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—Es un niño, señora —hablo con calma el doctor.
—¿Eh?, ¿es esto normal, doctor? —cuestiono la mujer, ya que el recién nacido estaba empezando a sollozar.
—¿Qué?, ¿esta llorando? —pregunto con voz sorprendida, manteniendo aun así un rostro monótono—. Es un tatar, señora.
—Es...imposible —murmuro la mujer.
—Lo es, señora.
Un suspiro escapo de los labios de la mujer, y esta frunció el ceño.
—¿Acepta dinero? —pregunto observando como el doctor se quitaba sus guantes.
—¿Dinero?, por supuesto —al sacar sus guantes los guardo en sus bolsillos, observando nuevamente a la mujer.
—Bien, perfecto. ¿Tenemos un trato?
—Trato. Yo aceptare su dinero, a cambio de mi silencio.
—Exactamente. Estrechemos nuestras manos por el pacto.
—Bien.
La mujer con su mano desocupada estrechaba su mano con la del doctor. Haciendo oficial el juramento de silencio.
***
—Shimizu, ya lo tienes claro. No demostrar emociones, solo tu rostro duro y serio. Eres el almirante del Imperio, no puedes permitirte ser descubierto a estas alturas —hablo su madre, mientras ella se frotaba sus sienes.
—No te preocupes madre, tendré cuidado.
—Eso espero.
El joven sonrió, y salió de la casa cerrando la puerta con suavidad.
—Este niño, se que no durara mucho con esto —susurro con pesar.
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Mi trabajo era velar por la seguridad de la princesa. No logre comprender las palabras que me comentaron antes de aceptar la orden.
—Esa niña es anormal. No lo hables más de diez palabras.
¿Anormal? Supongo que debe ser algo novedoso para la Gran Tartarys.
—¿A qué se refiere con sus palabras? No lo comprendo —pregunte, manteniendo un rostro serio. Tratando de mantener mi fachada.
—Cuando la conozcas, me comprenderás joven Shimizu —habiendo dicho esto, el hombre me dio un apretón de manos y salió de la sala.
El primer mandado que tenía era informarle a la joven que se reuniera con su institutriz.
Un suspiro salió de mis labios, y salí de igual forma de la sala.
***
—Aquí voy —murmure con algo de nervios.
Estaba al frente de la puerta de la princesa, el color de esta no era muy diferente de las tantas que había en el palacio. Solo café oscuro con negro en las orillas.
¡Toc toc!
—¿Quién es? —escuche como una voz suave hablaba dentro de la habitación.
No muchos segundos después empecé a escuchar como la manilla de la puerta se movía, pero aun no se abría la puerta al completo.
—Princesa Oyuki, la esperan en el jardín —hable con un tono serio, tratando de sonar lo menos amable posible.
—¿De parte de quién?
—Su institutriz.
La puerta se abrió completamente, y se hizo presente la figura de la niña. No faltaba comentar que era preciosa, nunca vi a alguien como ella. Su cabello blanquecino parecía que brillaba con la tenue luz que estaba en los pasillos, sus grandes ojos azules resaltaban su pálida piel. Parecía una muñeca de porcelana con aquel vestido que llevaba puesto.
—Oh, eres tú Shimizu..
Asentí, supuse que ya le habían informado quien era yo.
Note como me daba una leve reverencia, y mi ceño se frunció. ¿Por qué hacia eso?, se supone que tendría que ser al revés.
—¿Sucede algo? —escuche como ella me pregunto con nervios.
Me mantuve en silencio, y con mi rostro aun serio, noté como ella empezaba a morder sus labios por causa de su nerviosismo.
—Yo... bajare al instante.
Al escuchar sus palabras me moví rápidamente, impidiéndole el paso, y tomé la palabra.
—Su excelencia, lamento el incomodarla de esta manera, pero, quiero que quede algo claro entre nosotros.
—¿Uh, y que es? —pregunto ella.
—El que debería estar arrodillándose, soy yo, no usted. ¿Lo ha entendido, Majestad?
—Si, Shimizu.
Un suspiro salió de mis labios, y relaje mi expresión.
Di una reverencia, y la acompañé al jardín. Era callada, pero en el transcurso de la caminata empezó a expresarme con más confianza.
—¿Cuál es tu nombre completo? —cuestiono ella con un brillo curioso en sus ojos. Era adorable.
—Shimizu Takashi —respondí con mi monotonía obligada, mientras seguíamos avanzando por los pasillos.
—Oh, me gusta. Yo soy Oyuki Yokimuro.
Asentí ante su respuesta, no podía permitirme el expresarme como ella lo hacía. Aunque de todas formas era muy tentativa la idea de responderle de manera agradable.
—Lindo nombre —murmure de repente.
Ella se volteó a observarme, y me obsequio una pequeña sonrisa.
—Gracias. Eres el primero en decírmelo —respondió ella con suavidad.
—De nada —pude responder en voz baja. Al final no pude evitar responder con amabilidad.
Sin duda este iba a ser el mejor trabajo que me recomendaron, no puedo permitirme ser cruel con una pequeña criatura como ella. Simplemente no puedo hacerlo.
Noté como ella me sonreía, y se la devolví con suavidad. Caminamos hasta que ella se detuvo, apuntando a uno de los tapices del pasillo. El cual estaba representando una imponente criatura de escamas oscuras y ojos centelleantes. Ella estaba fascinada al verlo.
—Shimizu... ¿qué es esto? —me preguntó, señalando el tapiz.
Observé la imagen y respondí con calma.
—Es un dragón, Princesa. Los dragones han sido parte de Tartarys durante siglos. En los tiempos antiguos, los dragones protegían nuestras tierras de la maldad. Y solo los gobernantes más dignos podían domarlos, ademas de que su fuego purificaba el Imperio de la corrupción —Explique en un breve resumen. Amaba que me preguntaran sobre esto.
La princesa solo ladeo su cabeza, estaba intrigada por el tema. Era notorio por el brillo de curiosidad en sus ojos.
—¿Siguen existiendo? —esboce una ligera sonrisa, pero mi expresión era indescifrable.
—Si, aún existen. Solo que están "dormidos", junto con nuestros Dioses.