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Solo observaba como se desarrollaba la situación, la sangre empezaba a manchar el suelo con cada gota que se derramaba. Los gritos aumentaban o disminuían. La agonía y dolor era palpable en las miradas de las progenitoras de aquellos más jóvenes "tatars".
¿Cómo podían reaccionar?
Ver como acababan con su propia sangre, y saber que tú, serias el siguiente. No era agradable.
Volteé la mirada, Oyuki estaba petrificada en su asiento. Sus temblores no pasaban desapercibidos. Toque suavemente su hombro, esperando alguna reacción. Recibiendo un quejido de sorpresa como respuesta.
«Todavía está procesando la situación»
Un suspiro escapó de mis labios, frunciéndose al cerrarlos.
Comencé a escuchar como los verdugos anhelaban arrancar mi alma de mi pecho. Sus voces denotaban su excitación por llevarlo a cabo. Observé cómo sus ojos denotaban aquel pensamiento, como si lo escuchara en mis propios oídos. Aun así, no pude evitar que un escalofrío recorriera por mi columna.
—¿Triqui?
Escuché como una voz temblorosa y asustada hablaba a mi derecha, Oyuki. Su voz que era tan dulce como de costumbre, ahora estaba mezclada con el sabor del miedo.
—Si, Majesty. Aquí estoy.
Ella me miraba temerosa. Se había dado cuenta. No costaba adivinar como esos ojos claros siempre visualizaban la cruda verdad.
—¿Te irás, cierto?
—Perdóneme, Majesty.
—No me llames Majesty. ¡¿Podrías alguna vez llamarme por mi nombre?!
Escuchaba sus súplicas con calma, trataba de mantener mi fachada de una sirvienta callada y devota, pero con cada súplica, mi autocontrol se iba por los suelos.
—Lo lamento, Majesty.
—¡Tan solo di mi nombre, por favor!
—Lo lamento, Majesty —volví a repetir, entrelazando mis manos para mantenerme cuerda.
Volví a lamentarme, aquellas manos me acercaban cada vez más a mi final. Sus miradas estaban posadas sobre nuestras figuras, y no podía evitarlo.
Di otro suspiro con pesadez, observando otra vez a Oyuki.
—Lo lamento de verdad, Mi Majesty.
Me lamenté por ya cuarta vez, pude presenciar como sus mejillas comenzaban a empaparse con sus lágrimas.
—Di mi nombre, te lo ruego. Por favor.
Un quejido se escapó de mi boca al sentir sus manos apretando con fuerzas mis hombros.
—Tatar miserable.
—Es hora. Deja de hacerlo peor para nosotros.
Escucée sus comentarios, y mis hombros se relajaron.
—No sirve de nada, Majesty —le dije mientras mis verdugos me hacían quedar de rodillas y bajar la cabeza al suelo.
Mi mirada observó como tu padre te arrastraba lejos de mi presencia, y el como te agitabas tratando de alcanzarme.
Me siento culpable de que me mires con esos ojos, llenos de desesperación y dolor. Algo que tu brillo no debería de mostrar, no con esa belleza etérea que posees.
—Lamento no poder servirle más, Oyuki.
Con una sonrisa y lágrimas adornando mi rostro, logré decir tu hermoso nombre.
«Si la muerte vino por mí, mis labios se dan el placer de pronunciar tu nombre»
Por un momento recordé tus manos pequeñas sosteniendo un dibujo que hiciste, donde habían unas bellas flores y me apuntabas a mi como a una de esas florecillas. Supongo que ahora seré una de esas flores.
Mi mente se apagó. Antes de sentir como todo se volvía oscuro, y ya no escuchaba nada.
Mi cabeza ya había sido arrancada de mi cuerpo.