Una Extraña en mi vida [saga Italianos #3]

Capítulo 23

Renzo

Luka entró y camino rápidamente hacia Salomé, tomó su mano y acarició su rostro.

—¿Ella y mi hijo están bien? —no se dirigió a alguien en específico.

Baje la mirada hacia mis manos, aún estaba en shock, el bebé que estaba a punto de nacer era mi hijo, pero ella me acusaba de querer matar a mi hijo ¿por que creía que yo seria capaz de hacerle daño a mi propia sangre?

—Doctor, estamos listos —la enfermera me miraba con preocupación,algo que agradecía es que Luka no me había reconocido, ya estaba preparado para operar así que sólo podía ver mis ojos.

El vientre de ella ya estaba preparado, lo mire y no evite sentir un fuerte dolor en el pecho, mi hijo yacía ahí y yo sin saberlo. Cerré los ojos con fuerza para evitar que una lagrima rodara por mi mejilla, no era el momento. Debía traer a mi hijo al mundo,conocerlo.

Si... el bebé gritó al sentir la nalgada y mi mirada se clavó en aquella marca muy característica de los Amoretti un lunar en forma de arbolito junto a otro en forma de estrella, abajo de su cintura cerca de sus nalgas, cerré los ojos... había traído al mundo a mi hijo, mi primogénito. No dude de las palabras de Salomé de que era mio pero él gritó al mundo que era mi hijo.

Mire su rostro, su pequeño cuerpo perfecto, era mi hijo... quería llorar, gritar y saber que había pasado para que ella pensara que era un asesino.

—Doctor — la enfermera me miro, ella sostenía una sábana entre sus manos —debo limpiar al niño ¿es un varón? No lo dijo.

Asiento y con cuidado le entrego a mi hijo.

—Señor Martini, le presento a su hijo —aprieto mi mano con fuerza volviéndolas un puño, no era su hijo, era el mío.

—Es precioso— sentí furia

—Debemos cerrar la herida —desvíe mi mirada hacia el personal que estaba conmigo en la operación, asenti y me volví el médico que era, dejando a un lado todas las emociones que sentía dentro de mi.

Narrador

Piero D'Luca miro a su nuera sin evitar rodar los ojos mentalmente por que él no olvidaba sus modales, ella tomó con cuidado la taza de café y la llevo a sus labios, era una mujer muy fina, bien educada pero él sentía que no le agradaba y por supuesto se sentía sorprendido, ya que ella era justo la mujer que siempre quiso para sus hijos pero ahora que la tenía enfrente le causaba molestia.

—Me encanta su casa —él miro alrededor y si, su casa era muy lujosa pero últimamente sentía que sólo era un cascarón vacío, ahí no habían risas, lo admitía.

—Gracias — miro hacia todos lados preguntandose si no tenía nada mejor que hacer Zia, ya que prefería estar tumbado en su cama, viendo películas, si, el gran Piero se había vuelto adicto a las películas de comedia, él que siempre consideró que ver tele era una total perdida de tiempo y hoy las disfrutaba con un gran cuenco de palomitas. Su mayordomo se quedó literal con la boca abierta cuando le pidió que incluyera en sus compras palomitas y cualquier chuchería que podría comer para ver películas.

Si, estaba cambiado y la culpa la tenía Salomé, la muchacha loca que mantenía la televisión a todo volumen junto a sus grandes y extrañas carcajadas, por ella había aprendido a ver ese tipo de películas, al inicio lo hacía de malhumor al querer pasar tiempo con su hijo y luego las empezó a disfrutar y aquí estaba, deseando que Zia se marchara para subir a disfrutar la colección de películas que había alquilado y que ya eran viejas pero las quería disfrutar todas.

Su móvil sonó, lo tenía en la mesita así que ella también vio el nombre de Renzo en la pantalla, como padre se dio cuenta que algo no estaba bien, Renzo jamás lo llamaba en horas laborales, tomo el móvil y se puso de pie.

—Disculpame un momento —apresuro el pasó y se fue a la otra habitación, se acercó al ventanal y apretó su mano en un puño al escuchar la voz de su hijo quebrada —¿Por que lloras?

Se quedó en silencio su hijo por un momento.

—Acabo de traer al mundo a mi hijo —si, estaba sorprendido, no sabía de que hablaba, tenía a su nuera en la otra sala y estaba seguro que su vientre era más plano que una tabla pero una imagen vino a su memoria, la muchacha loca embarazada.

—¿Salomé ya dio a luz? —su corazón latía apresurado, esperando no equivocarse.

—¿Lo sabias?—escucho la rabia en la voz de su hijo.

—No, pero es la única ex pareja tuya que conozco que estaba embarazada —lo escucho suspirar y también su llanto, su hijo, estaba quebrantado —¿como supiste que el hijo de Salomé es mi nieto?

La conversación se extendió por un rato, también se sorprendió por las palabras que ella le escupió a su hijo, la conocía y sabía que ella no era una mujer de buscar a lastimar a la gente, era de un corazón noble.

—Debes hablar con Salomé y preguntarle quién le hizo creer que ordenaste que se deshiciera de mi nieto.

Cuándo la llamada termino, sentía felicidad por que era abuelo, la muchacha estaba ligada a su familia y eso lo hizo suspirar contento. Lo admitía, había aprendido a quererla, recordó a Zia, está vez que nadie lo veía rodo los ojos y con aburrimiento se dirigió a la otra sala, la verdad quería estar en el hospital para conocer a su nieto.

Al llegar está estaba vacía, miró hacia todos lados, su mayordomo se acercó a él.

—La sra. D'Luca se ha marchado, dijo que tenía un asunto muy importante que resolver, que la disculpara —sonrió

—Busca el mejor champagne que tenga y dales una copa a todo el personal —su mayordomo abrió los ojos como plato —no me mires así, van a brindar por la llegada de mi nieto al mundo.

Sonrió y dio un salto de felicidad.

Renzo

Mire el reloj, las dos de la mañana, tropiezo con una mesita, pego un poco en la pared... pero no me importa.

—Renzo —Zia esta llegando a la sala, cerrando su bata —estaba preocupada ¿dónde estabas?

—En el hospital —si, en la sala de los bebés, viendo a mi hijo dormir, despertar, luego me marche cargando toda la impotencia del mundo para meterme a un bar y desahogarme con el bartender —tenemos que hablar —le iba a decir de la llegada de mi hijo y de que le habían mentido a Salomé




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