Una historia de Navidad

Capítulo 3

23 de Diciembre de 2008

Se despertó y pensó que llegaría tarde al trabajo, tenía la sensación de que era mucho más tarde que las 6. Luego recordó que no estaba en su casa y abrió los ojos.

Bueno, con un poco de suerte en un par de horas estaría en camino. Se levantó rápido y cuando llegó al comedor la recibieron los holas de cinco personas.

-¿Te despertó el olor a comida? – preguntó Nick mientras revolvía huevos en la sartén. Los niños estaban sentados a la mesa desayunando.

-No, usualmente me despierto temprano ¿ Qué hora es?

-Las ocho y media – respondió él y ella estuvo a punto de protestar pero no le pareció adecuado enfadarse cuando iba a necesitar la ayuda de aquel hombre.

-Siéntate – la invitó él mientras ponía un plato más en la mesa.

-No gracias. Prefiero salir ya, tengo muchas cosas que hacer.

-Isabella – dijo él y ella supo que algo andaba mal.

-¿Qué sucede?

-Me temo que no podrás marcharte, el temporal ha empeorado y seguimos incomunicados

-¡¡Qué!! -chilló ella y corrió a la ventana. Desde allí sólo vio una cortina pareja de blanca nieve que caía sin cesar.

-Han dicho que no va a parar hasta mañana, con suerte – le dijo él y señaló la pequeña radio que estaba sobre la mesada de la cocina.

-No puede ser...

-Lo siento, pero salir ahora sería una locura. ¿Tu familia va a preocuparse, verdad? – dijo él y ella pensó que no había nadie en el mundo que se preocupara porque no regresara a casa. Sus empleados estaban de licencia y no es que les importara mucho lo que le sucediese a ella, el personal de su casa también había salido de vacaciones, ella prefería darles esos días pues quería estar sola.

-No , no hay nadie que se preocupe, sólo que quería volver a casa. – dijo ella y no se atrevió a enfrentar las miradas de curiosidad de los cinco que la miraban.

-¿Tampoco tu mamá? – preguntó Rose.

-No, tampoco ella.

-¿Y tus hijos? – preguntó Eze.

-No tengo hijos, ni marido, ni nadie que vaya a preocuparse – contestó y hasta ella le resultó áspera su respuesta.

-Entonces puedes quedarte con nosotros – dijo Teo y los demás asintieron.

-Pasa la navidad aquí –ofreció Nick.

-No me gusta la Navidad – soltó ella sin pensar y los niños la miraron sorprendidos.

-¡¡¿Por qué?!!- preguntó Mandy abriendo sus grandes ojos castaños.

-Yo..- empezó a decir ella , pero Nick la interrumpió y le dirigió una fría mirada de advertencia. Ella entendió lo que quiso decirle, fueran cuales fueran sus problemas no podía involucrar a los niños. Él no iba a permitirlo.

-Coman el desayuno que se va a enfriar, y tú no te preocupes, tal vez mañana el temporal haya amainado o al menos tengamos señal en el celular – dijo él y dio por terminada la charla sobre el disgusto con la navidad de Isabella.

Isabella nunca imaginó qué cosas se podían hacer con tiempo libre estando encerrada en una pequeña casa , sin comodidades algunas.

Pero ese día lo descubrió.

Se podía leer historias, escuchar música, cantar –Rose amaba cantar- y preparar el almuerzo. Esto último fue una experiencia totalmente desconocida.

-No sé cocinar – declaró antes de que Nick o los niños dijeran algo –

-Entonces es una suerte que yo sí – contestó él- pero aún así puedes ayudar.

Un rato después se encontraba inmersa en el ajetreo de pelar y cortar verduras y casi sufre un infarto cuando vio a la pequeña Rose tomar un cuchillo para picar las cebollas.

-¡Rose! – exclamó corriendo hacia la niña y tomando el cuchillo antes de que se hiciera daño.

-Quiero ayudar.

-Toma cariño, mezcla esto - dijo Nick apareciendo tras ellas con una fuente de ensalada.

-Sí – dijo la niña contenta, subiéndose a la silla para llegar a la mesa.

-Gracias – le dijo Nick a Isabella - Con ellos un par de ojos nunca es suficiente.

-Me doy cuenta – observó ella mientras los niños se movían de un lado a otro. Eso era más difícil que manejar a su planta de personal.

Luego de comer, miraron un par de películas viejas. La televisión por cable no funcionaba y sólo tenían un par de películas que se sabían de memoria. Aún así las miraron como si fuera la primera vez y de hecho ella jamás las había visto. Menos aún apretada por un par de niños en un pequeño sofá, mientras Nick y los otros dos estaban sentados sobre una desgastada alfombra en el suelo.

-¿Van a dormir un rato? – le preguntó Nick a los niños, luego de mirar las películas y ellos negaron con la cabeza.

-No tenemos sueño...-dijeron a un mismo tiempo

-Tampoco yo – agregó Isabella cuando la mirada azul se posó sobre ella.

-Bien, entonces vamos a limpiar la capilla – decretó Nick y los niños gimieron.

De esta forma Isabella descubrió que la casa estaba unida a la capilla por una puerta al final del pasillo donde estaban los dormitorios.

Y también descubrió como se sostenía una escoba.

La capilla era chica, no debían caber más de cuarenta personas allí, aunque tenía un aire de calidez y paz que resultaba reconfortante. Isabella no recordaba la última vez que había pisado una iglesia , pero podía asegurar que ninguna le había trasmitido lo que aquel lugar y con más certeza aún podía asegurar que nunca había limpiado una.

Nick empezó por ir a comprobar que las ventanas estuvieran cerradas y aseguradas.

Eze y Rose empezaron a limpiar los bancos, Teo a juntar cosas que había dispersas por allí y a Mandy y ella les tocó barrer.

La niña la miró curiosa cuando ella agarró la escoba y luego agitó la cabeza en un gesto de sanción. Entonces Amanda se acercó a ella y con disimulo le enseñó como hacerlo. Las dos intercambiaron una mirada cómplice y empezaron a barrer los polvorientos suelos.

-Yo lo hago Rose, no te preocupes. – se sintió la voz de Teo e Isabella vio como le quitaba una caja que la niña trataba de mover.




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