Una Flor en el hielo

VII - Triqui

***

—Majesty, ella será vuestra sirvienta —la institutriz acomodo su anteojo, dando una seña para que la joven mujer se acercara—. Su nombre es Triqui.

—Es un honor conocerla, Majesty.

La joven dio una reverencia, recibiendo un ademán para que se levantara.

—El honor es mío, Triqui. Es un gusto el conocerte —exclamó la joven princesa, agitando la mano de la chica entre las suyas. Estaba emocionada.

—Ahora, más te vale hacer dignamente tu trabajo, Tatar —susurró la institutriz en el odio de la chica, causando un temblor en el cuerpo de esta última.

—Si, señora.

Se escuchó un bufido de la mujer, y a los segundos después el sonido de la puerta cerrándose.

—Lamento su comportamiento, Triqui —susurró la joven en voz baja.

—Usted no debe disculparse, Majesty. Al contrario, yo debo disculparme con usted.

—Pero-

—Solo debo de seguir las instrucciones que se me han encomendado, Majesty.

La habitación se mantuvo en silencio por unos minutos, lo único que se escuchaba era el respirar de cada joven.

—Me gustan tus anteojos.

Un suspiro de sorpresa no evito escaparse de los labios de la joven mujer al escuchar aquellas palabras. Su mirada rápidamente se volvió a la princesa, quien estaba en frente suyo.

—Gracias, ¿supongo?

Respondió con una ligera sonrisa.

—No quiero que supongas cuando es la verdad.

Dichas palabras por la pequeña eran reales.

Triqui, era una joven que rondaba entre los veinte y veinticinco años de edad, de alta estatura y figura esbelta. Su piel, de un cálido color canela claro, el cual contrastaba con su cabello oscuro, cuyos rizos caían sobre sus hombros. Sus ojos eran color miel clara. Vestía el uniforme reglamentario de su puesto como sirvienta de la princesa, compuesto por una blusa gris, y una falda oscura que se ajustaba a su cuerpo.

La vista de ella se fijó por algunos momentos en los ojos celestes claros de la joven princesa, los cuales transmitían una sensación de calma y tranquilidad con tan solo observarlos. Triqui sintió como su cuerpo se aflojó y se calmó levemente.

—Gracias —susurró, bajando la mirada hacia el suelo.

—No hay nada que agradecer.

Una sonrisa se formó en sus labios, sin poder el leve sonrojo de alegría en sus mejillas.

***

—¿Te hizo sonreír? —cuestionó el hombre intrigado—. ¿Es siquiera eso posible?

—No lo sé. Pero, lo hizo.

Una pequeña sonrisa se formó en los labios de a mujer. El hombre gruño irritado, pasando sus manos sobre su cabello.

—Agh, esto es frustrante.

—Cálmate, Crótalo. Solo es una niña.

—Hablas igual que Gules. ¿Qué problema tienen con defender a una niña?

—Es una niña —repitió Triqui otra vez.

—Eso es una respuesta muy simple. Dame una respuesta más lógica.

—No tengo ninguna por el momento.

—Tsk, pues encuéntrala. Ahora eres su sirvienta. Te será más fácil conseguirla.

—Supongo.

—No quiero que supongas. Confirma que obtendrás respuestas, ¿quedo claro, Triqui? —preguntó en un tono amenazante, apretando la mano de la joven con fuerza.

—Si... Quedo claro, Crótalo.

Le confirmo en un susurro. Crótalo solo formó una sonrisa fría en sus labios.

—Bien. Solo haz tu trabajo.




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