Una loca sorpresa

Capítulo 6: Viper

—¿Cómo fue que terminaste casada con alguien que detestas? —pregunta mi ex ligue, Mike, con el ceño fruncido. Su tono suena a una mezcla de incredulidad y curiosidad—. Me dijiste que eres alérgica a las relaciones. Y me lo dijiste incluso con unas copas de más.

Dogan permanece inmóvil a mi lado, sin decir nada. Siento la tensión de su cuerpo, una rigidez que me incomoda. Podría haberse quedado en el auto, pero decidió bajar. No sé por qué, y tampoco pregunté.

—Si te digo que no lo sé, ¿me crees? —enarco una ceja—. Da igual. ¿Puedes ayudarnos a anular el matrimonio? Sí o no. No des vueltas.

—Me rompe el corazón que te casaras con otro…

Ruedo los ojos, una reacción tan automática que ni siquiera tengo que pensarla.

—No empieces con el drama. Estás saliendo con alguien, enfócate en ella. Solo ayúdame como un buen amigo. Antes de llegar a algo más, fuimos amigos.

Él suspira y niega con la cabeza. Puedo ver el cansancio en su gesto.

—Puedo hablar con mi amigo, pero no hay garantías. Estaba de licencia y no sé si volvió al trabajo. Aunque lo haya hecho, no significa que vaya a aceptar.

—¿Puedes intentarlo?

Asiente y mira la hora.

—Claro. Dame hasta mañana.

—Gracias, Mike.

—No puedo creer que terminaras así.

—Ni yo.

—Te aviso… si es que no me bloqueaste.

—No lo hice. Solo bloqueo a los tóxicos o pesados. A ti solo te ignoré un poco.

Se despide, echando una mirada a Dogan.

—Estamos en contacto.

—Podría haber sido peor —murmuro mientras camino hacia mi auto.

Dogan me sigue en silencio. El sonido de sus pasos es lo único que se escucha entre nosotros. Desde que nuestro jefe supo de la boda, ha estado callado. La noticia le llegó por el idiota de Thiago, porque aparentemente yo mencioné algo sobre casarnos la noche que nos cruzamos. Dogan teme que la información llegue al padre de Thiago y que su novia se entere antes de tiempo. Yo lo creo poco probable y siempre se puede negar todo. Al menos yo puedo hacerlo.

Cuando me siento en el asiento del conductor, el cuero frío me hace un escalofrío. Decido conducir a casa de Lexy y Fox.

—¿Cuál es tu historia con ese abogado? —pregunta de repente.

—¿Por qué la pregunta? No es asunto tuyo.

Él sonríe.

—Aquí debería decir: soy tu esposo, pero no lo haré.

—Me alegro, yo tampoco. Eres como un error de una noche que estoy solucionando.

Ríe, y el sonido se siente genuino por primera vez en toda la tarde.

—Buena forma de decirlo.

—Mike y yo nos enfrentamos en tribunales. Terminó el juicio, fuimos a tomar algo, terminamos en la cama… y seguimos sin compromiso hasta que él quiso más y yo no. Punto final.

No sé por qué le conté eso. Tal vez para aligerar un poco las cosas entre nosotras porque él está más tenso que una cuerda de guitarra.

Su teléfono suena. Él frunce el ceño, intenta ignorarlo, pero suspira y responde. La voz de ella se cuela clara: “¿Con quién estás?”. Responde con monosílabos, pero su tono se eleva: “Estás muy esquivo y no puedo evitar pensar que conociste a alguien”.

Finjo no escuchar, aunque por dentro me cuesta no reírme. Él finaliza la llamada cuando estaciono frente a la casa de Lexy y Fox.

—No digas nada. —me pide.

—Deberías aconsejarle un psicólogo o tal vez deberías hablar con sus ex —me atrevo a opinar.

Él me lanza una mirada que podría asustar a un testigo, pero a mí solo me da risa. La ignoro, me quito el cinturón y bajo del auto. Dogan me alcanza justo cuando Fox abre la puerta y nos dice que Lexy aún no ha llegado. Su estudio sigue en su antiguo departamento, más cómodo para ella.

Dogan toma asiento en el sofá y pide una aspirina a Fox. Yo rescato al pequeño Archer del corralito. Ya camina, aunque de forma insegura. Lo levanto y nos sentamos a jugar, sin importar arrugar mi traje.

—Cada día que te veo estás enorme, pequeño Archer —le hago cosquillas—. Sí, eso te encanta.

—Te sigue más a ti que a Skyler. —señala Fox.

—Sky lo besuquea demasiado y a tu hijo no le gusta. Como los gatos: cariño solo cuando quieren.

—Puede ser… —se pone en modo pensativo—. Ahora te traigo las aspirinas y algo de beber.

Fox nos deja solos.

Lo recuesto en la alfombra; gatea hasta su caja de juguetes y agarra dos autos de carrera, sus favoritos. Me río al pensar que, con un padre corredor y una madre amante de las carreras, seguirá sus pasos.

Dogan lo toma en brazos y juega con él, chocando autos y riendo. Es la primera vez que los veo interactuar así. Me sorprende su paciencia. Algún día será un buen padre, aunque la madre de sus hijos sea otra.

Archer pide bajar; Dogan lo ayuda a ponerse de pie. Yo me levanto al mismo tiempo y seguimos al pequeño, evitando que agarre algo peligroso. Pierdo el equilibrio por un juguete, pero él me sostiene antes de que caiga.




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