Una Familia para navidad

¿Los deseos se cumplen?

¿Ustedes no se han preguntado si los deseos se cumplen?

Yo creo que sí.

Benito que tiene siete años, me asegura que sí. No sé si será por sus lentes o por que la señorita Dallas dice que tiene un IQ superior al resto, pero lo veo inteligente. Así que le creo.

Por cierto, ¿ustedes saben qué  es un IQ?

En fin.

Tomo la lagartija con mis dedos dejando que sus patas bailen en el aire. Sandy y Chloe  hacen cara de asco, mientras que Benito, Rayan y Billy aplauden como locos. Estamos en el patio de la Casa Hogar Señora de la Divina Misericordia. Y ellos son mis amigos, niños huérfanos como yo a los que el sistema ha olvidado.

No me pregunten qué es el sistema porque no lo sé, pero la señorita Dallas siempre dice que estamos allí por culpa del sistema.

Levanto la lagartija y hago como si me la voy a comer, poniéndola sobre mi boca abierta. Las niñas chillan de horror y los niños corean mi nombre para que lo haga.

—¡Jesse, Jesse, Jesse!
—¡¡Jesse, baja esa lagartija ahora mismo, jovencito!!

La voz de la señorita Dallas hace que se me resbale y termine estampándose en mi cara, qué bueno que cerré la boca a tiempo. Con cara de me han pillado tomo mi lagartija y la guardo en el bolsillo de la camisa.

—Por el amor de Dios Jesse, te has puesto perdido de sucio. Y justo cuando llegan los Thompson. Ha tenido que entrar Sophia primero porque no te encontré.

Otra pareja. Ya han venido tres en esta semana. Qué  fastidio.

—¿Por qué nosotros no podemos escoger los que serán nuestros papás?

La señorita Dallas quien no ha dejado de darle palmaditas a mi ropa para sacarme el polvo me mira con sus ojos azul cielo.

—Porque eso no funciona así, los niños no pueden escoger a los padres. No es el sis...
—Sistema lo sé—farfullo.

La señorita Dallas me sonríe ¿a veces ustedes no sienten algo calentito en el pecho cuando alguien les sonríe? Eso siento siempre con la señorita Dallas, no se confundan, no estoy enamorado de ella. No me van las niñas más altas que yo y menos las que me llevan diecisiete años. Pero ella es tan buena conmigo que no dejo de pensar que sería una buena mamá.

La señorita Dallas me revuelve el cabello rubio y me toma la mano para presentarme a los Thompson. Pero cuando llego al despacho sale Sophia, muy animada, de la mano de cada uno. La han adoptado no más verla. Sophia tiene seis años, canta como ruiseñor, sabe todas las normas de cortesía y es la mejor de su clase.

Cómo no iban a adoptarla.

Dallas me mira apenada y yo me encojo de hombros. No sé si hubiera funcionado lo mío con los Thompson; se ven buena gente aunque un tanto estirados.

Me asomo por la ventana con curiosidad y veo como Sophia se monta en un carro lujoso y se va. Voy a extrañar sus canciones y enrrollar los dedos en sus rulos. Pero ella alcanzó su deseo: tener una familia.

Cuando paso por la puerta del despacho escucho algo que me llama la atención.

—Es una lástima que no hayan visto a Jesse. Mañana es primero de Diciembre y cumplirá diez años. Usted sabe lo difícil que es que adopten un niño después de que cumple esa edad, hermana Mary.

La hermana Mary, quien dirige el lugar, siempre dice que es de niños maleducados oír conversaciones ajenas; pero como hablan de mí, me rimplamplinfam sus normas.

Me pego más de la abertura de la puerta entreabierta.

—Es una verdadera tristeza, pero las parejas prefieren adoptar niños más pequeños.
—¡Es una estupidez, todas sabemos que Jesse es un niño maravilloso y tierno y merece ser adoptado!

Me sobresalto, nunca lo había visto así, la señorita Dallas ha pegado un manotazo a la mesa.

—Dallas, sé que lo quieres mucho y que tú misma has pensado en adoptarlo. Pero eres una mujer joven y soltera. No calificas. Si estuvieras casada...
—Lo intenté pero Jefrey me dejó cuando se lo pedí. No quiere tener hijos.
—Entonces no es la pareja adecuada para ti, mi querida Dallas. Tú adoras a los niños. Y la institución del matrimonio es importante. Por eso lo mejor es escoger a alguien que comparta tus mismos valores.
—No quiero que Jesse termine como Jack.

Como si hubieran llamado al diablo veo a Jack bajar las escaleras. Tiene doce años, una manga de tatuajes en el brazo y cara de matón. Pasa su dedo por el cuello al verme y salgo corriendo despavorido.

No quiero ser como Jack.




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