Una Familia para navidad

Y si fuera posible...

Es primero de Diciembre y me levanto con una guerra de almohadas. 

Mis amigos se lanzan sobre mí, deseandome un feliz cumpleaños al unísono. Yo chillo de alegría, aquí en la Casa Hogar todos nos felicitamos así. Pronto comienzo a recibir regalos. Billy me ha regalado una ranita de lo más bonita, se ha destacado. Benito me da una resortera con mira, vaya, a Benito se le da construir cosas raras. Ryan me da una colección de guijarros de formas graciosas, hay uno que parece un pulpo y nos hace reír. Chloe y Sandy se han puesto de acuerdo para hacerme una tarjeta de felicitación con sus bonitos dibujos. Yo sonrío  cuando cada una de las niñas me besa la mejilla. Sandy, con sus pecas y diente torcido, me parece preciosa. Ella además me regala una galleta con chispas de chocolate.

Hacemos una algarabía y comenzamos a brincar en la cama obteniendo como resultado un coro de chillidos y que la cama se venga abajo.

Nos reímos más.

Llega corriendo la hermana Edith, la encargada de la cocina, y se pega el susto de la vida al ver una maraña de niños chillando y riendo sobre la cama malbaratada.

Nos regaña. Pero cuando Chloe la explica con su voz dulce que estamos felices por mi cumpleaños. La monja regordeta sonríe y me abre los brazos. Corro para abrazarla y cuando me separo me guiña un ojo y me regala una tableta de chocolate que me pone a bailar de gusto.

Este día está sensacional y me da buena espina.

Después del desayuno llega Dallas con una maravillosa sonrisa y algo oculto en su espalda. Dallas es alta y tiene un nido de risos rojizos que intenta meter en un moño. Cuando se acerca se tropieza con sus propios pies y trastabillea. Normal, estamos acostumbrados. La señorita Dallas es patosa. Todos sonreímos aunque no nos burlarnos porque la queremos mucho. Y como dice Dallas, hay personas especiales que no son perfectas y eso las hace especiales.

—¡Soy tan torpe!

Y estando en el piso rompe a reír. Ahora sí la acompañamos porque su risa es contagiosa.

Jack, que estaba cerca, le da la mano para levantarla. Incluso Jack quiere a la señorita Dallas ¿y quién no?

—Gracias.

La sonrisa que le dedicó es increíble. Y Jack, quien no habla casi nunca, asiente y se aparta. Chloe le acerca mi obsequio que con la caída había salido disparado.

Dallas se acerca y lo pone en mis manos con un gesto de cariño. Yo sonrío porque es una maravilla. El papel es de mi color favorito y tiene estampado de juguetes. El solo hecho de tener un regalo envuelto significa mucho para mí.

¿Les he comentado que soy huérfano?

Creo que no se los he contado. Pues bien. Perdí a mis padres en un accidente cuando tenía dos años. Tengo vagos recuerdos de lo que era una mamá. Pero lo que sí recuerdo era que mamá también tenía risos rojos y sonreía igual a la señorita Dallas. Ella me la  recuerda. Me la recuerda mucho. Igual que ese calentito de cariño que siento en el pecho al tener su regalo en mis manos.

—Abrelo, cariño. Puedes romper el papel si quieres.

Rasgo el papel y veo un hermoso guante de béisbol nuevecito. Nunca había tenido algo que oliera a nuevo y se me aguan los ojos de la emoción.

Quiero tanto a la señorita Dallas. La abrazo fuerte y ella me acaricia la espalda.

—Te quiero mucho. Los quiero mucho a todos.

Todos mi amigos se acerca y nos abrazan convirtiéndolo en un abrazo de grupo.

La hermana Edith entra de inmediato sosteniendo en sus manos un pastel.

—¡Sorpresa!

Todos chillamos de gusto, un pastel no es algo que solemos comer los huérfanos.

—¡Orden, esto no es un zoológico!

La hermana Mary hace su aparición y todos nos tranquilizamos. El doctor Andrew Garfield está con ella. Se acerca y me revuelve el cabello.

—Hola campeón. No me dio tiempo de salir a comprarte un obsequio pero tengo algo que quizá te guste—sacó de su bolsillo una ttarjea—.Es una tarjeta de béisbol edición especial.Tengo muchas y esta es mi favorita, pensé que te gustaría.

Le agradezco y me la guardo en el bolsillo hoy he sido afortunado:tengo una ranita, un chocolate, una resortera, una tarjeta de béisbol, un guante de béisbol, una colección de guijarros, dos tarjetas pintadas. Y el beso de dos niñas.

Guau.

La señorita Dallas nos anuncia que como es primero de Diciembre comenzaremos con el decorado de navidad. Y por eso el doctor Andrew vino, para ayudar a las hermanas a decorar el techo de la Casa hogar. Es divertido, tenemos un santa en un trineo (sin renos) y un hombre de nieve al que le falta su nariz.

Los niños nos quedamos haciendo una carta para Santa mientras los adultos salen al patio. Estoy sentado en la mesa de la ventana y veo a la señorita Dallas hablando animada con el doctor Andrew, el sonríe y ella también. La señorita Dallas le mete el dedo en el ojo al doctor cuando tropieza con las luces de navidad que se le han enredado en los pies. Y él la sostiene y sonríe.

—Están enamorados—murmura Chloe con cara de boba—. Cuando un hombre y una mujer sonríen mucho es porque se aman.
—¡¿Crees que se casen?! 
—No sé, el amor es complicado.
¿Lo es?
—Si se aman se tienen que casar y comprar un perro.
—La señorita Dallas dice que es una lotería. Y que a veces el que crees príncipe en realidad es sapo. Buah, yo no quiero casarme con un sapo.¿qué escribiste en la tarjeta?




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