Los animales son las criaturas más fieles que existen en este mundo.
El tiempo a nuestro alrededor se ha detenido. Todos tienen la vista fija en el trágico escenario que se ha formado en el centro de la sala, incluidos los maagilyns que hasta ahora habían estado rodeándome.
Observo esa dolorosa escena a pocos pasos de mí. Naja abraza con fuerza a la pobre Aliska entre lágrimas mientras que Hedeom y Kala se esfuerzan en curarle la profunda herida que le ha provocado el maagilyn en el costado.
El recuerdo de la muerte de Haze llega a mi mente al mirarles. Recuerdo las lágrimas que caían sobre mis mejillas mientras yo y mis compañeros intentábamos salvarla en vano. Y ese sentimiento de impotencia que me provocó el no haber podido ayudar a mi mejor amiga.
Me levanto sintiendo un peso en el pecho y sin pensármelo me dirijo hasta ellos, ignorando a las criaturas que recuerdan de pronto mi presencia y me miran con confusión y recelo.
Los amigos de la joven llegan unos segundos después y se tensan al verme acercándome. Ignoro los gritos de su hermano y me arrodillo frente a la loba. Uso mi magia para ayudar a mis alumnos a cerrar la herida. Hace rato que su herida ya está cerrada, pero aun así siento su vida apagarse. Acaricio su hocico y le hago sentir que todo estará bien.
El mensaje que me manda hace que algo se quiebre en mi interior.
<<Dile que no esté triste por mí. Y por favor, cuidala por mí>>.
Las últimas palabras de Haze resuenan en mi cabeza entonces. Unas palabras que hacía mucho tiempo que no recordaba: “No estés triste por mi ida, las cosas tuvieron que ser así. Recuerda que siempre estaré contigo, amigo mío”.
Tal vez ella tuviera razón, las cosas tuvieron que ser así. Ella estaba enferma, notaba como cada día le costaba más levantarse y ya no era tan enérgica como antes. Quizás su muerte fue lo mejor. Ahora me doy cuenta de ello.
Pero este no es el caso. Las cosas no deberían haber sido así para esta loba, quién ha sacrificado su vida para salvar a alguien más. Alguien que lamentará su ida por siempre.
No se merece esto. No se merece sufrir lo que yo sufrí tanto tiempo. No quiero que su vida se vuelva oscura y vacía, como lo ha sido la mía. Ella no se lo merece. Ninguna de las dos lo merece.
Yo era el principal objetivo de los maagilyns. Ese dragón debería haberme desgarrado a mí. Tengo que arreglar el dolor que les estoy causando a todos por mi egoísmo. Tengo que acabar ya con todo esto.
De mis labios salen unas palabras que hace mucho tiempo que no pronuncio. Las palabras de un hechizo que aprendí en la Torre de la vida. Ese hechizo que podría salvar una vida. Pero que a la vez quita otra.
Coloco una mano sobre el pelaje blanco de la loba, y la otra sobre mi propio pecho. Cierro los ojos y me concentro. Nadie me echará de menos.
Pero alguien hace que me detenga. Una voz que conozco muy bien me llama.
—¡Maestro Eraxium! ¡No lo hagas! —Kala me coge del brazo y me obliga a detenerme.
Sus ojos están llenos de lágrimas y tiene una expresión de miedo y horror. A su lado Hedeom y Akuro me observan con suma preocupación.
—Tengo que hacerlo, Kala —le digo con apenas un hilo de voz—. Ya he causado demasiado daño.
—No puedes sacrificarte así, maestro. —Es Akuro quién habla entonces. Sus ojos comienza a llenarse de lágrimas que limpia enseguida con su manga—. Te necesitamos.
—Eres como un padre para todos nosotros —continúa Kala sin poder contener ya las lágrimas—. No nos dejes, por favor.
Sonrío levemente y acaricio sus cabellos. Noto como mis propios ojos se llenan de lágrimas. ¿Cómo he podido olvidarme de ellos?
—Estaréis bien sin mí, sé que sois personas fuertes.
—Tú nos hiciste fuertes, maestro —dice Hedeom con la voz rota.
—Por eso mismo sé que lo superaréis. Tenéis que dejarme ir. He estado demasiados años viviendo entre un dolor y una pena que no soy capaz de seguir soportando. Ya he causado demasiado daño. Esto es lo mejor, queridos míos —les digo con una sonrisa sincera.
Kala se echa a llorar, pero sigue sin soltar su agarre. Akuro le sigue sin poder seguir conteniendo sus lágrimas. Hedeom, que es el más maduro de los tres, logra que Kala suelte mi mano y la abraza con fuerza. Con su brazo libre aferra a Akuro que se echa a llorar en su hombro. Él logra entender que esto es lo mejor. Él comprende mi dolor, le he visto llorar muchas veces por la perdida de su mejor amigo al que había comenzado a amar poco después de su muerte.
Me vuelvo hacia la loba y vuelvo a empezar de nuevo. En cuanto pronuncio las palabras, una luz verde, mezclada con una luz violeta, aparece en la mano que está sobre mi pecho. La magia de tierra junto a la magia oscura.
Lentamente la magia va pasando al cuerpo de la loba. Lentamente voy sintiendo como mis fuerzas se van yendo y como todo se va apagando en mi interior. Noto un sudor frío recorriendo mi frente y empiezo a verlo todo borroso. Aún así siento que esto me está liberando ese peso que llevo sintiendo hace mucho tiempo.
Siento bajo mi mano helada como el calor vuelve al cuerpo de la loba.
Solo entonces cierro los ojos y me dejo caer, ya sin fuerzas.
Escucho los gritos de Kala y de Akuro, llamándome. Siento como alguien me sujeta antes de que pueda tocar el suelo. Consigo abrir los ojos con cierto esfuerzo y logro enfocar el rostro de Hedeom, que me mira con lágrimas en los ojos. Me abraza con fuerza y a él se unen mis otros dos alumnos. Sus animales se tumban a mi alrededor para pasarme su calor. Percibo sus sentimientos de pena y sus tristes despedidas. Escucho los sollozos de mis alumnos.
Hago un esfuerzo para abrazarlos por última vez. Lo superarán, estoy seguro de que lo superarán. Son mucho más fuertes de lo que yo lo he sido en tanto tiempo.
—No... lloréis... por mí —digo con voz rota. Me cuesta seguir hablando. Empieza a faltarme el aire—. Prometedme… que seguiréis… adelante. No… os dejéis llevar… por el dolor. Quiero... que seáis...felices. Por mí.