Una hija para el senador

Capítulo 8

Gabriel


 

Estoy llegando a casa de Valentina, pero al ver lo que está sucediendo siento un gran temor.


 

—¡Dios mío! —exclamo al ver la casa de Valentina envuelta en llamas.


 

Las llamas danzan vorazmente, devorando lo que una vez fue el hogar de Valentina y Sofía. El resplandor anaranjado ilumina la oscuridad de la noche, creando una imagen desoladora.


 

—¿Cómo pudo suceder esto?


 

La tragedia se cierne sobre nosotros, y la sensación de impotencia se apodera de mis pensamientos. No puedo evitar sentir el peso del impacto en el corazón al imaginar lo que Valentina debe estar experimentando en este momento.


 

Rápidamente, doy instrucciones a las personas cercanas para que llamen a los servicios de emergencia, mientras mis pensamientos se centran en Valentina y Sofía. La pérdida de su hogar es un golpe devastador, y la angustia se refleja en mi rostro.


 

Debo encontrar a Valentina y Sofía. Necesitan apoyo ahora más que nunca.


 

Me dirijo hacia la multitud reunida, buscando a Valentina entre las personas que observan la tragedia. La incertidumbre y el temor me invaden mientras me preparo para enfrentar la realidad de la devastación.


 

El humo se eleva en espirales sobre la casa en ruinas, creando un escenario desgarrador que contrasta con la belleza de la jornada anterior. Cada paso hacia el epicentro de la tragedia se siente como una marcha contra el tiempo.


 

Finalmente, entre la multitud, encuentro a Valentina. Su rostro refleja el shock y la pérdida, y mi corazón se aprieta al verla en este momento de desesperación.


 

—Valentina, ¿estás bien?


 

—Todo se ha ido, Gabriel. No sé qué hacer —dice desbastada.


 

La impotencia se cierne sobre nosotros mientras abrazo a Valentina, intentando ofrecer consuelo en medio de la tragedia.


 

—Estamos aquí para apoyarte. ¿Dónde está Sofía?


 

—Está con una vecina. Todo su mundo acaba de desmoronarse.


 

El peso de la realidad se instala mientras Valentina y yo enfrentamos la magnitud de la pérdida. La casa que alguna vez fue su refugio ahora es solo escombros humeantes, y el camino hacia la recuperación parece incierto.


 

Necesito ayudarles a reconstruir sus vidas.


 

Con la tristeza palpable en el aire y las llamas devorando lo que alguna vez fue el hogar de Valentina, siento una urgencia inmediata de ofrecer apoyo y consuelo. La devastación se refleja en los ojos de Valentina, y mi determinación de ayudarla a superar este momento difícil se intensifica.


 

—Valentina, no deberías estar aquí. Es peligroso y...


 

—Mi casa... todo se ha ido —continúa llorando.


 

—Lo sé, lo sé. Pero ahora mismo, lo más importante es tu seguridad y la de Sofía. Ven conmigo.


 

Tomándola suavemente del brazo, la guío fuera del alcance de las llamas, hacia un lugar más seguro. La multitud observa en silencio, consciente de la tragedia que se desarrolla ante nosotros.


 

—Valentina, necesitan un lugar donde quedarse. No pueden quedarse aquí.


 

—¿Pero a dónde iremos?


 

—Ven conmigo, a mi casa. Tendrán un lugar seguro donde quedarse mientras solucionamos esto —limpio sus lágrimas.


 

Valentina me mira con una mezcla de sorpresa y gratitud, sus ojos reflejando la vulnerabilidad que esta tragedia ha traído consigo.


 

—No quiero ser una carga, Gabriel —niega varias veces.


 

—No lo eres. Quiero ayudar. Ustedes dos no deben pasar por esto solas.


 

Guiándola hacia mi automóvil, la invito a subir con Sofía. La realidad de la situación se manifiesta en el asiento trasero, donde los juguetes y las pertenencias de Sofía han quedado reducidos a cenizas.


 

—Vamos a superar esto juntos, Valentina. Mi casa está abierta para ustedes.


 

El trayecto hacia mi casa se desarrolla en silencio, solo interrumpido por el suave arrullo de Sofía. Valentina, con la mirada fija en el paisaje que pasa, procesa la pérdida mientras me pregunto cómo podemos reconstruir la esperanza en medio de la desolación.


 

Al llegar, me aseguro de que Valentina y Sofía estén cómodas. Las habitaciones se llenan de un silencio que pesa con la gravedad de la situación. Ofrezco palabras de consuelo mientras nos acomodamos en este nuevo contexto.


 

—Valentina, esta casa es suya mientras lo necesiten. No tienen que preocuparse por nada.


 

—No sé cómo agradecer esto, Gabriel.


 

—Solo quiero que se sientan seguras aquí. Ahora, permíteme ocuparme de algunas cosas para ustedes.


 

Al llegar a mi oficina, enciendo la televisión con la intención de ponerme al tanto de las noticias. El shock se apodera de mí cuando las imágenes de la casa de Valentina ardiendo en llamas inundan la pantalla, acompañadas por un letrero que dice "La casa de la novia del senador en llamas".


 

Las noticias se despliegan como una tormenta, destacando la tragedia con titulares sensacionalistas. La privacidad de Valentina se ve invadida por la voracidad de los medios, y mi rostro refleja una mezcla de consternación y frustración ante la explotación de su dolor.


 

—Esto es inaceptable. No deberían tratar así a Valentina y a Sofía.


 

La atención mediática agresiva se convierte en una nueva capa de complicación en medio de la tragedia. Mientras las imágenes continúan transmitiéndose, mi mente se sumerge en la búsqueda de cómo proteger a Valentina y Sofía de la invasión de su privacidad.


 

Necesito tomar medidas para asegurarme de que estén a salvo de todo esto.




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