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—¿Es un chiste, cierto? —cuestiono Crótalo con incredulidad en su voz.
—No...Triqui...falleció —le respondió gules sollozando.
El mayor se quedó en silencio ante la respuesta de su hermano menor. Sus manos se formaron en puños ante la frustración y desesperación que empezaba a sentir.
—Largo de mi oficina —murmuro en un tono que Gules comprendió. Necesitaba tiempo a solas.
Saliendo el joven, y quedando tan solo el, sus manos golpearon su escritorio con fuerza, dejando las marcas de sus puños sobre él.
—No...no puede ser ¡NO! —exclamo en un grito, y golpeando tan fuerte el escritorio que este se hizo añicos ante sus manos.
—¡Debe ser una puta broma de Kayoshi para molestarme!, ¡SI!, eso debe ser, él tiene la culpa.
Estaba alterado, sus nudillos estaban manchados de su propia sangre al destruir la meza y las copas de vidrio sobre ella.
Su mirada se posó sobre el retrato familiar que estaba en la pared. La figura de él, y sus dos hermanos estaba intacta, en cambio la de Triqui tenía una parte de su cuello marcado en rojo.
—¡Gules, ven aquí de nuevo! —exclamo, llamando nuevamente a su joven hermano.
—¿S-sí? —le pregunto este con la voz entrecortada por sus sollozos.
—¿Causa de muerte?
—Decapitada...
—Bien, puedes irte —Gules le obedeció, y estaba el solo otra vez.
Sus ojos volvieron otra vez al retrato en la pared, fijándose solamente en la marca roja del cuello de Triqui.
—Decapitada... ¡No es justo! —exclamo encolerizado.
Tomo su cabeza entre sus manos, tirando de sus cabellos con fuerza.
—¡No es justo!, ¡Simplemente no lo es!
Un suspiro entre cortado escapo de sus labios.
—Conociendo a Kayoshi... ni siquiera tuviste digna sepultura —murmuro.
Sus labios se apretaron con fuerza, sintiendo como las lágrimas empezaban a bajar por sus mejillas.
—No era justo para ti... hermanita.
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—¿Por qué tengo que estar siempre siguiendo tus ordenes?
—Porque lo hago para cuidar de ti, y tus hermanos.
—Ya no soy una niña.
—Para mí sí, Triqui.
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—Mi pequeña Triqui... Te has ido, solo por seguir mis ordenes —susurro pasando su mano manchada en sangre sobre su rostro—. Si no te hubiera enviado a espiar Tartarys...todo habría sido distinto.
Su mano seguía apretando su rostro, tratando de controlar sus emociones.
—¿Acaso piensas extinguir todo el legado Urk, malnacido? —le pregunto a la nada, alucinando que tenía en frente al Emperador tartariano en frente—. ¡TODO ES TU CULPA!
Se trato de abalanzar sobre la ilusión, pero esta solo se desvaneció ante sus ojos, y termino golpeando la pared. Creando una grieta sobre esta.
—¡Maldición!, hasta en mi sufrimiento me atormentas —murmuro con rabia—. Desgraciado...
Observo una foto sobre una mesita a su lado. La acaricio, y sonrió.
—Me las pagaras de una u otra forma, Kayoshi.