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La sangre comenzaba a secarse en el suelo, los cuerpos permanecían completamente quitos, comenzando a enfriarse con el transcurso de los minutos.
Las miradas comenzaron a desvanecerse, y las oscuras siluetas a disiparse.
—Tri...Triqui.
Se escuchaba como la peliblanca murmuraba en voz baja, su tono de voz denotaba el dolor que sentía en su pecho. Sus manos se aferraban a si misma, tratando de consolarse a si misma, o por lo menos, hacer el intento.
—¿Por qué?, ¿Por qué tu?
Pregunto a la nada, sabiendo que no obtendría respuesta alguna. Menos sabiendo que el resto estaban a favor de aquella nueva ley.
—Eras tan testaruda —volvió a murmurar.
Cada vez que comenzaba a recordar la personalidad de la joven, que ahora solo era un cuerpo inerte y sin cabeza, las lagrimas comenzaban otra vez a formarse.
—Testaruda, al igual que yo —Dijo con la voz quebrada, recordando el carácter de ambas.
Se escuchaba el sonido de pisadas golpeando duro al suelo, su mirada se levanto hacia al frente, sabiendo los ojos que encontraría.
—¿Qué quieren?
Su pregunta salió en un murmullo ronco, su respiración se encontraba algo agitada por procesar aun el shock de la situación.
—Lo que tanto abrazas, tatar miserable —respondió el hombre en frente con repugnancia en su voz.
Sus ojos se abrieron de par en par, observándole con temor y una ira oculta en sus pupilas.
—¡Ni se atreva! —exclamo, abrazándose con fuerza al 'cuerpo' en el piso.
Las risas comenzaron a salir de los labios de aquellos hombres en frente de ella, y sus ojos se encogieron al comprender el futuro de la situación.
—Claro que nos atreveremos, Tatar.
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Leves hipidos entre cortados salían de sus labios, su cuerpo temblaba, y su vista se mantenía borrosa. Aun podía jurar que escuchaba los gritos de las victimas como un mantra en sus oídos. Ahora, solo quedaban los restos de sangre seca en el suelo.
—¿Por qué?
Soltó otro murmullo en apenas un suspiro entrecortado, sus ojos ahora rojos, estaban brillosos e hinchados por el llanto.
Su mano se estiro y tomo con cuidado los lentes rotos entre ellas.
—Triqui... Te extrañare.
Un leve beso proporciono sobre el cristal de los lentes, y los presiono en su pecho con delicadeza.
—Ni siquiera un digno funeral te pude ofrecer.
Se lamento con una mirada culpable, bajando la cabeza hacia abajo. Las lágrimas seguían bajando por sus mejillas, las cuales terminaban mezclándose con la sangre en el suelo.
—Se que no me puedes escuchar..., y solo me queda decirte que fuiste servicial. Cumpliste tu trabajo de cuidarme, Triqui.
La mueca de desconsuelo permanecía en su rostro, pero, ahora con una pequeña sonrisa en sus labios.
Sabiendo que Triqui había cumplido el destino que ella quería cumplir para ella, servirle.