Dalia recobró por un momento la conciencia abrió sus ojos observando como los árboles se movían lentamente, estos mismos le ardieron por la sangre que había en ellos, pero no tenía fuerzas para limpiar su rostro, pasaron unos segundos y fue consiente que ella era la que se movía, alguien la lleva en brazos, el calor de quien la carga la traspasa de una manera que no tiene explicación y coherencia, alza la vista mira el rostro serio de quien la lleva consigo... no sabe por qué eso se siente tan normal, tan seguro... Cierra los ojos de nuevo, una imagen se construye en ella una mujer corriendo tomada de la mano de alguien más no logra verles el rostro, después solo llega la nada y una oscuridad que la abraza.
Orestes no dice ninguna palabra mientras Alysa tampoco lo hace, en ocasiones baja su mirada a Dalia, pero se mantenía rígido, lo que está haciendo va en contra de todo lo que ha construido, pero Alysa es su todo y por ella haría más que eso, la mujer que lleva la defendió sin necesidad de hacerlo, pero aun así tomo la decisión y para él aunque todos crean que él es lo peor y un hombre desalmado su mayor tesoro era su familia. Pasos antes de llegar a la casa la pequeña lo ve con duda.
—No la llevarás a la casa tío Ore — dice confundida al ver que camina rumbo a los cobertizos.
—No, Alysa sabes las reglas nadie entra a la casa, ella se quedará en una de las habitaciones del cobertizo más cercano — camina rumbo a este, la pequeña no pierde el tiempo y corre a la casa sabe que eso se lo tiene que decir a su abuela. Orestes suspira porque la conoce sabe que no se quedara quieta es tan parecida a él. Pero él tiene sus reglas y las cumple.
Entra al cobertizo rumbo a la única habitación de este donde una pequeña cama está en medio de todo acompañada por una mesita y una lámpara, la deja en la cama nada más para después disponerse en salir, pero se detiene en el marco de la puerta la mujer está herida y alguien debe curarla, piensa en hablarle a alguien de su gente, pero sería llamar mucho la atención, ni de broma se lo pediría a Alba, mientras mantiene esa discusión interna su madre entra de golpe sin tiempo de tener algo que decirle.
—Me ha dicho Alysa que... — se frena al ver a Dalia en la cama con el rostro lleno de sangre.
—Sí, mandaré a alguien con un par de mantas y algo para curar su herida — dice Orestes antes de salir pero su madre no se lo hace fácil.
—No, tú te quedas aquí con ella yo iré por eso, esas ideas que has creado en todos que los humanos no son bienvenidos no me voy a arriesgar a una revolución en la manada — Elena lo deja ahí sin oportunidad de encararla, piensa contrariado en que momento su madre se había vuelto tan mandona.
No sabe que le hace quedarse, pero obedece se cruza de brazos alejados de ella, cuando ve que ella comienza a moverse se acerca, pero aun guardando suficiente distancia. Dalia se retuerce de dolor, pero Orestes no es capaz de descifrar el porqué, el único daño visible es su herida en el rostro. Pero Dalia se mueve aún más. Orestes al sentir que la respiración de ella se altera y comienza a quejarse levemente se acerca, no sabe qué hacer reacciona al darse cuenta de que ella no puede respirar con facilidad, la toma de los hombros y la sienta en la cama, ella no abre los ojos su cuerpo lo siente tan sin fuerza que coloca su mano en su rostro.
—Mujer... respira — dice así nada más dudando de que más hacer «Respira... anda cálmate» vuelve a decir desesperado, él no es un hombre delicado no sabe cómo tratar a una persona en un momento así en esas situaciones él no interviene, no mide ni le importa los sentimientos de los demás.
— P-or-f-a-v-or, ya no... p-ue-do — las palabras salen con dificultar de ella con la respiración entre cortada, Orestes se preocupa tal vez paso desapercibido un daño mayor.
Comienza a hiperventilar de una manera que el aire no pasa correctamente a sus pulmones, se pone de pie con ella y la pega a su cuerpo para que sienta su respiración.
—Vamos, tienes que respirar... — mantiene su agarre en su cintura al ser tan pequeña a comparación de él sus pies cuelgan a una distancia considerada del suelo, con su mano libre sujeta su rostro para que le mire. «¡RESPIRA DALIA!» grita fuerte haciendo que ella abra sus ojos y lo mire fijamente a los suyos, Orestes se queda perdido en ellos ese color claro le movió algo que ni el mismo sabe que es, como sí... «¿Por qué siento que...?»
— ¿Qué pasa Orestes? — dijo Elena entrando con todo lo necesario para curarla, la coloca en la cama de nuevo y sale de ahí sin decir nada. Su madre le ve perderse preocupada, regresa su vista a Dalia que permanece inconsciente aun, pone atención a su herida y comienza a curarla.
Orestes atraviesa el bosque a velocidad hasta que está lo suficientemente lejos de la casa se frena de golpe, mira todo a su alrededor queriendo calmarse, aprieta las manos con fuerza cierra sus ojos y la única imagen en su mente son los ojos de Dalia...
— ¡¿Por qué?! No entiendo — se dejó caer recargado a uno de los árboles. Mira las hojas de los árboles pensando en lo que Dalia provoca, claramente sintió que algo quemaba dentro de él, pero nada tiene sentido para Orestes esa es la segunda vez que la ve en su vida... pero lo que él piensa tiene otro nombre que le parece una locura. «Porque siento que te conozco...»
Elena terminaba de limpiar el rostro de Dalia, miraba con cuidado la herida y untaba un poco de una crema que Ágata le prepara especialmente para ella. Siente como el viento se hace presente.