Una hoja blanca como la luna

Primeras Impresiones

Una mirada hacia atrás con unos ojos cristalinos los cuales parecieran que al más mínimo roce se quebrarían, dentro de una expresión vacía de una mujer joven que acaba de descubrir una verdad que indiscutiblemente estaría mejor sin saber, moviendo su temblorosa mano pálida en señal de despedida y agradecimiento.

Se suele decir que, tras descubrir este tipo de crímenes macabros, no hay finales felices y que luego de que todo haya concluido, a uno solo le queda dar vuelta la página. Pero la realidad de las cosas es que, si este logra desgarrar, tanto a una persona ya sea por lo mórbida de la situación o como este suceso le arrebata todo lo que constituye su vida amigos, familia, pareja, trabajo, etc. esta misma queda vacía, como un cuaderno al cual desgarraron sus hojas llenas de historias, dejando solamente, las hojas blancas. Y a veces estas hojas blancas no son suficientes para llenar lo que antes estuvo en estas.

Pero me estoy adelantando a los hechos. Lo que llevo a esta amarga conclusión empezó hace no mucho, solo cuatro días.

Estaba limpiando mi oficina al medio día, el trabajo de un investigador privado incluye muchas cosas, pero nadie menciona, que la limpieza de tu espacio de trabajo formara parte de ellas. Normalmente cuando la gente acude a pedir este tipo de servicios de investigación particular, en su mayoría espera una oficina oscura, llena de libros y documentos por donde mires, unos muebles imponentes junto con una fuerte sensación a tabaco y alcohol que llena el ambiente, que ya de por si es tétrico y oscuro, junto con una bienvenida fría y un investigador amenazante, el cual pareciera poseer un pasado enigmático digno de una novela y capaz de obtener todos los secretos que contienen las personas que se cruzan en su radar.

Nada más lejos de la realidad, mi oficina representaba todo lo contrario a lo anteriormente descrito, un espacio reducido, con colores pasteles, un horrible alfombrado de un rojo carmesí intenso a los ojos, junto con un aroma a lavanda, un amable regalo, cortesía de la consulta psicológica, que se encontraba en la oficina de al lado y su psicóloga con la que brevemente he tenido una que otra conversación casual, no olvidemos las feas luces empotradas, que al más mínimo rose empezaran a parpadear, hasta que se les acomode de nuevo. Está de más decir que mis recursos eran limitados, mis muebles desgastados, llenos de varios libros que no he leído en mi vida y que tampoco pienso hacerlo. Además de no tener ningún vicio más que el de meterme en la vida ajena de las personas, mucho menos un trasfondo oscuro lleno de peligros y misterio.

Quizá el mayor misterio de mi pasado era como llegue a ser un investigador privado, sin conocimiento de lo básico de las relaciones humanas, bueno una cosa llevo a la otra y termine con un pequeño nicho, que me impulso a perseguir esta carrera de manera profesional. Quien diría que no tendría el mismo glamur, que la televisión y el cine.

Estaba a punto de empezar a aspirar esa alfombra de mal gusto, cuando escucho que alguien está tocando a mi puerta. Rápidamente saqué la aspiradora del camino, junto con algunos trapos sucios. No es bueno dar una mala impresión, por más que se diga que las apariencias no lo son todo, en esta línea de trabajo se vive de las apariencias. Mientras los sueves golpes seguían de manera constante.

- ¡Un segundo ya voy en camino! - dije con un tono entre nervioso y agitado.

Con todo fuera del camino, me dispuse a abrir la puerta, acompañado con el crujir de respectivo de esas viejas bisagras. Al abrirla, había tres personas paradas uno junto al otro, una de estas era una mujer joven no debería tener más de treinta años, pálida y delgada, con un cabello negro largo y alisado, usando un vestido de una pieza negro y unos tacones de un azul oscuro con una punta fina, que hacían verla bastante elegante, junto con un brillante anillo con una linda piedra de color verde incrustada. Al lado un hombre alto y rubio, el cual imponía respeto de solo mirarlo, con un blazer que al ojo pareciera muy caro y unas zapatillas deportivas, llevando a su lado un maletín rígido y compartiendo el mismo anillo que la joven mujer, solo que éste de color azul. Por último, una mujer con un traje de enfermera, la cual tenía una expresión, notablemente rígida, no se veía mucho más mayor que la mujer a su lado, con unas uñas pintadas de un rojo intenso que hacían juego con la alfombra y un corte de pelo corto que le llegaba hasta donde comenzaba el cuello.

-Hola buenas tardes-dijo la mujer algo nerviosa.

-Hola-respondí de manera algo incomoda.

Pasaron varios segundos en los cuales me quede observándolos de arriba abajo, a lo cual el hombre dijo.

-Si disculpe ¿usted es el señor Isaac Jerez no es así? - pregunto de forma amable.

- El mismo tal como sale aquí en la puerta, ¿en qué lo puedo ayudar? - pregunte de manera vacilante.

- Es un placer, he escuchado un poco de usted, es muy bueno hallando cosas que la gente no quiero encontrar, un buen amigo forense me ha contado de su pequeño nicho con casos criminales- Mencionó de manera algo sobresaltada el hombre.

Si bien mi experiencia es poca, mis breves encontrones con el mundo de los crímenes macabros me han dado un pequeño nicho, entre médicos forenses y abogados del diablo.

- Quizá si, como también puede ser que no señor -Mientras me reposaba en el marco de la ruidosa puerta.

Un pésimo cliché, que nunca funcionaria en la vida real, aunque siempre prefiero omitir las historias, que conllevan estos casos criminales más serios. Prefiero la incomodad de la situación antes que recordar esas repudiables historias.



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En el texto hay: thriler, detective privado, misterio drama

Editado: 04.08.2023

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