Una Flor en el hielo

IV - Oscuras Rosas

***

El frio aumentaba específicamente en esta época del año. En otras palabras, el invierno, la cual era la estación más común para los tartarianos.

Las vestiduras, tanto como femeninas y masculinas, no cambiaban demasiado, cabe aclarar que los tartarianos estaban avanzados en resistir altas temperaturas.

—¿Han aumentado las ventas en este año, señorita Naja? —Pregunto un hombre. El interés que sentía se notaba claramente en su tono de voz, su rostro por otra parte decía lo contrario; apático y monótono.

—Por supuesto. El dinero sirve incluso hasta para ducharse —Una sonrisa orgullosa apareció en su boca, manteniendo aun así un rostro sin reacción, acomodando sus manos en las caderas.

Naja Urk, reconocida como "La Señorita Naja". Era poco decir que su fortuna eran miles, sino que eran el doble más que eso; millones. Si, millones, los Urk provenían de familias posteriormente ya adineradas, aun así, ningún Urk se satisfacía en ese dineral.

Sus deseos siempre eran claros; tener considerable aumento de lo que obtenían.

En pocas palabras, amontonar.

—Aunque, el dinero que he ganado esta semana ha sido la mitad de lo que gane la semana anterior.

Su voz se escuchaba ansiosa, mientras que su rostro se mantenía impasible.

—¿Aumentaras los precios, cierto?

—¿Y tú que crees? Yo, no pienso perder ningún centavo por esto.

—Ese es el espíritu, señorita —Hizo una breve pausa, y pregunto—. ¿Ha escuchado sobre esa tal, "Oyuki"?

—¿La princesa? Si, vino aquí la semana anterior.

El hombre levanto una ceja, mientras que sus labios se fruncieron en una línea.

—¿Vino ella aquí?

—Si, compro algunos de mis diseños —Su mirada vaga levemente por el mostrador—. Es... rara.

—¿Rara?

—Si.... es bueno, no sabría explicártelo con palabras.

—Entiendo.

***

Las ventas no eran ni buenas ni malas. En términos medios podríamos determinar. El dinero aumentaba en grandiosas cantidades, pero, la "felicidad", muy insólitamente.

El cielo nublado, las nubles cubrían los rayos del sol, que muy extrañamente se desvanecían y le permitían al sol dar su brillo.

—Señorita, quiere este vestido, ¿cierto? —Pregunto Naja, expectante por la respuesta de la clienta.

Sus oídos captaron levemente el sonido de la campana del vestíbulo que sonaba, aun así, su atención estaba enfocada solo en su compradora.

***

Observo con pesadumbre y frustración a la pequeña peliblanca frente a sus ojos. Había perdido a una de sus mejores compradoras con solo la visita de la niña.

Estaba al tanto que no tenía el permitido ser tan grosera frente a una miembro de la realeza, pero sus impulsos de poder desquitarse eran mayores.

—Has arruinado mi negocio, Tatar.

No esperaba respuesta alguna, además no asumía interés alguno en escucharla.

—Lo lamento, Señorita Naja.

—Deberías irte. Me molestas.

Sin esperar respuesta, se volteo hacia la pared, ignorando a la menor.

Aun así, sus oídos captaban el sonido de como la pequeña caminaba por el recinto. Sus pasos eran livianos y lentos, casi inaudibles.

Una vena comenzó a arquearse en su rostro; irritada.

—¿Acaso, no escuchaste lo que te dije, Tatar?

—Uh.... Yo quería darle una ojeada a sus vestidos —Apuntando nerviosa la vestimenta en sus respectivos colgadores.

—Agh, pero que sea rápido —Declaro con resignación, acomodándose en su asiento.

—Gracias.

Un gruñido salió de los labios de Naja, mientras que sus ojos se posaron frente al cuadro en la pared.

Era de una rosa de colores oscuros, lo que resaltaba eran unas espinas filosas, completamente oscuras.

—Son hermosas aquellas rosas, Señorita Naja.

Con brusquedad se volvió a observar como la pequeña estaba al frente suyo.

Las mejillas de esta ultima se sonrojaron en señal de vergüenza al ser descubierta.

—¿Eh?, ah si, lo son —Un suspiro pesado escapo de su boca.

—Como usted.

Recalco la menor con una sonrisa.

Naja se sintió verdaderamente halagada, no faltaba decirlo. Pero su mente volvió a remitir como perdió una clienta y una gran suma de dinero; lo cual le molestaba.

—Podrías, dejar de estar aquí y largarte de una buena vez.

Su voz denotaba lo fastidiada que estaba, podía sentir como una de sus venas se enervaba en sus sienes; dejando en claro su enojo.

Esperando ya con impaciencia, se levanto de su asiento y se acerco a la niña, preparada para sacarla a la fuerza si era necesario.

La calma volvió rápidamente a su cuerpo al notar como la peliblanca empezaba a salir por la puerta.

—Al fin.

Un suspiro de alivio salió esta vez por sus labios, su rostro seguía manteniéndose impasible, pero aun denotaba rastros de enojo.

Observando la recepción, noto un gran manojo de billetes amontonados con algunas monedas de oro sobre la mesa.

Al acercarse, se sorprendió al darse cuenta que la cantidad era mucho mas abundante de cerca. Aunque su rostro mantenía sus facciones iguales.

Y, entonces sucedió algo inesperado.

Sus labios se curvaron en una suave sonrisa.

—No me esperaba esto, niña.

Observo otra vez el cuadro en la pared, y vio como este estaba algo cambiado. Con colores claros y la imagen diferente, las espinas mas largas y filosas que como lo demostraban la imagen anterior.

Su rostro volvió a ser el mismo que antes.

Era extraño.

***

—¿Raro?

—Si. Pero, no te miento. Agradable a su vez.

Aquella conversación se dio por acabada.

Sin duda, para Naja, quien era una tartariana que nunca sonreía, y escucharla que hizo algo como eso, era extraño.




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