Una Gota de Amor

X. Unas mejores amigas.

Daphne Bonnet.

Recuerdo cuando Chloé y yo conocimos a una pequeña niña de cinco años. Su pelo negro era largo, demaciado largo y sus ojos celestes brillaban de alegria, fantasía y amor. Chloé y yo decidimos hacernos amigas de ella y no nos arrepentimos.

También recuerdo su cumpleaños número seis, fue el primer cumpleaños de ella y nos dijo que nos invitaría, porque éramos sus mejores amigas.

Nunca más nos separamos.

Hoy sonreía al ver la tarjeta de invitación para el cumpleaños de unas de mis mejores amigas. El 11 de marzo era el cumpleaños número 18 de Aye y ese dia, era mañana, solo que ella lo celebraría luego.

La tarjeta es negra y tiene mariposas rosas alrededor. Es hermosa. Estoy en el comedor, junto con Chloé y Aye, esta última nos la estaba enseñando.

—¿Que haremos mañana? —pregunta Chloé devolviéndole la tarjeta a Aye.

—Lo mismo de siempre, —contestó con obviedad y una sonrisa—iremos a una heladería y luego, a el lago congelado para patinar y por último, al mirador.

Hacíamos lo mismo en cada cumpleaños de cada una. Esa heladería, no era cualquier heladería, era única, ya que tenía vista a el lago, que ahora está congelado, y también, hacia los mejores helados.

En el mirador, íbamos a ver el atardecer y nos quedábamos hasta el amanecer, y al llegar el amanecer, nos pintamos de nuestro color. Blanco, negro y rojo. Nos pintabamos el cabello y la ropa con pintura. Y al final del día, todo era risas y diversión.

Porque era algo nuestro y nadie, en su sano juicio, lo podría quitar. Puede que no seamos perfectas o que no seamos las mejores amigas, pero eramos un grupo hermoso. Un grupo unido y nadie arruinaría eso.

La puerta se abre y las tres nos sobre saltamos por el susto. Mi madre entra con las bolsas del súper y las deja sobre la mesa de la cocina.

—Hola chicas—las saluda mi madre—. ¿Que hacen?

—Organizamos mi cumpleaños, señora Bonnet—contesta Aye sacando de su mochila una libreta con varias anotaciones—. Mis padres quieren regalarme un viaje a Alaska, pero no quiero ir con ellos entonces...

No termina, ya que Chloé grita de emoción. Se levanta de la silla y empieza a saltar.

—¡Si, si, mil veces si!

Todas nos reímos y ella se vuelve a sentar en la silla.

—Obviamente si, Aye—le contestó y empezamos a hablar de las decoraciones de la celebración para el cumpleaños de ella.

—Será en mi casa—dice Aye muy emocionada—. Invitaré a todos, mis padres no estarán, —baja la voz para que no escuche mi madre—y créanme cuando les digo que será la mejor fiesta, es porque lo será. Mentiras yo no digo.

—Este año es perfecto chicas, las tres tenemos novios perfectos y todo va de maravilla—dice Chloé y sus ojos brillan.

—¿Como va todo con Jeremié? —le pregunto curiosa, ya que hace rato no lo veo.

Ella se tensa y luego, sonríe.

—Bien, esta todo muy bien.

La noche llega y las chicas se quedan a comer. Luego, voy a mi habitación, agarro una mochila y empiezo a meter ropa, una lata de pintura blanca y varias cosas más. Me freno un momento cuando veo la libreta de poemas. Esto es una tontería. Guardo la libreta en un cajón y bajo las escaleras como si nada pasara.

—Listo, vamos—le digo y nos vamos a casa de Aye para dormir.

Vamos a casa de Aye caminando y vamos a su habitación. Antes, saludo a la señora y señor Rousseau.

La habitación de Aye siempre me gusto. Si cama es súper cómoda y su habitación es de color azul, la habitación de ella tiene de colores: negro, azul y violeta. Es hermosa. Tiene varios vinilos.

Nos pasamos la noche viendo películas de miedo, como Sream, Chucky o Anabelle.

Aye se duerme en la película Chucky y como falta poco para las 12, Chloé y yo nos levantamos de la cama para empezar a preparar todo.

Chloé se queda poniendo la decoración y yo voy a abajo por el pastel de cumpleaños. Esta en la nevera, lo saco de ahí y lo apoyo en la mesa para ponerle las velas.

El pastel lo hicimos Chloé y yo hace unos días, no quedó perfecto, pero quedó lindo. Esta bañado en chocolate negro y tiene pétalos y mariposas rosas pastel.

Subo y entró a la habitación. La decoración son varios, o demasiados, globos tirados en toda la habitación. Son negros y rosas.

Y lo mejor de todo, es que Aye esta muy dormida. Chloé agarra su celular para grabar la reacción de nuestra mejor amiga.

Esperamos a que sean las doce y...

—¡Feliz cumpleaños! —le decimos las dos juntas muy emocionadas.

Aye no sabe ni en donde esta, entre abre los ojos y sonríe.

—Gracias chicas... —dice media dormida aún y se acerca a abrazarnos.

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Aye abre el regalo que le dieron los padres. Son unas botas negras largas, preciosas y un hermoso vestido negro, abierto en la cintura y de tiras con brillo. Ella les agradece y luego, emprendemos nuestro viaje. Nos vamos las tres en el auto.

Como siempre, las tres vamos iguales solo que diferente color. Llevo unas calzas negras y Aye y Chloé negra, luego, un suéter, gorro y unos guantes y sin olvidar el bolso.

Entramos a la heladería y no hay nadie. Le pedimos los sabores y nos sentamos a comer el cono de helado.

—Chicas, —empieza Aye su discurso—no saben cuanto agradezco que estén aquí, siempre hoy y en el futuro, juntas.

Chloé se abanica la cara con sus manos para no llorar.

—Siempre hoy y en el futuro, juntas—repite lo que dijo Aye y yo también.

—Siempre hoy y en el futuro, juntas.

Terminamos el helado y vamos a comer unas hamburguesas de mucha grasa, pero debo admitir, que estaba riquísima. Y luego, fuimos al lago congelado. Tenemos los patines y empezamos a patinar.

Nos caemos, nos reímos y cantamos. Cuando vemos el atardecer, vamos al mirador, para acabar este precioso, maravilloso y perfecto día.

Nos sentamos las tres en el césped y nos quedamos mirando la gran ciudad de Francia. Suspiro por la hermosa vista que tengo y a la vez, sonrío porque tengo las mejores amigas del mundo.




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