Una loca sorpresa

Capítulo 2: Viper

Amo mi trabajo. Sobre todo cuando gano un caso y aplasto a algún idiota machista que se cree intocable solo por ser hombre. Aunque hay días, como hoy, en los que lo detesto más que a los lunes, las filas del banco y el café instantáneo juntos.

Hoy tuve que trabajar con un abogado inflado por su ego, sus apellidos y su título de Oxford. Según él, hasta su perro ejerce derecho. Y claro, se llevó todo el crédito por mi investigación. Ahora lo felicitan como si hubiera resuelto el caso mientras hacía malabares. Yo, mientras tanto, desaparezco como si fuera una pasante invisible.

No es por el ego, no me interesa la gloria. Me interesa lo justo. El tipo apenas lleva un año en el bufete y ya camina como si heredara el bufete cada vez que respira. No sé si compró el título o simplemente nunca aprendió a trabajar en equipo, pero todo el maldito caso lo hice yo.

Trabajo aquí desde que me gradué de Derecho en la Universidad de Columbia Británica. Con honores, por cierto. Sin apellidos importantes, sin padrinos, con beca y sin cenas familiares con jueces. Todo a pulso. Elegí esta firma porque es de las mejores de Vancouver, con una buena reputación y sueldo. Eso no significa que sea un parque de diversiones.

Estoy cansada de aceptar casos que no me interesan, solo porque soy la única que puede ganarlos y por tener la esperanza de que me noten y me hagan socia. Y estoy harta de ser emparejada con hombres que se llevan las medallas mientras yo hago el trabajo sucio.

El machismo no se ha extinguido. Solo se disfraza mejor.

Mis amigas me dicen que busque otro bufete. Tengo experiencia para conseguir algo mejor. Pero cambiar de firma es empezar desde cero y estoy demasiado cerca de ser socia. Si me voy, retrocedo. Y con este caso, todos creen que el crédito es de él, el inglés sonriente que juega golf con los clientes mientras yo me dejo la espalda frente al monitor.

Thiago se acerca. Sonríe. El tipo se le acerca con la sonrisa de un gato cazando, como si no acabara de robarme un ascenso y me dice:

—¿Por qué tienes cara de velorio? ¿Estás en tus días?

Qué gracioso y creativo. Ojalá se caiga por la escalera. Con su ego, seguramente no lo notaría. Me quedo en silencio por unos segundos, lo miro a los ojos como si fuera un bicho raro.

—Estoy cansada. —Digo, haciendo una pausa. Él alza una ceja, esperando una disculpa o algo así, pero solo sigo hablando— Fue un caso complicado, lleno de investigación. Aunque dudo que lo comprendas.

Él frunce el ceño, baja la voz.

—¿Eso fue una indirecta?

¿De verdad no lo captó? Debería preguntarle si aprendió a leer entre líneas en Oxford o se lo enseñaron mientras jugaba criquet y no pudo concentrarse en ambas cosas al mismo tiempo.

—¿Por qué lo sería? —Le lanzo una sonrisa que podría marchitar plantas— Disfruta del éxito. Me voy.

Me toma del brazo. Otro error. Mi piel se eriza de la rabia.

—Te invito a cenar. Podemos celebrar.

Su tono es de esos que creen que decir “cenar” es suficiente para convencerte de pasar la noche con él. Como si tuviera descuento en el ego.

Preferiría arrancarme las pestañas con un tenedor antes que salir con él. Qué ganas de escupirle, pero mi mamá me enseñó a ser educada y a evitar que me despidan.

—Ya tengo planes.

Me suelto sin disimular el fastidio, agarro mi bolso y salgo sin despedirme. Tengo que evitar que me vean las ganas de gritar, así que mejor me alejo.

Le escribo a mis amigas. Necesito un trago, buena compañía y que nadie me hable de Oxford.

Skyler: Cuenta conmigo. Tuve un mal día.

Lexy: No puedo. Fox tiene su despedida y no tengo con quién dejar a Archer. Vengan a casa si quieren.

Adoro a Archer, mi sobrino del corazón. Sin embargo, hoy no tengo energía para bloques, pañales o canciones infantiles.

Viper: Amo a Archer, pero necesito una noche sin llantos ni biberones.

Skyler: Sin ofender, Lex, tampoco estoy para cuentos.

Lexy: Las entiendo. Salgan, nos vemos otro día.

Gracias a Dios, Lexy no es de las que se ofenden. En nuestro grupo decimos la verdad. Sin excusas ni dramas. Lexy tiene otras prioridades. Es mamá, va a casarse, y su vida gira alrededor de su familia. Y está perfecto. Pero ella también sabe que estamos acá. En ocasiones, Fox se encarga muchas veces del bebé para que ella tenga tiempo con nosotras y hacemos hasta lo imposible para estar en ese momento, pues es entendible que a veces quiera una noche para ella y estar con sus amigas.

Nos despedimos de Lexy y quedo con Skyler en vernos en nuestro bar favorito. Está cerca, así que decido caminar. Hoy no busco impresionar a nadie. Ni maquillaje extra ni ropa ajustada. Solo quiero alcohol y sarcasmo.

Llego al bar y de inmediato el ambiente me envuelve. Luces tenues, música chill de fondo y un olor a madera pulida mezclado con cocteles cítricos que no empalaga. Es un lugar elegante, sin exagerar. Nada de lámparas de araña ni mozos con guantes blancos. Todo tiene ese equilibrio entre sobriedad y estilo. Como si alguien supiera exactamente hasta dónde llegar sin pasarse de pretencioso.




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