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La nieve caía a torrencial, se escuchaban pisadas apresuradas atravesando por el bosque. Las ramas se aplastaban con cada pisar por minuto.
Los pasos cesaron, y se escuchó un suspiro pesado.
—Fue una larga caminata —murmuro la peliblanca, sujetándose de sus rodillas.
—Demasiado —una voz masculina se escuchó a su lado.
Un grito de sorpresa se escapó de los labios de la joven, escondió su rostro entre sus manos, tratando de ocultarse vanamente entre ellas.
—No soy el demonio, Majesty —dijo soltando una risa.
Una expresión sorprendida e incrédula permanecía en su rostro.
—¿Shimizu?
—Ese es mi nombre, Majesty.
—¿Qué haces aquí? —estaba confundida por encontrarlo por esos lares.
—Buscar llevarte al palacio, a casa —se arremango sus mangas—. Se necesita tu presencia por allá.
—¿Y hay alguna razón?
—Las competencias reales —estirándose observaba de reojo la reacción de la joven—. ¿Preocupada?
—Si, un poco —un suspiro escapo de sus labios—. La verdad sí, estoy muy preocupada.
—¿Por qué? Si es que me permite preguntar, Majesty.
—Tú ya estas al tanto de mi entrenamiento. Soy pésima con el arco.
—Pero eres buena con la espada, te he visto entrenando a escondidas.
—Solo estas exagerando las cosas.
—No lo hago, Majesty. Tanto como mujeres y hombres pueden manejar una espada —observo el cielo, notando como empezaba a oscurecer—. Debo llevarla a casa.
Un suspiro resignado escapo de sus labios, empezando a seguir los pasos del más alto. Se sentía segura estando a su lado.
***
—Hasta que regresas, mocosa.
—Es un gusto igual verte, padre —saludo con una suave sonrisa.
—Tsk!, Señor para ti, tatar.
—Lo sé, Señor —cabizbaja se dio la vuelta, y empezó a caminar a su recamara.
—Entrena para las competencias. Tartarys siempre debe ir en la cabeza.
—Si, Señor —respondió en un murmullo.
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Solo se escuchaba el hojear suavemente de las hojas, y el sonido del viento chocar con las ventanas.
Bebió un sorbo de su leche caliente, dejando un rastro de espuma en sus labios.
—Dulce —acaricio con suavidad la taza, dejándola sobre su mesa.
Abrió la boca, masticando el trozo de pie de limón que había preparado. Algunas migajas quedaron sobre sus labios, los cuales limpió con su lengua.
Mientras comía, sus pensamientos se mantenían como una enredadera.
«Tartarys siempre debe ir en la cabeza»
—A la cabeza —murmuro en voz baja, dejando la taza aún lado.
A la cabeza, Tartarys siempre iba a la cabeza. No importaba la situación, ni el inconveniente, o competencia, nada. Tartarys, siempre quedaba a la cabeza.
—Siempre al frente…
***
La brisa estaba fría, como cada mañana en el Imperio. Aunque esta era un poco diferente, el clima se encontraba más… frío.
—Se acerca una tormenta —comento uno de los ciudadanos a la mujer a su lado.
—Es más que una tormenta —Naja mantuvo su postura frente al balcón, dejando sus manos sobre la barandilla—. Bueno, eso deben de comprobarlo los meteorólogos.
—Si, pero yo creo que será una tormenta simple.
La tartariana se volteó a verlo.
—¿Una simple tormenta? —le cuestiono, cruzando sus brazos y alejándose del balcón—. Se nota que no eres de por aquí.
—¿Se nota? —pregunto apuntándose a sí mismo.
—Demasiado.
—Centellas…
***
Un escalofrió recorrió por la espalda de la joven princesa al salir a terreno. Ya unos cuantos estornudos se habían escapado de sus labios.
—Se viene una tormenta —menciono Shimizu, observándola de reojo.
—Lo note, hace bastante frío.
—Como cualquier día diario.
—Si, pero más que de costumbre.
—Bueno, es verdad —se acerca a la joven, dejando un chal blanco sobre sus hombros—. Mi deber es cuidarte.
—Gracias —por la vergüenza un leve rubor se formó en sus labios—. Pero no era necesario…
—Solo es mi deber.
«Solo es mi deber»
Aquella frase le traía tantos recuerdos, recuerdos de aquella chica que poseía cabellos castaños. Sus ojos observaron la mesita aún lado de su cama, la cual tenía sobre ella esos anteojos trizados, pero, ahí estaban.
—Triqui…
Un suave murmullo escapo de sus labios, bajando la mirada hacia abajo.
—Mejor vuelvo adentro —con la cabeza baja, se alejó e ingreso a su recamara.
—Aún le duele, Triqui —murmuro, observando hacia el horizonte. Mientras sentía como una lágrima bajaba por su ojo.