Una huella en la oscuridad

Capítulo 22: Alek

Naja se desmaya frente a mí. Esos hechiceros se han marchado sin dejar ningún rastro. No son más que unos inútiles cobardes. Han aprovechado que mi hermana estaba sola para atacarle, no se los voy a perdonar nunca. Juro que la próxima vez que los vea les daré su merecido, y no tendrán oportunidad de volver a huir. Es por esto por lo que no confío en los hechiceros ni en su magia.

Shunaxx se acerca a mí con aire preocupado.

—¿Qué hacer ahora?

—¡Sois hechiceros! ¿Es que no podéis usar vuestra dichosa magia?

—Solo somos aprendices —replica Oshan—. Además, no sabemos si está herida o solo han usado su magia oscura.

Me giro hacia él, molesto. ¿Ni siquiera van a intentar hacer algo? Estoy seguro de que hay algo que pueden hacer, algo deberían de haber aprendido en esa estúpida Torre. Él me devuelve la mirada con una expresión desafiante. Finalmente acaba por acercarse a Naja para observarla. Deja escapar un largo suspiro.

—Creo que lo mejor será que busquemos a un hechicero experimentado.

—¿Y dónde demonios vamos a encontrarlo? Ni siquiera sé si hay alguno por aquí.

De la nada aparece una figura junto a nosotros y todos nos fijamos en ella. Lleva una capa de color rosa oscuro con la que se tapa el rostro. Me fijo en la ropa debajo de ella: una túnica del color de la arena pálida con decoraciones verdes que las hacen parecer hojas. En el centro de la túnica hay un símbolo de un árbol con brillos metálicos metido en un círculo. Creo que he visto ese símbolo en alguna parte...

—¿Buscabais a un hechicero? —pregunta. Tiene una voz femenina.

—¿Quién eres?

Entonces se aparta la capucha y nos encontramos con la mirada de unos ojos de un color entre verde y azul. Es una chica de piel algo tostada y cabello rubio oscuro con un par de trenzas rodeando su cabeza. Lleva varias decoraciones de oro y plata alrededor de las orejas y un montón de flores en el cuello y las muñecas. Nos mira con una amable sonrisa en el rostro.

—Me llamo Erihanne, soy una hechicera de la tierra.

 

Recuerdo haber leído sobre ellos cuando estuvimos en la Torre del Sol y la Luna. Ella debe de venir entonces de la Torre de la Vida, la de los hechiceros que pueden hacer crecer las plantas, entre otras cosas que no recuerdo. Y los que pueden curar hasta las enfermedades más graves.

—Wow —se limita a decir Lucas, examinando con la mirada a la recién llegada. Este chico nunca va cambiar—. Encantado, yo soy Lucas.

Mi amigo le tiende la mano a la hechicera, pero ésta la aparta con expresión de desagrado. Alexa suelta una carcajada de burla hacia Lucas no demasiado disimulada. Entonces Erihanne se gira hacia mí y le echa una mirada a Naja.

—Puedo ayudaros con vuestra amiga, si me lo permitís.

Asiento aunque me sigue costando confiar en otro hechicero y recojo a Naja entre mis brazos. La hechicera nos guía hasta su casa, que está en las afueras del reino, junto a un pequeño bosque. Es una pequeña cabaña de piedra con pequeñas flores y enredaderas decorando las paredes. El arco de la puerta parece estar hecho de raíces y en la puerta está tallado el símbolo de la Torre de la vida.

 

Entramos solamente Ray y yo ya que la casa es demasiado pequeña para que entremos todos. En el interior hay todo tipo de muestras de diferentes plantas desperdigados por varios lugares, junto a montones de libros y papeles. Todo ello hace parecer la casa aún más pequeña de lo que ya es.

Erihanne me indica que deje a Naja en una cama y momentos después nos pide que esperemos fuera para que pueda hacer su trabajo. Iba a insistir en quedarme, pero Ray me arrastra al exterior como adivinando mis palabras.

Al rato aparece Claudine preocupada junto con Launeex y su caballo. Nos sentamos en un tronco caído que hay al lado de la cabaña y le cuento lo que ha pasado.

 

Pasan los minutos, más largos y pesados de lo normal. Pierdo la noción del tiempo un rato después y tan solo observo las nubes. ¿Por qué tarda tanto?

Me levanto, cansado de la espera y con los músculos entumecidos. Empiezo a caminar de un lado a otro, nervioso. No puedo más, tengo que entrar ahí a ver a mi hermana. No sé que haré si no vuelve a despertarse.

—¿Quieres parar de una maldita vez? —se queja Alexa, con rostro enojado—. Me estás poniendo nerviosa.

No le respondo, y solo cierro los ojos. Claudine agarra mi brazo de pronto y me obliga a sentarme a su lado de nuevo.

—No te preocupes, Alek. Está en buenas manos —dice con voz tranquilizadora.

—Eso espero. Como le pase algo...

Sonríe y acaricia mi mano con cariño. Apoya la cabeza contra mi hombro y ambos nos quedamos observando como Launeex juega con los animales.

Todas mis preocupaciones parecen desaparecer cuando ella está a mi aldo. Sus palabras parecen quitarle peso a la situación y asegurar que todo irá bien. Además, su calor parece calmarlo todo... Excepto mis sentimientos por ella. Intento disimular mi nerviosismo y calmar los latidos de mi corazón.

Parece que acaba dándose cuenta de que algo pasa ya que se incorpora y me mira a los ojos. No puedo evitar perderme en su mirada, noto como me arden las mejillas. Acerco mi cara a la suya impulsivamente, pero me detengo a tiempo. Tengo que decírselo antes de hacer algo que pueda molestarle. O antes de que enloquezca.

—Claudine, yo…

Antes de que pueda decir nada más, escuchamos como la puerta de la cabaña se abre y la hechicera sale de ella. Claudine aparta la mirada de la mía para mirar hacia la hechicera y se levanta rápidamente.

—Dímelo después, Alek. Vamos a ver como está Naja —dice dirigiéndose hacia la cabaña.

Suspiro amargamente y la sigo hasta la cabaña. De todas formas este no era el momento adecuado. Se lo diré cuando todo esto acabe.

Los demás se acercan también a escuchar lo que Erihanne va a decirnos. Parece estar agotada, pero aún así sigue sonriente.



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En el texto hay: amor, amistad, fantasia magia

Editado: 08.12.2020

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