Eraxium
Noto mi cuerpo muy ligero ahora, como si todo el peso que ha estado aplastándome por años se hubiese esfumado de pronto. Después de tanto tiempo tengo una sensación de libertad. Siento un extraño aire helado a mi alrededor, pero no llego a sentir el frío. Es un sentimiento agradable.
Abro los ojos lentamente y lo primero que veo son las ramas de unos árboles cubiertos de nieve que me resultan muy familiares. Entre ellas puedo ver un cielo tan azul como nunca antes había visto. Tardo unos segundos en reaccionar, como hipnotizado por el movimiento de las ramas.
Hago un esfuerzo para sentarme y rozo con los dedos la nieve que hay a mi alrededor. Tengo la sensación de haber estado aquí antes.
Me pongo en pie y me percato de algo que no había visto hasta ahora. No tengo mi túnica violeta, si no la túnica dorada y verde de la Torre de la vida. Corro hasta un río congelado que hay cerca y veo mi reflejo en él.
Mis ojos son azules.
Como lo eran hace mucho tiempo.
Es como si hubiese vuelto a mi juventud, en la época donde era más feliz. Me toco la cara, sin poder creérmelo. Me dejo caer sobre la nieve y levanto la vista al cielo, perdiéndome en mis pensamientos.
Unas cálidas patitas sobre mi mano hacen que me sobresalte. Mi mirada se encuentra con los pequeños ojos negros de una ardilla blanca que me da la bienvenida. La tomo entre mis manos.
—¿Dónde estoy? —le pregunto, sobresaltándome por escuchar mi propia voz—. ¿Qué es este lugar?
Mi pequeña amiga ladea la cabeza y agita nerviosa su cola. Me transmite sus sentimientos que llegan a lo más profundo de mi alma. Las imágenes del bosque helado en el que pasé gran parte de mi infancia y mi adolescencia llegan a mi mente como un torbellino de recuerdos.
<<Éste es nuestro bosque, nuestro hogar… Y el tuyo también ¿Me recuerdas, Eraxium?>>.
Se me llenan los ojos de lágrimas: “Nuestro bosque”.
Por eso todo esto me resultaba tan familiar y me he sentido como en casa desde que he abierto los ojos. Estoy en mi hogar, probablemente desde otro plano pero sigue siendo mi hogar.
—Claro que te recuerdo, pequeña —digo, rozando mi nariz contra la suya—. Os recuerdo a todos vosotros.
Los animales con los que me gustaba pasar el rato van saliendo desde detrás de los árboles o volando entre ellos para reencontrarse conmigo. Una lechuza blanca se posa en mi hombro a la vez que dos renos se tumban a mi lado, uno de ellos con un cuerno roto. Un zorro ártico ciego se enrolla en mis piernas mientras que un ratón escala hasta mi hombro libre.
Reconozco a cada uno de ellos. Ellos fueron unos grandes amigos para mí, nunca pensé que volvería a verlos después de tanto tiempo.
Pero a pesar de todo, aún siento que aún me falta algo. Haze no está por ninguna parte.
Tenía la pequeña esperanza de que saliese desde detrás de un árbol que fuese lo suficientemente grande como para tapar su cuerpo. Pero no hay rastro de ella por ninguna parte. Me derrumbo cuando me doy cuenta de que es muy posible que no la vuelva a ver.
No lo entiendo. ¿Se habrá quedado en el plano mortal? Siempre la sentía cerca de mí. ¿Y si se ha quedado allí sin saber qué ha sido de mí? Me echo las manos a la cara, dejándome llevar por la desesperación y la ansiedad.
Una voz llega hasta mi mente.
<<Ha pasado mucho tiempo, amigo mío>>.
Sé que no procede de ninguno de los animales que hay a mi alrededor. Cada una tiene una esencia diferente que he llegado a saber distinguir. Es una voz que hace mucho tiempo que no escucho.
Me quedo petrificado, sin atreverme a levantar la vista. No se cuánto tiempo he esperado este momento. Hago un acto de valor y levanto la cabeza. Las lágrimas empiezan a correr por mis mejillas sin poder ya retenerlas.
Los ojos azules de Haze me observan llenos de felicidad y cariño a varios pasos de mí. Los animales me dejan espacio para que pueda levantarme. En cuanto estoy en pie corro sin pensar hacia mi mejor amiga. Ella se coloca sobre sus patas traseras y me rodea con las delanteras. La abrazo con fuerza, temiendo que vuelva a desaparecer de mi lado.
<<Has tardado mucho tiempo, Eraxium>>, me regaña mientras me limpia el cabello con cariño. Nunca pensé que extrañaría tanto que hiciera eso.
—Te he echado mucho de menos, Haze. He sufrido tanto desde que te fuiste...
<<Te dije que volveríamos a encontrarnos. No debiste hacer lo que hiciste, quería que tuvieras una vida feliz aunque yo no estuviese>>.
—Lo sé —digo, acariciando su pelaje—. Me he dado cuenta demasiado tarde. He estado viviendo en la oscuridad sin darme cuenta de lo bueno que había a mi alrededor, dejándome llevar por el dolor y la pena. He hecho sufrir a tantas personas… Y mis alumnos… Espero que estén todos bien.
<<Estarán bien. Tú fortaleciste sus almas, pude sentirlo a través de ti. Fuiste una parte importante en sus vidas, estoy segura de que serán capaces de superarlo y te seguirán llevando en lo más profundo de sus corazones>>.
Sonrío. Yo también estoy seguro de ello, siempre han sabido como seguir adelante a pesar de los problemas que les ha puesto la vida. Superarán mi muerte, confío en ellos con todo mi ser.
Kala, Hedeom, Akuro…
Naja…
Y todos…
Siempre estaré con vosotros, ojalá os pueda llegar mi mensaje.
Ahora por fin puedo descansar en paz junto a Haze.
Alek
Ya ha pasado un año desde que volvimos de aquella aventura a la Torre Oscura. Todo ha vuelto a la normalidad de siempre.
Hemos hecho más de una visita a los diferentes reinos de Kewan… Y mi hermana ha venido a cada uno de ellos. Aunque ninguno iguala a aquel viaje, todos cambiaron después de él. Incluido yo.
Nunca imaginé que me haría amigo de dos hechiceros. Y mucho menos que los echaría de menos. Me pregunto cómo les estará yendo ahora. Hace varios meses que no nos llegan noticias de ellos.