atrás. Me he quedado embelesada observandolo, el chico escuálido ya no existía, ante nosotros estaba un hombre fuerte, guapo.

—Buenas noches —saluda Luka con una gran sonrisa, mostrando unos perfectos dientes.

—Buenas noches —respondimos, entramos cuando Luka se hace a un lado. Al pasar junto a él, su mirada se poza en mis labios, su mandíbula se tensa y sus labios se vuelven en una perfecta línea.

Al pasar por el espejo grande que descansaba en la entrada me miró, mis labios están hinchados, se ven seductores pero es obvio que fueron atacados por un beso apasionado, sentí mis mejillas arder, me detengo y Renzo me mira intrigado.

—Olvide colocarme labial —murmuró cuando Renzo se ha detenido.

—Están preciosos sin labial —murmura seductor, se cruza de brazos y sonríe —te espero mientras lo colocas —asiento y espero que el cuarto de baños de las visitas siga en el mismo sitio.

Suelto el aire cuando al abrir la puerta el baño sigue ahí.

Al verme detenidamente, puedo apreciarme, mis ojos brillan, mi piel está sonrojada como si me acabarán de hacer el amor.

Resopló por que estoy lejos de la realidad, mi cuerpo ardía de deseo noche tras noche al dormir junto a Renzo, estaba conciente que la fuerza de voluntad estaba haciendo maletas y cualquier día de estos, saltaría sobre Renzo como un animal salvaje sobre su presa. Respiro profundo y trato de abanicarme con mi mano... no podía pensar en sexo en estos momentos, estaba demasiado sensible.

Me aplique el labial, pasé mi mano húmeda por mis mejillas y mi cuello para bajar el calor. Tomé la bolsa y salí del baño.

Renzo estaba afuera, su cuerpo recostado en la pared, su mirada me recorrió de pies a cabeza, había deseo en sus ojos, creo que la fuerza de voluntad iba a irse más rápido de lo que espere. Se incorporó e inclinó su cabeza para susurrarme al oído.

—Ya esperé demasiado —su voz envío miles de sensaciones en mi espina dorsal —está noche Salomé —sus últimas palabras fueron una promesa.

Nos tomamos de la mano y nos dirigimos a la sala, mi tía ya estaba ahí,  sentada en una silla de ruedas. Ella estaba conversando con el viejo, levantó la mirada y sonrió al verme.

—Pequeña Salomé —murmuró, corrí hacia ella y la envolví en un abrazo, sentía culpa por haberme olvidado de ella, por no haber estado ahí cuando sufría por su accidente.

—Perdóname — le dije a los ojos, ella tomó mi mano entra las suyas.

—No tengo nada que perdonar, estas aquí pequeña — ella mira a Renzo y puedo notar en su mirada hostilidad.

—Él es Renzo D'Luca, mi prometido

—Un gusto —murmura mi tía pero su voz a sonado demasiado fría.

—y él es —señaló al padre de Renzo

—Ya nos presentamos —contesta el viejo, lo veo y él está relajado con un vaso en su mano.

—Tus primos están por llegar, hoy se han retrasado en la fábrica.

—La fábrica —murmuró y recuerdo que es el medio de existencia de muchos en el pueblo.

—Un día muy ajetreado —responde Luka, asumo que él también trabaja en la fábrica.

Cuando eramos niños mis primos habían jurado que se irían del pueblo, harían fortuna en la ciudad y nunca trabajarían en la fábrica, quizás la condición de mi tía,  impidió que se marcharán.

Conversamos un rato con mi tía y Luka, se escucharon vehículos detenerse, mi tía sonrió y luego la puerta abrirse.

Giró mi rostro al escuchar voces, mis primos han llegado. Dos hombres altos, fuertes, vestidos elegantemente están entrando... ¿ellos son mis primos?

—Pequeña Salomé —murmura uno, no sé quién es, ha cambiado tanto, me pongo de pie, mientras él avanza hacia mi con una gran sonrisa, me envuelve en sus fuertes brazos y me gira en la sala... —como has crecido.

Al soltarme estoy un poco mareada pero  sin tiempo de reaccionar, me ha cargado el otro primo e igual me está girando

—Dante, déjala en paz — declara mi tía, se detiene mi primo y al ponerme en el suelo tambaleó

—Madre, teníamos años de no ver a la pequeña Salomé —declara Vicenzo.

Ellos me sonríen y me siento feliz de haber regresado, pero el  rostro de Luka está duro como el granito, no sonríe, está de pie en un rincón con un vaso en su mano, su mirada no se aparta de mí y eso me inquieta.
 




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