Una hermosa mujer

Capítulo único

Una hermosa mujer

-Toy levantá esde la una e la mañana. Me paré a lavá la ropita porque llegó el agua. Me duelen mucho las manos con esta peladera e guisantes. Llegué al mercao a las trej y media e la mañana y esde entonces no he parao.

-Deja la quejadera Melania, - decía el tendero arrastrando sus palabras-, te he dicho que no es necesario que madrugues para venir al mercado – continuó el señor.

Se detuvo un momento para observar sus manos a la vez que acercó su dedo pulgar izquierdo para tocarse suave y profundamente la palma de la mano derecha, pero enseguida retomó su faena y continuó desenvainando los guisantes.

Aquella era la mañana de un 20 de diciembre; de pronto una señora buenamoza se acercó a Melania, quién se encontraba en su puestecito a las afueras de la verdulería de Pablo.  

-Buenos días, ¿me permite sentarme un ratico por aquí? –Preguntó la señora-, inmediatamente los expresivos ojos de Melania se volvieron para observar a la esbelta señora, y con ligero ademán de recelo alzó una de sus cejas, inclinó su quijada moldeando sus labios hacia el lado izquierdo para indicarle el puesto disponible. La delicada señora le sonrió y tomó asiento agradeciéndole el gesto.

-¿Cuál es el precio de los guisantes? - Preguntó la señora -No sé mija, eso ejallá dentro, con elloj. Yo solo los pelo y los pongo en la bolsita, -respondió Melania.

¡Abuela dame diez mil bolívares para comprarme una pelota!

Muchaaaacha e dónde voy a sacá yo diez mil bolívares pa eso! ¿Quién te manda a no cuidá la otra pelota?  

-Esa es mi nieta –comentó Melania -, botó la pelota en un pozo e agua sucia y ya no la podía cogé, taba sucia ¡hubiera agarrao una infeción esa muchaacha!

En ese momento la nieta le rogaba en tono caprichoso que le comprara otra pelota; sin embargo, desistió rápidamente de su pretensión y se marchó dando brincos hasta llegar a un puesto vecino en el mercado, donde su abuela no la perdía de vista. Fue entonces cuando refirió su dolor en las manos, pero sin detener su habilidosa tarea. La señora observaba aquella labor a detalle, mientras le prestaba mucha atención a las palabras de Melania, quien en ese momento revolvía una cantidad suficiente de guisantes que llevaba depositados en una cajita de cartón que posaba sobre sus piernas, a fin de garantizar la efectividad de su trabajo. En un repentino gesto de empatía le dio a probar uno a la buenamoza señora. Son muy suaves y más sanos que los de lata – dijo Melania-, ¡pruébelos!

-¡Toma Mela! - Dijo otro trabajador del mercado quien le traía un sándwich y un café, para su desayuno. Eran las nueve de la mañana. Lo colocó a un lado, bebió un sorbo de café y continuó trabajando.

-¡Ya no aguanto ese dolor! – se quejaba Melania.

-¿Me permite una recomendación? - preguntó la señora-, pida el favor a alguien en casa para que le haga un masaje. Con una crema mentolada inicie el masaje desde el hombro, muy suavemente, de esta forma – la señora se levantó del asiento y con sutileza le tomó el brazo para explicarle con mayor precisión-: la persona que se ofrezca para darle el masaje debe extender la crema mentolada, cuidadosamente, por todo el brazo hasta llegar a su mano, de esta forma… Melania solo la observaba y se dejaba practicar la demostración, mientras decía: -Se dañó la lavadora y ese respuesto no je consigue, ya toy cansá e tanto lavá a mano. Pero tengo que hacelo...

-¡Abuela! ¿Me vas a comprar la pelota?

-¡Que no, te dije, muchaaacha! Anda buscá tu prima!

-A mi nieta la toy criando yo y mi hijo… yo llevaba mercao pa la casa to los días y pa mí nunca había comía… una vez una vecina me dijo: Melania, cuando usté sale pal mercao esa muchacha le lava la ropa a fulana y hace comía y mete gente pa su casa…

-Esa mujé me dañó la lavadora – añadió-. Un día agarró a mi muchachita y me le pegó tan malamente que fue cuando me dio el infarto –Melaniacerró los ojos y se tocó el corazón-, ¡Ah caramba! - respondió la señora, muy sorprendida-. ¿Y usted, habiendo sufrido un infarto, lava a mano, y además, se trasnocha para venir tan temprano al mercado?

-¿Y qué se le hace mija? Tengo que trabajá. Pero yo boté a esa mujé de mi casa. Y nos quedamos mi hijo y yo con la niña.

-¿Tiene solo a ese hijo? - preguntó la señora:

-Sí. Yo era una muchachita cuando llegué e Colombia… me enamoré de un policía. Como yo taba indocumentá él me dijo que me iba ayudá con los papeles. Quedé embarazá y nunca me arregló los papeles. En el año 69 fui pal hospital porque tenía un barrigón. Me hicieron… ¿Cómo se llama eso que le hacen a uno y se ve pa dentro?

-Un ecosonograma – respondió la señora-, ¡Eso! un ecosonograma. Entonce el médico dijo: “Eso tiene hasta pelos.” Y yo pensé: ¡Ay, si eso tiene pelos eso ejun muchacho! Entonce le dije al médico: ¡Pero si yo no tengo marío! Y lo que tenía era un fibroma. Me lo sacaron… si no juera por eso, tuviera lleniiita e muchacho… y sonrió con cierta ingenuidad e ilusión, demostrando en lo más hondo de su ser el gran placer de haber querido tener aquellos hijos, a pesar de sus lamentos.



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En el texto hay: drama amistad

Editado: 18.10.2020

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