Narrador
Piero camino con paso fuerte de una esquina hacia la otra, levanto su mano para ver el reloj y no evito soltar un suspiro lleno de desesperación.
Paso su mano por su cabello como la enésima vez.
—Sr. D'Luca —se detuvo y miró a la enfermera —Soy Anne —ella sonrió forzadamente y apretó con fuerza la carpeta sobre su pecho —Disculpe mi tardanza pero estaba atendiendo un caso... —él resoplo con molestia pero trato de calmarse.
—Como le decía a la otra señorita, quiero ver a mi nieto —ella desvió la mirada hacia otro lado, la verdad el señor D'Luca al parecer era un hombre terco, ya se le había explicado que no podía ver al bebé, ya que solo estaban autorizados los familiares.
—Disculpe pero le digo lo mismo que mi compañera, sólo los familiares pueden ver al bebé Martini y ... —dio un paso hacia atrás al ver como el hombre se ponía rojo dando la impresión que estaba a punto de estallar pero ante sus ojos vio como el hombre se transformaba
—La entiendo muy bien Srta. Anne, está cumpliendo con su trabajo —Piero se sintió orgulloso de poder disimular su enojo —Dígame en que habitación está mi querida Salomé —Anne se mordió el labio inferior y se pregunto si era una buena idea permitir que visitará a la Sra. Martini
Ella titubeó y apretó con más fuerza su carpeta, quizás era mejor que el señor Martini le explicara que él no podía ver al bebé, frunció el ceño porque él aseguraba que era el abuelo del bebé, cerró los ojos y se recriminó que quizás él era el padre de la Sra. Martini.
—Por supuesto, está en la habitación 207 —sonrió y se hizo a un lado, le indicó por donde estaba la habitación y se dirigió hacia su lugar de trabajo.
Piero avanzó molesto con la mujer pero al mismo tiempo la entendía por que estaba protegiendo a su nieto, así que sonrió, mientras enderezaba su corbata, miró el ramo de flores y las arregló un poco, ya que algunas estaban deshojadas, con cuidado las quitó del ramo y las tiró en la basura, se detuvo frente a la puerta y con mucha calma tocó la puerta, escuchó el "pasé " y con rapidez entro.
Ella estaba ahí, tumbada en la cama, su cabello rubio estaba trenzado con algunos mechones de fuera, sus grandes ojos se clavaron en él, se detuvo por que no pensó por un momento que quizás era una visita no grata, pero ella, sonrió... con una gran sonrisa sincera, suspiro y en su mente la felicito "esa es mi chica" la quería, si, ella había ocupado un lugar en su corazón de una manera intrépida y supo en ese instante que si hubiera tenido una hija, hubiera deseado que fuera como Salomé.
Ella extendió su mano hacia él, la sujetó con fuerza y como la hija de su corazón, besó su dorso, escuchó su risa escandalosa pero no le molestó, al contrario lo llenó de felicidad.
—Don Piero — la miró a los ojos molestó.
—Quizás lo sientas fuera de lugar pero me gustaría que me llamaras papá— la verdad le valía un pepino el que diría el estupido de su hijo y su nuera, para él era Salomé la que merecía llamarlo papá.
Ella titubeó y él extendió las flores, nada de rosas, no, a ella le llevó flores exóticas, la vio sonreír y supo que no se había equivocado con la elección.
—¿Por que no me dijiste?— la miro con tristeza, levanto su mano para que ella no dijera nada —creo no merecía tu confianza, no hice nada para ganarmela, fui un fastidio... —ella soltó una carcajada.
—Un total grano en el cu.. —ella calló pero él no se molestó, al contrario, está vez fue él quien se rió y no una sonrisa, no, fue una gran carcajada.
—Hablemos mi querida niña —se acomodo frente a ella, quería saber de donde había sacado que Renzo quiso deshacerse de su nieto.
Renzo
Zia dormía plácidamente, yo no podía hacerlo, me levanté y caminé hacia la sala, me senté en el sofá y busque aquella foto, mi hijo.
Las lágrimas se asomaron al ver la perfección de ese pequeño bebé, sus manitos con sus dedos largos y elegantes, su boquita roja, la naricita que podía jurar era la mía, recorrí su rostro con mi dedo en la pantalla del cel, él ya estaba en su cunita. Aproveche cuando se lo llevaron para seguir a la enfermera, les dije que quería asegurarme que tenía sus signos vitales muy bien, mentí para estar unos minutos a solas con mi hijo... un bebé que si no hubiera sido por el destino mismo no sabría de que existía, gruesas lágrimas recorrían mi rostro, no entendía a lo que se refirió Salomé al acusarme de querer matar a mi hijo y por el momento no podía preguntarle, ella debía estar bien para poder hablar con ella. Sonreí al poner el video que le tome a mi hijo, ya amaba a ese bebé con todas mis fuerzas, era parte mia y ella, era el hijo de ambos.
Pase el dorso de mi mano por mis ojos para limpiarlos, quizás era el peor ser humano pero no me sentía emocionado con la noticia de Zia, aunque pensándolo bien, quizás era por que aún mi corazón estaba desbordado de felicidad por el nacimiento de mi primogénito, por la llegada al mundo de mi hijo con Salomé, mañana estaba seguro que estaría feliz por la gestación de mi segundo hijo, lo iba amar con todas mis fuerzas, mis hijos eran mi mayor tesoro, por el momento iba a disfrutar mi alegría por mi hijo Alessandro, si, la enfermera le colocó en sus datos Alessandro Martini pero eso lo voy hablar con Salomé por que yo voy a reconocer a mi hijo e iba a luchar por el lugar en la vida de mi hijo.
Salomé
—Es precioso —miró a Piero cargar a su nieto y siento mi corazón encogerse, realmente ese hombre duro estaba llorando al sostener a su nieto en brazos —mi primer nieto —su voz estaba quebrada y no dejaba de darle suaves besos en su cabezita —espero no te moleste que le avise a mi ex esposa que es abuela —negué con la cabeza y le sonreí, no esperaba esta respuesta de parte del papá de Renzo, desde que su hijo y yo nos separamos no había sabido de él y pensé que él también me estaba juzgando pero me había equivocado —En un par de días mi hijo Giovanni estará de visita.
Editado: 16.12.2021