Una jefa dominante.

Capítulo 6.

 

Joel.

 

 

Han pasado ya varios días y esta mujer sigue atormentándome con sus amenazas discretas.

Sara Evans se está volviendo para mí un peligro inminente todo el tiempo. No deja de repetirme una y otra vez que dependo de ella para seguir trabajando, y por lo que me he enterado en estos días, ella no solo es la encargada, es la dueña absoluta de todo este imperio. Se por eso que es muy capaz de hacer todo lo que dice cuando intento apenas decirle que no. Tengo mucho miedo de que Alba, mi novia, se entere de lo que estoy haciendo, y aunque es muy poco probable que lo haga, el remordimiento no se aleja de mi mente en ningún momento.

A Sara no parece importarle en lo absoluto que yo este lamentándome por engañar a alba, a ella lo único que le importa es que yo siga siendo su juguete, digámosle sexual. No puedo negar que estar con ella no es para nada desagradable, de hecho resulta bastante placentero, pero no me gusta cómo está llevando todo esto a un nivel más allá de lo tolerable.

No solo hace que la relación con mi novia se vea amenazada, sino que también los funcionarios cada día parecen soportarme menos, a causa de sus preferencias hacia mí. Esa mujer puede disimular cualquier cosa, menos el favoritismo que me tiene. Ha llegado al punto en el que todo lo que diga para ella está bien, aunque muchos sepan que no es así. Tengo muchos estudios que me ayudan a la hora de defender mi puesto, pero no tengo la experiencia necesaria en esta empresa para conocer del todo sus necesidades y falencias, o mucho menos lo suficiente como para que al menos pudieran respetarme. Cada vez más, les agrado menos, y eso no me conviene en lo absoluto.

Pero si tan solo pronunciara la palabra “no”, ella estaría dispuesta a mover sus influencias para destrozarme en cuestión de segundos.

Cierro la notebook y me recuesto en mi escritorio para descansar un momento antes de continuar con el trabajo. Hoy no tengo clases en la universidad, por lo que decidí quedarme aquí y adelantar todo el trabajo lo máximo posible, para luego poder ir a casa y hacer la tarea en paz.

Claro, siempre y cuando a mi querida jefa no se le ocurra querer verme esta noche.

Agarro mi celular y busco el número de Alba para llamarla. Últimamente la lleno de excusas para no vernos y siento que está empezando a sospechar, así que mientras más me comunique con ella y deje de mentirle, todo regresara a la calma.

Si es que eso aún es posible.

—Hola cariño— la saludo, cuando contesta la llamada.

—Hola cielo, ¿Cómo has estado?—pregunta alegremente, con esa voz tan dulce que la caracteriza.

—Muy bien, extrañándote mucho.

—Yo también—suspira—. ¿Cuándo vendrás a visitarme?

—Esta noche iré a verte—aseguro.

—Que emoción. Te veré esta noche entonces.

—Así es—sonrío, observando mis dedos.

—Vale, te amo.

—Yo a ti.

Cuelga la llamada y dejo el celular nuevamente sobre el escritorio. No puedo hablar mucho con ella, porque así como yo, es una persona que no se rinde ante nada y trabaja duro para poder pagar sus estudios de arquitectura. En verdad es una chica buena, y siento que me saqué la lotería con ella.

Cuando alzo la vista hacia la puerta, veo a la señorita Sara parada en el umbral, con una cara de pocos amigos.

—Pensé que nos veríamos esta noche—se queja.

—También yo—miento—, pero no puedo seguir dándole excusas a mi novia. Hace tiempo no nos vemos y no quiero que empiece a sospechar.

—Bien—responde, resignada—. Pero mañana ya estarás disponible para mí.

—Como usted quiera.

Sonríe y se acerca lentamente hacia mí, moviendo con elegancia y soltura sus caderas, haciendo que resulte tan grato verla caminar. Se apoya de espaldas al escritorio y empuja mi silla levemente con su pie, para que quede frente a ella y pueda observarla mejor. Esta vez trae puesto un pantalón de vestir negro y una camisa azul; el cabello lo tiene recogido en una coleta alta y se ve muy juvenil, aunque se ve así vestida de cualquier forma.

—Tengo una buena noticia para ti.—dice, apoyando sus manos sobre el escritorio.

—¿Cuál?—inquiero, curioso.

—Compré un apartamento y lo puse a tu nombre.

Me quedo un momento en silencio, asimilando sus palabras. Bueno, esto es realmente llegar al extremo.

—¿Por qué hizo eso?—me enderezo en la silla.

—Porque estoy harta de tener que vernos en el hotel.—se encoge de hombros—. Prefiero que tengamos un lugar donde podamos vernos tranquilamente.

—¿Pero por qué puso el apartamento a mi nombre?

—Porque el apartamento donde vives se ve bastante descuidado e insalubre. Prefiero que vivas en el apartamento que compré. Además—añade—para mi será más fácil ubicarte cuando te necesite. Podre simplemente ir al apartamento, sin necesidad de llamarte con antelación.

—Pero no puedo dejar mi apartamento de la noche a la mañana—me levanto de la silla y me acerco al ventanal para observar la ciudad un momento. El transito ha disminuido bastante, teniendo en cuenta que ya son las 5 p.m., y por lo general a esta hora los automovilistas transitan por las calles como si fueran perseguidos por el diablo.




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