Daphne Bonnet.
La Navidad es una celebración por el nacimiento de Jesús, las familias se juntan, comen, beben y hablan, en mi familia no. En mi familia somos cinco, mi madre, padre y mis dos hermanas. Soy la del medio, la menos querida. En mi familia, la Navidad no se festejaba, ya que mi padre llegaba cansado del trabajo, así que era un anoche más en la que comíamos pavo.
Somos la familia Bonnet, la familia supuestamente perfecta, mi padre es un abogado y mi madre nos cuida y se fija que seamos perfectas.
Todas las navidades cenamos pavo y luego nos dormimos. Esta navidad para mi, sería diferente. El 23 de diciembre fue mi cumpleaños número 18. Ya era mayor de edad, y eso solo significaba una cosa.
¡Salir al muelle con mis amigas!
Casi todos los mayores de 18 o 17 años iban ahí con sus amigos a tomar y bailar.
Mis padres nunca van a aceptar que me quiero dedicar al atletismo, dicen que es solo un deporte aburrido y no te lleva a nada. Para mi no, pero ellos nunca entenderían.
En cambio, a mi hermana mayor siempre la apoyaron, ella empezó a pintar y decidió vender esas obras, y claro, mis padres siempre la apoyaron.
Termina esa horrible y silenciosa cena y subo para cambiarme. Me pongo un vestido blanco, corto, se me pega a el cuerpo como segunda piel, y tiene un grande escote, mis mejores amigas tenían el mismo, solo que en negro y rojo.
Mi celular suena y veo que es un mensaje de unas de mis mejores amigas, Ayellen Rousseau.
Aye: Ya estamos, baja rápido.
Yo: Ahí voy.
Sonrío al ver el mensaje y rápidamente, salgo de la casa y veo el auto gris de Ayellen, ella conduciendo y Chloé, de acompañante. Que tiene el vestido rojo y Aye el negro.
Ellas son mis mejores amigas desde que somos chiquitas, primero conocí a Chloé, ella vive al lado mío y luego a Aye en el jardín de infantes.
—¡Que empiece la fiesta, lindas! —dice emocionada Aye mientras saca las latas de cerveza, pone la música a todo volumen y arranca para irnos al muelle.
Sonrió de emoción porque con ellas, puedo ser yo.
Llegamos al muelle y hay mucha gente, la mayoría mayores de 17, música a todo volúmen y varias personas bebiendo y bailando. Bajamos del auto y empezamos a bailar y a beber todo lo que queda de la noche.
—Iré por más cervezas—les digo por encima de la música a mis amigas.
Me acercó al auto y saco una lata y la abro. Estoy tan ebria, que no sé porqué sigo tomando, supongo que para ahogar todo el dolor que siento al no poder poner felices a mis padres o no ser suficiente para ellos, no ser perfecta.
Cierro la puerta del auto, me doy vuelta y me chocó con algo, o más bien, alguien.
—Ups...—le digo con una sonrisa, ya que le tire la cerveza en la camisa, ¿Por qué esta situación me parecía tan graciosa?
Levanto la vista, ya que el es mucho más alto que yo, y me encuentro con un chico de ojos color cafés y su pelo negro despeinado.
—¿Ups? —pregunta con una pequeña sonrisa divertida—. ¿No me deberías decir, "lo siento" ?
Yo lo dudo y niego con la cabeza.
Le pondría un apodo, idiota sexy... Mmm... No, ese no, luego pensaría en otro.
—No, no... No lo creo—le digo mirando su camisa negra y ahora tiene una mancha de cerveza gigante. Se le marcan los bíceps, unos perfectos bíceps.
Doy por terminada la conversación y me alejo de el para ir con mis amigas, pero solo estaba una, Aye.
—¿Y Chloé? —le preguntó mientras la buscó con la mirada y entre tantas personas, no la encuentro.
—Se fue a conquistar chicos, ya sabes, esta con esa basura de encontrar al chico perfecto—me dice mientras le da un sorbo a su lata. Me señala a mi mejor amiga, Chloé, que esta hablando con un chico de pelo marrón y ojos verdes—. Ahi esta, vamos.
Nos acercamos a ellos con una sonrisa.
—Hola, soy Daphne—le digo al chico y el sonríe.
—Alejandro.
Chloé nos agarra del brazo y nos aleja un poquito.
—Nos invito a su casa, ¿Podemos ir? —nos pregunta en lo bajo, pero lo suficiente para escuchar—. Tiene dos amigos más, para que no se aburran.
—Por mi si, hay que tener diversión, solo se vive una vez—dice Aye con una sonrisa, y luego las dos me miran. Hago una mueca.
—No sé chicas, es un desconocido y...
Aye pone sus manos en mis hombros.
—Daph, eres mi mejor amiga y quiero lo mejor para ti, olvida a Connor por una noche y diviértete—no digo nada pero asiento y dejó que ellas hablen—. Iremos.
Alejandro sonríe y nos lleva un poco más lejos donde hay una camioneta con dos chicos, uno pelirrojo que esta hablando y el otro es el... ¡Idiota sexy! El sonríe al verme y yo me cruzó de brazos enojada, pero me esfuerzo para no poner mala cara.
—Chicos, ellas son Chloé, Ayellen y Daphne, —dice y luego, nos mira—chicas ellos son Kevin y Liam.
Oh, perfecto, así que el idiota sexy, se llama Liam, ¡Rayos! Necesitaba otro apodo.
Nos subimos al auto, el idiota sexy va de conductor y yo de copiloto, así que me doy unos segundos para mirarlo. Tiene varios tatuajes, pero hay uno en el brazo, es un trébol de las cuatro hojas, solo que la cuarta hoja, esta partida.
Llegamos a su casa.
Dato número 1 de el idiota sexy: Comparte casa con sus amigos.
El barrio donde viven es una calle de mala muerte, hay casas sin terminar, personas en la calle y su casa, como muchas otras en el barrio, esta mal hecha. Bajamos del auto y me paro frente a la casa y Liam se acerca a mi.
—No es una mansión, pero algo es algo, ¿Verdad, niña rica? —me pregunta Liam en lo bajo y con una sonrisa. Yo pongo mala cara, subo los pequeños escalones y entro a la casa con el resto.
Hay un sofá, una vieja televisión, una cama, un mini refrigerador y un microondas arriba. Luego hay un pasillo con dos puertas, el baño y otra pieza. La casa es chiquita y tiene varias cosas rotas. Kevin y Aye se sientan en la cama y se quedan ahí, Chloé y Alejandro se van a la habitación, y Liam se sienta en el sofá. El me hace señal de que me siente con el y por alguna tonta razón, lo hago. El prende la vieja televisión y pone un malo reality de cocina, que no hacen más que gritarse y enojarse entre sí. El sueño me gana y me término durmiendo.