Una loca sorpresa

Capítulo 9: Dogan

Se acerca el sábado, el divorcio no está a la vista y yo sigo sin saber qué haré. Cada día que pasa me repito que tengo que tomar una decisión y al final termino postergándolo, como si mágicamente todo se fuera a solucionar solo. Sé que Viper puede fingir que nunca pasó nada y actuar como si apenas nos conociéramos; ella tiene esa habilidad fría para cerrar capítulos y seguir adelante. Yo no. Charlotte merece la verdad, aunque no tengo idea de cómo darle semejante noticia. Tampoco es algo que pueda soltarle por teléfono: «Hola, amor, ¿sabías que me casé con otra mujer en una noche de locura? No lo recuerdo».

Solo pensar en la conversación me da dolor de cabeza. Y lo peor es que sigo sin entender por qué terminé acostándome y casándome con Viper, cuando siempre dije que ella no era mi tipo. Esa contradicción no me deja en paz. Fox intentó aconsejarme, pero no aportó nada nuevo, solo comentarios que me hicieron enredarme más.

Termino de redactar un correo para mi asistente, lo envío y me quedo un momento mirando la pantalla apagada, como si ahí fueran a aparecer las respuestas. No aparecen. Tomo un sorbo del café, ya frío. La cafetería huele a pan tostado y a café recién hecho, pero mi taza parece de otro día.

La camarera se acerca sin que yo lo pida y me rellena la taza.

—¿Se te ofrece algo? —pregunta con amabilidad automática.

—Una fórmula mágica que me ayude a poner en orden mis emociones —respondo, medio en broma. Le sonrío, pero no es una sonrisa real—. A veces me gustaría ser de esos hombres a los que no les importan los sentimientos de las mujeres y se van como si nada.

Ella se ríe bajito.

—Si eres soltero, puedo darte mi número. Últimamente conozco a varios así.

La observo unos segundos, sin interés.

—No es el momento. No cuando estoy lidiando con una esposa sorpresa y una novia que mi familia no acepta y que todos consideran tóxica.

Ella frunce los labios y hace una mueca rara.

—Suena complicado, sí. Y no quiero meterme ahí.

—No te culpo.

—Avísame si necesitas algo más. —me guiña un ojo antes de alejarse.

Me quedo un rato mirando la taza humeante, pensando en Charlotte. No digo que sea tóxica, no quiero ponerle esa etiqueta, pero sí reconozco que hay cosas que me molestan, como su necesidad de atención constante, el control de saber siempre dónde estoy, los mensajes cada hora para confirmar que sigo en el mismo sitio. Nunca le di motivos para desconfiar. Bueno, hasta ahora. Si supiera de esta boda improvisada, la historia sería otra.

Y tampoco quiero pintarla como un monstruo, porque Charlotte también tiene gestos que me conquistan. Recuerdo una vez en que estaba atascado en un caso imposible y no había salido de la oficina en todo el día. De pronto apareció con dos bandejas de comida y un termo de café. Ese tipo de detalles me hicieron sentir que alguien pensaba en mí incluso cuando yo estaba enterrado hasta el cuello en papeles y audiencias.

Lo que me sorprende es que mamá no haya enviado a nadie a investigar. Eso sí es raro. Tal vez porque Charlotte vive en otro país y la distancia le da cierta tranquilidad. O tal vez porque aún conserva la esperanza de que yo cambie de opinión.

Entre café y pensamientos me doy cuenta de que no estoy listo para casarme. Y quizás lo de Viper fue una forma del destino —o de mi inconsciente— de obligarme a verlo. No hablo de terminar con Charlotte, sino de evitar el siguiente paso. Vivir juntos ya me pesa, y casarnos sería un error aún mayor.

Cierro la laptop al mismo tiempo que veo a Viper entrar. Me llama la atención lo rápido que me he acostumbrado a verla. He pasado más tiempo con ella en esta semana que en el último año. Desde que aceptamos una tregua, descubrí que hasta puedo disfrutar su compañía… en pequeñas dosis, claro. Cuando no está sacando filo a cada frase con su sarcasmo.

Lexy me dijo que Viper solo se pone a la defensiva cuando se siente herida o pisan su orgullo. Según ella, lo que le dije el día que nos conocimos fue lo bastante fuerte para que aún lo recuerde. Yo ni me acuerdo. Y me cuesta, porque suelo medir mucho mis palabras. Sin embargo, con Viper es distinto. Ella despierta un lado mío más irritable, impulsivo.

Y sí, no voy a mentirme, algunos recuerdos de la noche que pasamos juntos vuelven de golpe. Imágenes confusas, sensaciones que no termino de entender… ni quiero. No puedo permitirme sentirme atraído por mi esposa sorpresa.

Viper suspira y se deja caer en la silla frente a mí. Llama a la camarera y pide un sándwich de pavo, pastel de chocolate y café negro.

—Tienes hambre. —comento.

—No almorcé, estuve en tribunales todo el día. Nuevo caso de divorcio complicado. Ella quiere sacarle hasta el último centavo al marido. Él no quiere que ella saque nada. Y ninguno quiere a los hijos, salvo como trofeo.

—¿A quién defiendes?

—A ella. Creí que le importaban los niños, pero descubrí que no. Así que renuncié.

—¿Solo así?

—Aunque pienses que los casos que no son homicidios no son un desafío, cada uno tiene lo suyo. Y yo priorizo mis principios. No defiendo abusadores, ni asesinos, ni padres ególatras. Hacerlo es ser cómplice—la camarera deja su pedido y Viper agradece con una sonrisa breve.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.