Una Inesperada Tarde De Domingo

CAPÍTULO II

Después del sábado mi vida cambió

En un instante todo comenzó... 

Y la gente alrededor no tiene ni idea

De que yo besé tu rostro

Mientras el sol se ponía en mis ojos

Y ahora deambulo ciego.


 


El día sábado transcurrió de manera veloz gracias a la intensa actividad que  requirió a Daphne en Chavanier la mayor parte de la jornada: reuniones con André, con la mesa directiva, con futuros inversores y, en la noche, un cóctel de negocios. Llegó a su departamento cansada pero cada vez más orgullosa de su carrera profesional. Si algo la hacía feliz en este mundo era eso.

Los domingos usualmente los reservaba para una dosis semanal de aire libre. Poca, pero dosis al fin para mantenerse activa y cambiar el aire de sus pulmones. Gracias al cielo, vivía a unas pocas cuadras del Central Park, lugar elegido por muchos newyorkinos para realizar actividades físicas. Ella no era diferente y le agradaba realizar largas caminatas mientras observaba la naturaleza a su alrededor, miraba absorta a los patos en el gran lago, caminaba por Terrace Dr  y admiraba el espacio que le rendía homenaje a John Lennon, que se llamaba con razón Strawberry Fields.

Aquel domingo se presentó caluroso y soleado, ideal para quemar calorías mientras recorría unos cuantos kilómetros. Sus iPod eran los compañeros ideales para tal empresa, y la música de Sia la acompañó durante todo el trayecto. Big girls cry  era su canción favorita y sonaba en sus oídos a medida que se acercaba al estanque The Pond. Subió al Gapstow Bridge y vio a alguien corriendo en la dirección opuesta.

Cuál fue su sorpresa al distinguir esos ojazos celestes que la habían obnubilado la otra noche en Cronos. Su respiración se paralizó por un segundo al comprobar que su apreciación acerca del apuesto hombre que los portaba no había sido errónea: tenía un cuerpo bien trabajado, no era demasiado alto, sus rizos rubio oscuros caían húmedos y desaliñados sobre su frente, y sus facciones eran armónicas, de una belleza tradicional. Sus finos labios se abrieron sorprendidos al reconocerla y caminó en reversa para quedar muy cerca de Daphne. Demasiado para su paz mental.

Esa bella sonrisa la hipnotizó una vez más. Parecía sincera y natural.

- ¡Hola! - le gritó con entusiasmo. Daphne entonces notó que seguía con sus auriculares puestos y se los sacó mientras evitaba su mirada - ¡Qué agradable coincidencia, eh...

- Hola - atinó a decir ella con inseguridad - Sí, qué coincidencia...

- Mi nombre es Eric - se presentó extendiendo su mano. Daphne la tomó aunque con precaución. Más allá del ámbito laboral, sus aptitudes sociales se volvían nulas. Desastrosas, se corrigió mentalmente. 

- Daphne.- respondió al fin. Se dio cuenta de que la mirada de Eric parecía dudosa y su bella sonrisa desapareció por un segundo:- ¿Eres Daphne Crisall?

- Sí, así me llamo- contestó con el ceño fruncido - ¿Acaso ya nos conocíamos? Digo, antes de la noche del viernes...

A ella no le gustaba nada encontrarse con personas que parecían conocerla. Esa parte que no podía controlar aunque quisiera la volvía vulnerable. Y si había algo que no deseaba era aparentar debilidad otra vez.

- ¡Claro! - exclamó él con alegría. Con demasiado entusiasmo - ¿Es que acaso no me recuerdas? No he cambiado tanto en todos estos años.

La observó expectante pensando que quizás Daphne le estaba jugando una broma. Su luminosa alegría fue dando lugar al desconcierto al notar que ella no fingía. El rostro de la muchacha reflejó solo sorpresa. Ignoraba completamente de qué le hablaba el tal Eric, aunque la decepción de él le causó desasosiego. De alguna manera sus sentimientos la afectaron a pesar de que apenas se habían cruzado.

- Eric La... Carson es mi nombre completo. Fui tu vecino en Crystal City hace unos quince años. Y... tu mejor amigo.

Daphne sintió su corazón roto al notar que Eric decía la verdad. Él se encontraba muy contento de volver a verla y las sombras de su memoria no se despejaron para ubicarlo en algún rincón de sus días en Texas, el estado en el cual había nacido y vivido hasta los dieciocho años.

- Lo... lo lamento. No recuerdo mucho de mi vida antes de los veinte años. Un accidente que tuve... Es largo de explicar.

- Entiendo.- le dijo y tomó su mano en un gesto que quizás quiso ser amigable, pero que a ella le supo a pena y lástima. Lo soltó con violencia, al igual que lo había hecho en el bar dos días atrás. Su respiración se agilizó y se angustió al darse cuenta de que esa reacción era una parte de ella que aún no conseguía controlar.

- Está bien, disculpa - expresó Eric y alzó las manos en señal de rendición. Ella continuó observándolo con desconfianza - Por hoy terminé de correr. ¿Qué te parece si te invito a tomar un café?

- De acuerdo - contestó casi sin pensar. A pesar del recelo que le provocaban los hombres en general, sentía que con Eric era diferente. En otro momento se habría negado de plano a pasar un tiempo a solas con alguien del género masculino, aunque esto hubiera ocurrido en un lugar público. Ese domingo se sintió diferente. Aquel hombre provocaba en ella diversas sensaciones, a veces contradictorias entre sí.

- Muy bien. Sé de un café aquí en la esquina que tiene un capuchino exquisito.

- ¿Domino's?

- Sí, ¿lo conocés?

- Soy socia vitalicia del caramel macchiato.

La sonrisa de Eric retornó a su cara e iluminó la mañana de Daphne sin que lo entendiera del todo. El cosquilleo que sentía en su estómago desde que habían comenzado la conversación no se iba. Y era un cosquilleo placentero, que no la hacía sufrir para nada. ¡Solo ella sabía cuánta alegría necesitaba en su vida! 

- Entonces, podemos ponernos en marcha. ¿Te parece? - le preguntó. Volvió a ofrecerle su mano para guiarla hacia el lugar acordado, esta vez con precaución. La forma en que la extendió fue tímida, delicada, gesto que la enterneció al punto de aceptar, esta vez, sin titubeos.



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En el texto hay: mentiras, peligro, amor

Editado: 22.06.2020

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