Doctor Andrew Garfield
El plan se ha ido a pique. Dallas se enteró y lo tomó de la peor manera. Según ella los niños habían robado, mentido, cometido actos vandálicos y habían puesto su vida en peligro al escaparse de la casa hogar para ir a mi casa.
Pff, no hubo manera de que se calmara y desde ese día me quitó el habla. Rayos, ¿les dije que era malo con esto de la conquista?
Es veinticuatro de Diciembre y miro con tristeza la bolsa de regalos que he comprado para los niños. Recuerdo lo difícil que es para ellos recibir un regalo a su gusto, ya que es por medio de donaciones ¿han visto lo que les regalan a los niños de los orfanatos? Regalos de segunda. Y no, mis niños no son de segunda.
Saben qué... Cojo mi bufanda y gorro. En la noche había nevado y una capa de nieve escarchada decora el camino. Piso con fuerza y llego a la casa hogar. Me recibe Edith con gesto triste.
—Vengo a traer los regalos a los niños.
Edith abre paso y llego al salón, todos están reunidos y Dallas repartiendo los obsequios de Seguridad Social. Solo hace falta ver las caritas de los niños para saber que no les gustan.
Cuando dejo la bolsa en el salón con un sonoro ruido todos se voltean. Los niños corren hasta a mí y me abrazan y yo de vuelta. Les extrañé tanto.
—Santa pasó por mi casa y les dejó obsequios.
Buscan en la bolsa y pegan chillidos de felicidad. Dallas me mira con recelo.
—Dallas.
—Doctor.
El saludo no puede ser más frío. Y Armándome de valor saco su obsequio de mi saco y se lo extiendo.
—No se hubiera molestado.
—No es molestia, mi querida Dallas. Espero que pasen una linda noche.
Siento un jalón en mi manga y me encuentro con la mirada de Chloe que abraza una preciosa muñeca de cabellos dorados.
—¿Se queda?
—No pequeña, voy a cenar con mi hermana.
Miro a Jesse que tiene el rostro más triste del mundo a pesar de tener un juego béisbol nuevo en sus manos.
—Hey, campeón, sé que no fue lo que pediste para navidad...
Jesse me abraza, no puedo evitar emocionarme y besarle la coronilla.
No puedo más, me levanto y salgo del salón.
Dallas
—No puedo creer que se haya atrevido a venir y hacer esto, frente a los niños.
—Sí, qué canalla qué malvado— musita la hermana Mary pasándose el masajeador que el doctor le obsequió.
—Es un hombre desalmado—comenta la hermana Edith acariciando su nueva arrocera.
Todos están maravillados con sus obsequios y yo estoy que exploto. Camino de aquí para allá ofuscada. No me he atrevido a abrir mi obsequio porque tengo tantas emociones que me remueven por dentro. No sé que pensar, no sé qué sentir. No sé qué me pasa. Ando así desde que me enteré del plan.
—Dallas, querida no crees que estás sacando todo de proporción. Tal vez el doctor Andrew no lo hizo con mala intención.
—En serio hermana Mary, robar, romper yantas, espiar, decir mentiras... ¿les parece correcto?
—No crees que tendría una razón de peso para apoyar a los niños...
—¡¿Qué razón puede haber?!
La hermanas me miran fijamente y yo me frustro más.
—¡¿Qué?!
—¿Qué tal si abres tu regalo y lo descubres? ¿o tienes miedo?
—¡Por supuesto que no!... Oh... es mi poema favorito de E.E. Cumings. Llevo mi corazón dentro de tu corazón. Y el marco tiene un decorados de lirios precioso... yo.. —levanto los ojos que se me han llenado de lágrimas de repente—. ¿Qué es esto?
—No sé, pero he escuchado que la gente hace locuras por amor.
—¿Amor?—exclamo anonadada—¿Creen que Andrew..?
—Lo importante es lo que tú sientas Dallas y a pesar de ser un hombre bueno...
—Considerado—completa Edith.
—Guapo—continúa Chloe.
—Rubio y alto—dice Sandy.
—Inteligente—dice Benito.
—Generoso—añade Jack abrazado a un álbum de béisbol y limpiándose las lágrimas.
Billy y Ryan se abrazan y exclaman al unísono.
—El mejor jugando al béisbol.
—El mejor amigo y papá del mundo—dice Jesse con tanto sentimiento que no puedo evitar un hipido.
La hermana superior continúa con voz suave.
—Si a pesar de todas cualidades tú no sientes nada por él. ¿Por qué no sientes nada, cierto, Dallas?
—Yo... yo...
Una ventana se abre ante mí. La de mis sentimientos y no puedo hacer otra cosa que correr a buscarlo.