Capítulo 12: Eraxium

Nunca he encajado bien con otras personas. Desde pequeño siempre he tenido unos lazos muy fuertes con los animales y podía hablar con ellos. Los demás nunca lograron comprenderme y siempre me vieron como alguien extraño y solitario. Mientras los demás niños jugaban juntos como se suele hacer a esa edad, yo pasaba el tiempo en el bosque junto a las criaturas que vivían allí. No me gustaba volver a casa porque entonces volvería a sentirme solo. Quería a mis padres pero ellos tampoco llegaban a entenderme del todo y pensaban que algo extraño me pasaba. Pero aquella soledad que sentía en mi hogar desapareció un día cuando conocí a la que sería mi fiel compañera.

Una tarde me adentré demasiado en el bosque, luego de haber tenido una pelea con mis padres. Cuando me di cuenta me había perdido y el sol ya empezaba a esconderse. Solo tenía 8 años, estaba solo y asustado en ese bosque y al vivir en Sikar, donde solo hay nieve alrededor, el frío empezaba a congelarme. Recuerdo escuchar unos pasos en la nieve que se dirigían hacia mí y grité, muerto de miedo. Cuando noté que no pasaba absolutamente nada, abrí los ojos y descubrí a una pequeña tigresa blanca que miraba tan asustada como yo.

Al mirar aquellos ojos azules noté algo en mi interior, como un vínculo que nos enlazaba. Aquella tigresa estaba sola y perdida como yo e inmediatamente nos acercamos el uno al otro para sentirnos más seguros y darnos calor. Cuando mis padres me encontraron, estaba abrazado a aquella tigresa. La llamé Haze y desde ese momento siempre estuvimos juntos.

Me fui de Sikar y empecé a estudiar hechicería en la Torre de la Vida después de que un maagilyn me rozara con su gema y me diera parte de su magia. La Torre de la Vida está cerca del reino de Talamh, un reino muy distinto al mío y mucho más seco. Quería convertirme en un poderoso hechicero de la tierra para poder curar a todos los seres que se encontraran enfermos. Haze estaba siempre a mi lado y gracias a ella incluso conseguí hacer varios amigos.

De vez en cuando pasaba mucho tiempo en un bosque cerca de Têyren donde viven los maagilyns. Me gustaba pasar el rato observándolos y hablando con ellos para descansar un poco de mis estudios.

Un día, cuando yo tenía 20 años y estaba apunto de graduarme, Haze se puso muy enferma. Hice todo lo que pude para que se recuperase y que volviese a ser la de antes. Ella era mi mejor amiga, no quería perderla.

Pero lo que tanto temía ocurrió. Y me sentí vacío y destrozado. Todos me decían que acabaría superándolo, que nada es para siempre. Ellos no lo entendían; volvía a sentirme solo de nuevo, como cuando era pequeño. Fui a pedir ayuda al rey Maagilyn, sabía que ellos tenían el poder de salvar vidas, pero el rey me respondió que eso era imposible. Sentí como me enfurecía. Me dolía demasiado pensar que la había perdido para siempre. No podía ser cierto. Tenía que haber una manera. Debía de haber otra alguna solución. Necesitaba estar junto a ella. No entendía por qué nadie me ayudaba. Por qué nadie me comprendía.

La ira que sentía hizo crecer el poder de mi magia como un enorme torrente de energía que ni yo sabía que tenía. Pensé que si nadie iba a ayudarme entonces lo haría yo mismo. No necesitaba a nadie, jamás lo hice. Usé toda la fuerza que tenía y conseguí la gema de un joven maagilyn que había cerca. Cuando la tuve en mis manos percibí una extraña magia que recorría mi cuerpo. Me hacía daño pero también me hacía sentir más poderoso que nunca. Sabía que nadie podría pararme ahora.

Estuve años practicando mi nueva magia y creando nuevos hechizos. Estudié todo lo relacionado con la vida y la muerte. Quería hacer todo lo que pudiese con tal de tener a mi compañera de vuelta. Sabía que la magia oscura de la gema me estaba enloqueciendo, pero no me importaba.

Durante ese tiempo veía a personas que parecían estar llenas de dolor y sufrimiento, cuyas almas parecían estar perdidas y sin rumbo. Fue entonces cuando construí la Torre Oscura y empecé a traérmelos conmigo para que fuesen mis alumnos. Quería acabar con ese sufrimiento y que lograsen ser personas poderosas. De alguna forma me recordaban a mí. Quería ayudarlos.

Hoy en día mis alumnos son lo más importante que tengo ahora. Nuestra Torre se está desmoronando y yo solo puedo preocuparme por ellos. Sé que debería devolver la gema, que es la causante de todo esto. Pero no puedo. Tengo que cumplir mi objetivo. Tengo que traer de vuelta a Haze o todo lo que he hecho tantos años será en vano.

Sé que estoy cerca de conseguirlo pues el otro día conseguí revivir a una cría de ratón que falleció frente a su madre, que me miró con una profunda pena. Pero aún no sé como hacer que mi amiga vuelva. Doy un golpe en la mesa. ¿Qué tengo que hacer para conseguirlo?

En ese momento alguien pega a mi puerta, le doy permiso para que pase. Alzo la vista para ver de quién se trata. En la puerta se encuentran tres de mis más fieles alumnos, Hedeom, Kala y Akuro. Sphinx que acompaña a mi alumna se acerca a mí con elegancia y me saluda alegremente. Le acaricio la cara y ella me dedica un suave ronroneo que hace que recuerde a Haze.

—¿Por qué estáis aquí de vuelta? ¿Habéis conseguido traer al príncipe?

—No, maestro Eraxium. El crío al que mandamos a buscar al maagilyn nos traicionó en el último momento y lo alejó de nosotros —me cuenta Kala, con una notable rabia en la voz.

—Estaba en su decisión hacerlo, Kala —dice Hedeom a su lado—. ¡¿Como pudiste atacarlo con esa asquerosa serpiente tuya?! ¡¿Es que te has vuelto loca?! ¡Puedes haberlo matado!

—¡Me sacó de quicio! ¡Nos engañó delante de nosotros! —se defiende ella. Resoplo cansado de sus discusiones.

—¡Me da igual! Ese hechizo tuyo es horrible y peligroso, ¡no vuelvas a usarlo contra nadie inocente!

Akuro se acerca a mí entonces, ignorando a sus amigos. Cuervo, su compañero, se posa en mi hombro y me roza con su pico con cariño.