Una intrusa en el paraíso

Capítulo I. ¿Y ahora qué?

     ¡Lo había conseguido! Tuvo que esperar largos y escurridizos años y amasar una pequeña fortuna para al fin obtener las llaves de su casa soñada. Alejada apenas del centro neurálgico de la ciudad, de fachada rústica pero elegante, el enorme jardín repleto de las flores más coloridas era una invitación a surcar la excitación que precede al deseo y atravesar la puerta que conduce sin escalas a la felicidad. En efecto, un salón amplio y bien ventilado, con el parqué recién renovado y coronado por una enorme araña de estilo victoriano que colgaba del techo, era todo lo que Ellen entendía como una amena y a la vez elegante recepción.

     Como era de esperarse, la cocina era el verdadero punto fuerte. Refaccionada a la medida de la nueva huésped, su lugar de trabajo e inspiración no escatimaba en lujo y confort. Desde mesadas del más fino mármol y superficies de tilo macizo para el amasado, hasta cocina de seis hornallas, horno industrial, refrigerador de doble puerta y la más delicada combinación entre sobriedad y presencia que aportan la caoba y el cerezo en las alacenas; todo absolutamente todo lo que una chef de su calibre ameritaba.

     Era sin lugar a dudas su lugar en el mundo.

     Todavía en la planta baja, una para nada despreciable biblioteca y una suerte de estudio/oficina parecían los ambientes adecuados para quien no solo se limita a deslumbrar con sus delicias recién horneadas, sino que necesita tener firmes las riendas del imperio que había erigido a través de su imagen. Sí, Ellen Bierhoff era toda una celebridad y necesitaba, por tanto, un espacio formal donde recibir a todos aquellos interesados en hacer negocios con ella.

     Cuatro dormitorios bien iluminados y espaciosos, dos de los cuales contaban con baño propio y los más finos armarios empotrados a la pared, cerraban las habitaciones internas dejando para el final un fondo con una enorme piscina, de momento vacía, coronado por un quincho rústico y moderno que se presentaba como el sitio ideal para recibir visitas los fines de semana, organizar comidas populosas y tener la excusa perfecta para encender la tentadora y siempre bien ponderada parrilla.

     —La verdad, cuando elegiste este sitio pensé que estabas loca y aunque sigo pensando que debiste comprar una mansión acorde a la envergadura de tu figura, debo admitir que luego de las refacciones no pudo haber quedado mejor —dijo Esteban mientras caminaba de la mano junto a su prometida, recorriendo todos y cada uno de los rincones de la propiedad.

     —Eso es porque nunca confías en mí.

     —¿Qué dices? No hago otra cosa más que confiar en ti.

     —Entonces….

     —De acuerdo —suspiró—, estás soltándome indirectas desde la semana pasada, solo dime lo que quieres.

     —Ya lo sabes.

     —Es que no creo que sea una buena idea.

     —¡Será una gran oportunidad! —vociferó soltándose de su mano—. Esos especiales aún tienen un elevado rating y muchas de mis más leales fans quieren verme cocinando en vivo alguna de las recetas de mi último libro.

     —Sinceramente no creo que la Navidad sea buena publicidad para ti —se excusó—, ya sabes, una vez que te prestas a ese circo luego te encasillan y no queremos que te vean como una repostera navideña, sino como la artista versátil que eres.

     —A mí no me parece que la Navidad sea un circo, de hecho…

     —Me refería a esos especiales empalagosos que no te harán ningún favor —interrumpió—. ¡Vamos Ellen! Ya hablamos de esto, eres una estrella y no puedes rebajarte a complacer los caprichos de los mortales. Ya no perteneces a ese mundo.

     —No veo que mal puede hacerle a mi carrera devolverle a la gente un poco del cariño que me brinda desde hace años —se quejó—. Si hoy tengo un nombre y puedo disfrutar de comodidades como ésta —enfatizó abriendo sus brazos de par en par, en clara alusión a su nueva casa—, es gracias a esas personas que me siguen con lealtad.

     —Y a mí tenacidad para cerrar buenos contratos, no lo olvides —sonrió.

     —Sabes que soy la mujer más feliz del mundo —dijo apoyando los codos sobre la mesada de la cocina mientras Esteban llenaba dos copas de vino—, pero no quiero vivir aislada, alejada de todos como si fuera un bicho raro.

     —No estás alejada de todos —replicó mientras brindaba a su salud—, solo cambió tu círculo de amistades. Ya no eres esa muchacha que cautivaba a todos con esos muffins celestiales o derretía las tristezas más profundas con bocados únicos de avellana y chocolate blanco…

     —¿Ah, no?

     —Eres Ellen Bierhoff, la emperatriz de la repostería mundial, dueña de los secretos mejor guardados de la alta pastelería y la mujer más solicitada por las principales marcas para ser su modelo exclusiva.

     —Y me encanta eso, pero no quiero sentirme atrapada, una esclava de mis contratos; quiero crear, divertirme, jugar…

     —Claro que sí, eso es lo que te hace tan especial y nunca te pediría que renuncies a esa parte de ti.

     —¿Entonces tendré más libertad de acción de ahora en adelante? —preguntó con su mejor cara de pollito mojado.

     —Deberé hablar con nuestros patrocinadores, pero supongo que podemos negociarlo.



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En el texto hay: pasion, aventura

Editado: 05.11.2020

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