—Es un anillo con una piedra grande y brillante.
Fox lo mira con una mueca que conozco bien, la de alguien que acaba de oler algo desagradable.
—Charlotte mencionó que es su anillo soñado, como el de cualquier otra mujer.
Él rueda los ojos y se pone de pie, el roce de la silla contra el piso de madera del bar se siente como una interrupción en el aire.
—No de todas. Lexy odiaría un anillo así, y estoy seguro de que sus amigas también, aunque no puedo estar del todo seguro.
—No te agrada mi novia, y eso es porque no la conoces bien, igual que nuestros padres.
Fox suspira, como si yo fuera un problema que debe resolver.
—Lo intenté, en serio. Esta vez, sin embargo, opino igual que mamá. No digo que no te quiera, solo que me parece más interesada en lo que puedes ofrecerle que en lo que eres como persona.
Guardo el anillo en el bolsillo de mi chaqueta. Siento el frío del metal a través de la tela, un recordatorio del peso de mis dudas. Paso la mano por mi cabello.
—No creo que sea materialista. Su familia era pobre y no tuvo las mismas oportunidades que nosotros. No me molesta darle algunos gustos si eso la hace feliz.
—Está bien. Es tu decisión. Si lo has pensado bien y estás seguro, tienes mi apoyo.
—¿Y qué piensa Lexy de mi novia?
La mueca en su rostro se profundiza. No dice una palabra, mas sus ojos me lo dicen todo. Fox y Lexy estuvieron hace un mes en Londres. Un encuentro breve, pero suficiente.
—¿Quieres la verdad?
—Supongo que piensa lo mismo que mamá y tú.
Se encoge de hombros.
—No fue muy específica. Solo dijo que no la sintió auténtica y que no entendía qué le veías, considerando que podrías estar con alguien mejor. No hizo referencia a que esa "alguien mejor" tuviera dinero.
No me sorprende. La mirada de Lexy siempre ha sido un libro abierto, y fue evidente que Charlotte no le agradó. Recuerdo la incomodidad de ese almuerzo: cuando Lexy preguntó por la familia de Charlotte, ella respondió con una sonrisa forzada y cambió de tema. Luego, cuando Lexy se ofreció a llevarla a una galería de arte el sábado siguiente, Charlotte fingió revisar su agenda, aunque yo sabía que no tenía nada. Era como si no quisiera compartir tiempo con ella a solas.
Lo que me incomoda es que Lexy me agrada. Es sensata y rara vez juzga a los demás sin motivo. Quizás la opinión de mamá la haya influenciado, ya que Lexy es como la hija que siempre quiso, y están muy unidas. Mamá recurre más a ella que a nosotros.
A Fox eso no le molesta. Agradece que mamá centre su atención en Lexy y en su nieto.
No decimos nada más sobre Charlotte. Cambia de tema con rapidez.
—Por cierto, Viper te manda saludos.
Sé que no es cierto. Ella y yo no nos tratamos. Se ofendió por un comentario que hice hace tiempo, y desde entonces me ignora o me habla con sarcasmo.
—Envíale mis saludos también —respondo con neutralidad.
Fox ríe.
—Aún no entiendo qué pasó entre ustedes.
—Le dije la verdad en lugar de adularla. No le gustó. Puedo, sin embargo, compartir espacio con ella sin problemas.
Firmé la cuenta y me levanté.
—Lo sé. Es divertido igual. Lexy dice que nunca vio a un hombre sacarla tanto de quicio, y yo no recuerdo que nadie te sacara de tus casillas como ella, salvo mamá, claro.
Me río. No puedo decir lo contrario.
No quiero entrar en el tema de Viper. Admito que me pareció atractiva cuando la conocí, y aún no entiendo cómo logra sacarme de quicio, siendo yo una persona tranquila y controlada. Es como si tuviera un doctorado en provocación con mención honorífica en fastidiarme. Me niego a reconocer que su cercanía provoca algo extraño en mí, algo que no quiero analizar ni profundizar porque, sinceramente, no tengo tiempo para crisis existenciales.
Viper es una de las amigas de mi cuñada, e ignorarla después de saludarla con cortesía —por pura diplomacia— es lo que hice las tres veces que nos encontramos por cuestiones familiares.
Mi mente debe estar en mi novia.
—Misterios de la vida —doy por terminada la conversación y me levanto—. No te quiero echar, pero tengo que revisar unas cosas del trabajo antes de tu despedida. Prometí al menos fingir que soy responsable.
—No diré más, ya que viniste hasta aquí por mí —caminamos hacia la salida del bar del hotel—. Sería genial que aceptaras la oferta del amigo de papá. Ser socio en su firma te permitiría quedarte. Nos gustaría tenerte en el país.
Sonrío.
—No descarto la posibilidad. Tengo cosas que considerar en Londres.
—Seguro a Charlotte le encantará. Será la excusa perfecta para dejarlo todo y vivir de ti —me lanza una sonrisa burlona. Lo fulmino con la mirada—. Ya no digo nada. Nos vemos en la noche para mi despedida de soltero.
Se marcha y yo regreso a mi habitación. Ayer pasé el día con ellos, hoy trabajé a distancia y mañana descansaré.
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Editado: 12.08.2025