—Orestes, debemos volver a nuestras tierras lo más pronto posible, las cosas con esta manada no funcionarán algo me dice que esto es una trampa, no sé cómo puedes confiar ese mentado lobo gris — gruñó el de ojos verdes al hombre que ni siquiera lo voltea a ver.
Orestes el alfa de la manada luna de espinas, un hombre imponente cruzado de brazos en su pecho mirando a la inmensa oscuridad frente a él, su cabello largo siendo movido por el viento que arrecia a cada minuto, con su rostro tenso sin expresión alguna, miró de lado a su amigo con sus ojos negros esos que llevan como recuerdo una gran cicatriz de lado izquierdo atravesando su rostro.
—Deja de quejarte Hermes — vociferó desde su interior.
—Ellos siguen creyendo en tontas leyendas de lobos, el consejo se ha hecho cargo de manchar la reputación de la manada, tachándonos de traidores — maldijo golpeando el vehículo donde esperaba.
—Ellos nos pagarán un día al considerarnos malditos — antes de poder continuar su camino el aullido lastimero de un animal le hizo voltear en su búsqueda.
Hermes al verlo dudar se quedó quieto esperando que hacer, el alfa no dudó en seguir el sonido topándose con una dura imagen, un cachorro de lobo llorando atrapado de su pata derecha en una trampa, miró la sangre que empezó a mojar su pelaje, un lobo de color blanco, pero de un blanco diferente, su nariz rosa y sus ojos de color gris lo atraen, escuchó el grito de alguien acercándose.
—Lo hemos atrapado, este lobo condenado es el último de esa manada — dijo un hombre entrado en años, intentó golpear al lobo con un palo, pero fue detenido, sus ojos se abrieron con sorpresa al ver el inmenso hombre parado frente a él.
— ¡Lárgate! — gruñó pesadamente cerrando su puño rompiendo en pedazos el palo con el cual pensaba golpear al lobo.
El hombre asustado obedeció corriendo despavorido mirando en ocasiones detrás de él para ver si era seguido, pero para Orestes era un humano infeliz más, tomó al cachorro y regresó de vuelta a sus tierras, no esperaría más, miró en el lobo algo que movió su interior, ese rechazo que su manada ha tenido por años por culpa de un pasado que no puede cambiar, la manada luna de espinas era conocida por ser la manada maldita por la luna, una manada olvidada y sin lazos, condenados al exilio por traición, por ello su interior siempre ha estado lleno de odio para los demás, principalmente hacia los humanos que condenaron a su familia.
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A kilómetros de distancia...
Un hombre discutía con su esposa por la decisión que había tomado, él debe hacer lo mejor por su hija y si es regresar a esas tierras lo haría...
— Debes de pensar en nuestra hija Flavio.
— Porque lo hago es que esto es lo mejor para ella — afirmó dejando la maleta en la cajuela del auto.
—Cómo va a estar lejos de nosotros en esa tierra que no conoce, tenemos años de no ir, ella estará sola, no puedes hacer esto — volvió a exigir la mujer tomándolo de la mano.
—La has visto a los ojos Malena, ella está muerta aquí; haré todo por mi hija y el alejarse de este lugar es lo mejor para ella, sé que allá ella nos ayudara nuestra hija estará bien, he hablado con ella — se soltó del agarre para mirar a su hija sentada dentro del automóvil sin moverse.
—Pero es que ella no conoce nuestro pasado, no sabe nada de ese mundo — se acercó a él de nuevo.
—Dale tu bendición mujer es lo que más necesita, no tengo otro lugar donde Dalia esté segura — dijo desesperado.
—Estás metiendo a Dalia a la boca del lobo — dijo en secreto soportando sus lágrimas —Además que tú no puedes entrar en esas tierras— se tomó del pecho de su esposo.
—Malena... ella estará bien — con eso se separó y entró al automóvil. Malena limpió sus lágrimas.
— Dalia hija mía te adoro, tu padre hace lo mejor para ti... — depositó un beso en su frente.
—Mamá... te quiero.
Dalia de León, una joven deprimida, sufre de ataques de ansiedad que no le permiten vivir, llora sin sentido, no soporta los lugares con mucha gente, por años ha caído en ataques de pánico, por lo cual decidió vivir encerrada en su habitación. Dos intentos de suicidio le han hecho tomar a su padre una decisión contra su voluntad, llevar a su hija a esa tierra perdida con su hermana, tantos psicólogos y ninguno ha ayudado. Pero ella aceptó irse solo para permitirle a su madre vivir tranquila, tantos años ocupando su atención ha desentendido a su hermana pequeña y no desea que eso siga así, adora a su padre por ello sin pensarlo tomó ese pase de salida, pero Dalia no conoce el pasado de la familia León...
La vida de Dalia cambiará para siempre...