Una Gota de Amor

XVIII. Un poco de desborde.

Daphne Bonnet.

Era lunes. Después de tanto tiempo (dos semanas) sin ir a la escuela, era hora de volver. Si, yo tampoco quería pero, estábamos en Julio, ya se iba a terminar la escuela para luego pasar a la Universidad, en el medio de todo eso estaba el baile de graduación, los adultos preguntando que carrera vas a estudiar y tienes que ser muy cuidadoso al responder, porque lo que elijas va a decidir el resto de tu futuro.

Con las chicas nos habíamos quedado a dormir en lo de los tres chicos, así que llegamos a la escuela con ellos. Cuando entramos, ganamos miradas de los demás y no sólo porque estamos buenísimos todos, si no que tienen... ¡Envidia! Mientras cruzamos el pasillo, sujeto fuerte la mano pálida de Liam y el no me suelta hasta llegar al aula, que se despide con un beso suave en los labios.

Temblando de miedo pero tratando de ser fuerte, entró al aula y me siento con Chloé.

—Así que después de todo si era el chico perfecto—dice mi mejor amiga mirando fotos de ella y su novio en su celular—. Somos tan perfectos juntos.

Le sonrío porque tiene razón.

Yo no creía en la perfección porque no la conocía, y luego ví como nuestras bocas y nuestro cuerpo encajaban a la perfección y lo conocí a el y claro que empeze a creer en la perfección, porque el era la definición.

La profesora de Literatura entra y empieza a explicar todo, trato de tomar apuntes pero la verdad, es que ni siquiera me interesa.

Cuando salimos de la clase para ir al almuerzo, en vez de ir a la mesa de siempre, donde están las porristas y los jugadores de fútbol americano, nos sentamos con esos tres chicos perfectos.

—Todos nos están mirando—comenta Liam dándole un sorbo a su batido—. Que molesto, no tienen vida propia.

Se lo había comprado yo, ya que sabía que el no iba a querer comer nada, que por lo menos tomara un batido.
—Odio la atención—vuelve a quejarse y Aye aparta su bandeja de comida y se levanta.
No otra vez, por favor...
Se pone de pie sobre la mesa y hace que todos la miren.

Me tocó la cien estresada. No llevaba ni un día y ya me iba a ir a la detención.
—¿Que tanto miran? —pregunta para todas las personas en el lugar—. ¿No tiene algo más productivo para hacer con sus jodidas vidas?— Kevin se ríe por lo bajo, Liam pone mala cara y Chloé y Ale hablan entre sí—. Hagan una vida propia.
Cuando Aye se baja de la mesa y se está sentando, uno de los del equipo de fútbol americano le dice:
—No lo se, ven a mi casa y dame algo más productivo—cometa con su estúpida sonrisa y luego ríe con sus amigos. Aye se da vuelta para mirarlo y Kevin enseguida se levanta y se acerca a ella—. ¿Te crees que todos te miramos a ti y a tu tonto grupo de ladrones? Claro que no, mirábamos a la zorra de tu amiga e imaginábamos lo lindo que sería follarla.
Suspiro e intento ignorarlo pero Liam no. El se levanta y se le acerca.
El silencio tenso que hay y todos graban o observan me desconcierta, pero aún así, me levanto y voy por el.
—¿Quien rayos te crees para decir eso? —le pregunta Liam serio, seguro y con su mandíbula perfectamente marcada.
—Oye, me creo lo que quiero porque yo no tengo que robar para vivir—dice con una sonrisa el muy imbécil.
Pobre tonto, acaba de cometer un gran error.
Liam me mira y yo le doy el permiso. El no lo duda, le pega un puñetazo en el medio de la cara haciendo que le sangre la nariz.
Los directivos entran, la gente alienta a que siga peleando y luego entre una cosa u otra, todos terminamos en detención.
Estamos en la oficina del director, quien se ajusta sus gafa para leer el papel que tiene en sus manos viejas y arrugadas.
—Entonces, Bonnet, Leroux, Rioux, Leroy, Rousseau y Morello como castigo tendrán que limpiar el patio después del baile de graduación—todos nos quejamos y más sobre porque el otro chico no estaba también, pero claro, como el otro tiene plata—. Ese será su castigo para los seis.
Luego de eso, cada cual se va a su casa, menos yo y mis amigas, que nos vamos a comprar los vestidos de baile de graduación. Entramos a la tienda y hay unos hermosos vestidos, probamos casi todos, pero solo podíamos escoger uno. Chloé eligió uno largo, de tubo, con una abertura en la pierna, tela de ceda, rojo y tirantes finos, le queda hermoso, el de Aye es negro, de tubo, con escote en forma de triángulo y abierto de atrás y el mío... Me tomó bastante tiempo decidirlo pero, por fin pude elegir, lamentablemente, tienes que esperar hasta el final para saber cómo es, pero calma que no falta mucho.
Terminamos, vamos a comer helado y ahora si, cada una se va a su casa.
Cuando entro no veo a nadie, pero luego sale mi madre de la cocina con su lasaña casera, luego, por la escaleras bajan mis hermanas y se sientan en la mesa, dejó mi vestido en mi habitación y también me siento en la mesa.
—¿De que color es tu vestido, Daph? —me pregunta mi hermana menor comiendo un pedazo de lasaña.
—Deja de hacer esas preguntas, Amelie—le contesta mi madre—. Tiene que ser sorpresa, nadie lo puede saber—dice con una pequeña sonrisa.
Yo se la devuelvo por alguna razón, cuando terminamos ayudó a mi madre con los platos, me ducho, me pongo el pijama y me acuesto por fin en mi cama. Cierro lentamente mis ojos hasta quedarme dormida.

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Ayellen Rousseau.

Yo odio el desorden. Soy la persona más organizada que puede haber, supongo que el haber crecido en una familia grande y desordenada, soy una obsesionada con el orden.

Ahora mismo, estoy limpiando mi habitación. De fondo suena música melódica de un piano. Yo adoro tocar el piano, mi abuelo me enseño cuando era chiquita, el murió y aún tengo su hermoso piano de madera. Si entras a mi habitación podrías pensar que odio los colores ya que mi habitación es solo de tonos negros y grises, pero no es así, yo no odio los colores, pero pienso que el negro es perfecto para explicar lo que sentimos. El negro es una luz apagada que esta esperando a que alguien lo encienda, así me siento yo. Mi abuelo era esa persona y ya no esta, yo estoy esperando.




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