Una flor para el alfa

Capítulo 4

Dalia entró corriendo por la puerta principal de la casa cerrando la puerta y sentándose en el suelo recargado a ella, Ágata por su parte caminaba en su dirección pensando que alguien la había atacado, pero solo podía ver que su cuerpo temblaba e intentaba calmarse.

— ¿Dalia? — dice con voz bajita intentando no asustarle. La menor alza su mano en señal que le dé un momento.

—Neces-ito res-pue-stas, necesito respuestas — aclaro su voz después de intentar que estas salieran de ella.

— ¿Qué ha pasado?

—Todo, ¡dios todo!, en serio ¿Qué ha pasado? Estoy en medio de la nada con mi tía una tía que tiene algo de aura mística y mágica, en medio de un bosque que oculta tantas, pero tantas cosas, he caminado de vuelta acá con un hombre lobo uno malhumorado y arrogante, muchas veces me dije que las cosas que yo miraba en mi cabeza no existían intentando tener una vida normal, busque que esta enfermedad tuviera nombre y ahora resulta que puede que no esté loca ni enferma y quiero entender eso, ¿Qué no sé? ¿Por qué estoy aquí? Necesito que me digas que lo que yo siento lo que yo vivo aquí dentro tiene sentido — dice con prisa intentando calmarse a cada palabra. Ágata

—Es demasiado para un día — Ágata tomo asiento a su lado.

—Lo es — dice soltando el aire de sus pulmones.

—Dalia lo que vive en este bosque va más allá de la imaginación aquí existen tantas cosas que asustarían a quien sea, pero tú eres una mujer fuerte sé que puedes con ello, ¿Por qué estás aquí? Lo siento cariño, pero eso es algo que tú debes descubrir y afrontar sola — dice esperando la respuesta de Dalia.

—Solo contéstame algo ¿Él? — dudo un momento en continuar «Siento que él tiene la respuesta a lo que estoy viviendo» dice apenas audible.

—Dalia, has lo que tu corazón te dicte es el único que tiene la respuesta — con eso último se puso de pie dejándola sola.

Dalia se quedó un minuto más tratando de procesar la conversación tomando una decisión tenía que encontrar esa respuesta y no duda de que en ese hombre amargado la encontrara.

Orestes regresó a la casa, molesto y harto sin explicación, aunque culpaba la actitud de Dalia que lo había puesto de mal humor, miro a su alrededor como todos los días los hombres de la manada hacían un poco de ejercicio, se percató que su madre salía del cobertizo donde Dalia había estado y soltó el aire cansado estaba preparado su madre no se lo haría fácil.

— ¿Dónde está Orestes?

—En casa de la bruja — dice de mala gana mirándola fijamente.

—Pero sí que eres un insensible, estaba lastimada y temerosa.

— mmm si temerosa, es una altanera e irrespetuosa — gruño

—Orestes es una jovencita, una dama que debe ser tratada con respeto me sorprende que tú siendo el hombre que eres seas así tan...

—Tan bestia — completó Orestes mirando duramente a su madre

—No, esa no es la palabra que yo buscaba decir Orestes — dice tratando de calmar la actitud de su hijo, pero este sigue su camino sin esperar nada más.

—Es una bestia — la voz de su hija Rita la hace girar hacia ella.

— ¡RITA!

—Mamá lo es, vivir en medio de un bosque sin tecnología solo porque así se siente más seguro, vivimos como animales... — dice Rita, pero Elena no soporta la conversación camina hacia la entrada de la casa para después entrar, pero su hija es peor que terca.

—Basta Rita, no tendremos otra vez esta conversación — dice cansada

—Por eso mi hermano se fue, no soporto vivir bajo el yugo de las reglas de Orestes si yo no hubiera cometido ese error tan grande...

— ¡QUE TE CALLES RITA! — ordeno.

—Sabes que no estaría aquí — dice al momento que sale corriendo a su habitación.

Alysa permanecía escondida entre las escaleras, ya no era tan pequeña como para no entender de qué error hablaba su madre al final tenía tiempo sintiéndose sin amor por parte de ella, espero que su abuela desapareciera de ahí para salir corriendo al bosque Orestes se dio cuenta y la siguió, sabe a dónde se dirige cuando algo no le gusta en la casa corre hacia Ágata y el mayor lo permite solo para verle feliz, pero puede darse cuenta de que la pequeña va llorando y eso no le gusta, se detiene a la orilla del territorio cuando Alysa golpea con fuerza la puerta escondida para ella y grita el nombre de Ágata.

— ¡Ágata por favor abre! — dice en un tono de súplica que a Orestes le duele, al ver que nadie le abre decide acercarse, pero el ruido de la puerta lo regresa a su escondite. Quien abre no es a quien ella espera sino Dalia ya con ropa diferente y el cabello húmedo.

—Perdona pequeña, pero tomaba un baño y creo que Ágata no está — dice hincándose frente a ella. «¿Puedo hacer algo por ti?» habla tranquila al notar que Alysa llora. «Dentro hay para preparar chocolate caliente y así esperas a Ágata tranquila» la pequeña solo asiente y Dalia le permite pasar, antes de cerrar la puerta alza la vista al bosque, Orestes sigue ahí atento hasta que ella cierra completamente.

El alfa no duda que estará bien dentro, pero necesita acercarse un poco busca ágilmente como entrar a la casa para colarse sin ser visto hasta donde ambas están, la cocina cuenta con una ventana cerca del patio y un par de enredaderas le sirven como barrera para no ser visto, agudiza sus sentidos tratando de escuchar.




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