Una Extraña en mi vida [saga Italianos #3]

Capítulo 22

Narrador

Luciano entro molesto a la salita de su madre, ella estaba hojeando una revista. Levanto su cabeza rubia e hizo a un lado la revista al ver el rostro lleno de furia de su hijo.

—¿Qué ha pasado? —espero que llenará su vaso de aquel líquido ámbar y luego tomarlo de una sola vez.

—He conocido a mi hermana — ella enarco su ceja y se cruzó de brazos

—Así que es verdad que existe —murmuró molesta y levanto su barbilla con frialdad —Supongo te enteraste que es una trepadora

Luciano no respondió, su mirada estaba fija en su madre, era una mujer muy bella, elegante y fría, sus ojos azules eran tan fríos como un témpano de hielo. Bruno Baruzzo la había conocido en uno de sus viajes de negocio, ella una americana de una familia pudiente, criada para ser la esposa de un hombre rico

—¿Qué fue lo que pasó entre ustedes dos, en el viaje de aniversario? —su madre ni siquiera parpadeo —Cuando regresaron mi padre era un hombre distinto, olvidando que Fabrizzio y yo hemos estado junto a él, trabajando hombro a hombro para que el imperio Baruzzo siga a flote y de la nada quiere entregárselo a una completa extraña, Salomé es una extraña en nuestras vidas, no sabe nada de negocios, de diamantes, de minas y ella no puede ser la dueña de todo por lo que hemos trabajado.

Iliana no respondió al instante, estaba procesando la información que le acababa de dar su primogénito, luego frunció las labios y se puso de pie, camino hacia la licorera y se sirvió un trago... uno muy fuerte. Se giró y vio a Luciano aún en el mismo sitio, esperando una respuesta que jamás iba a llegar por que ni ella sabia que había hecho cambiar de opinión a Bruno y sobre todo de cambiar el testamento.

—No sé que le paso a tu padre — se acercó a su hijo mayor, él era un hombre muy trabajador, muy dedicado a los negocios y sobre todo muy recto, así que con cuidado le hizo su proposición —Dale un cheque a esa tal Salomé, uno muy sustancioso para que desaparezca de nuestras vidas, como lo dijiste, ella es una extraña, no sabe nada del negocio familiar, así que debe desconocer de cuanto dinero estamos hablando, cada persona tiene un precio mi querido hijo.

Luciano sonrió con ironía y se acercó amenazador a su madre, ella lo conocía mejor que nadie y sabía que él nunca le haría daño a una mujer... en el plano físico por que sabia bien que era un rompe corazones, Luciano no amaba, no se enamoraba, solo tenía aventuras.

—Ella no aceptara un cheque madre —sus ojos azules eran fríos, su madre admiro los rasgos de su hijo, alto, Moreno, cabello negro como el ala de un cuervo y poseedor de unos hermosos ojos azules, los había heredado de ella.

—Supongo no se lo ofreciste, inténtalo y el imperio estará a salvo.

—Es la esposa de Luka Martini —se maravillo al ver que por primera vez su madre palidecia, ella se sujetó de la barra del bar y negó con la cabeza —Así es madre, un cheque no hará desistir de la herencia, tiene más dinero que nosotros.

Iliana avanzó hacia el sillón donde estuvo anteriormente.

—¿Averiguaste quien es la madre?

—Mía Martini, ya esta muerta —ella no dijo nada, a su memoria llegaron los primeros años de casada, cuando escuchaba a su esposo dormido llamar a una Mía.

—Quizás ella no quiera la herencia de Bruno, y nuestro imperio no peligra

Luciano sonrió y se acercó a su madre

—No olvides que tenemos otro enemigo   y de igual manera nuestro imperio tambalea.

Salomé

Era increíble como el tiempo había pasado, con cuidado cerré la maleta con la ropa del bebé y me dirijo a la puerta, recorrí el pasillo y me paré frente al ascensor interno de la casa, entre y presione el botón para la planta baja, al llegar frente al gran ventanal estaba Luka, su mirada perdida en el jardín, sus espalda estaba tensa.

—Estoy lista —él se giró y camino hacia mi, su ceño fruncido, al llegar me atrajo hacia su pecho fuerte y duro, me abrazó con fuerza y sentí su cuerpo temblar, hasta mis fosas nasales llegó el delicioso olor de su colonia.

—Tengo miedo —murmuró en mi cabello, mientras repartía besos en mi cabeza —moriría si algo te pasa a ti o al bebé —levante la cabeza y lo mire a los ojos, más oscuros que nunca, él descendió su cabeza y por primera vez desde que nos casamos me besaba con pasión, con ternura, con furia, correspondi a su beso.

—Estaremos bien —respondí cuando el beso terminó —Has contratado al mejor ginecólogo, al mejor pediatra, el mejor anestesiólogo —sonreí y deje que tomara mis manos entre las suyas y las besara con ternura.

—Por que tengo miedo de perderte —cerro los ojos y lo abrace con fuerza, su cuerpo temblaba, él me había protegido desde que me casé con él, esta vez era mi turno de darle tranquilidad.

—Estaremos bien Luka —sonreí para darle animo.

—La señora Gertrudis ya está con Enrico —asenti y lo mire a los ojos.

—Gracias por cuidarme como lo has hecho durante todo mi embarazo

—No tienes por qué darlas, eres mi esposa y él o ella es mi hijo —por decisión no quisimos saber el sexo del bebé.

—Vamos —lo tome de la mano, mientras nos dirigíamos a la salida, si estaba nerviosa, yo era un poco cobarde pero me alentaba que en pocas horas conocería al fin a mi bebé.

Renzo

Colgué el teléfono y sin dudarlo tome mis cosas.

Iba a ayudar a mi amigo.

El trayecto al hospital lo hice rápidamente, en el ala de obstetricia me esperaba la enfermera Guliana, ella se encaminó rápidamente a la sala, mientras me comentaba el caso, la escuche en silencio tomando nota mental de todo lo expuesto.

Salomé

Luka sujeto mi mano con fuerza, su frente estaba perlada de sudor.

—Tranquilo —susurre mientras me llevaban al quirófano

—No creo soportarlo —cerro los ojos y creo fue mi impresion pero vi una lagrima rodar por su mejilla.

Al llegar a las puertas del quirófano, él me soltó, debía prepararse para estar conmigo en el parto.




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