El tono de Madison en el teléfono es como un cuchillo, cortante y cargado de esa energía ansiosa que los clientes más problemáticos transmiten sin esfuerzo.
—No, Madison. No presentes la contrademanda todavía. Hay que esperar a la reunión de la próxima semana. Primero él debe admitirlo o nosotros probar que hubo fraude, luego puedes contrademandar por daños y perjuicios a tu imagen.
La tensión en mis hombros, un viejo conocido en casos difíciles como este, me obliga a respirar hondo. El llanto distante de Archer llega hasta mí y, sin darme cuenta, me encuentro ajustando la correa de mi reloj, buscando un ancla en medio del estrés.
—Esto es largo y ni siquiera me puedo divorciar —dice ella con voz cargada de frustración.
—Te lo advertí. Ganaremos porque tenemos pruebas. Relaja la mente. Haz yoga —murmuro, más para mí que para ella, dejando escapar un suspiro.
Finalizo la llamada y bajo la mirada. Las manos pequeñas de Archer se apoyan en mis piernas, y un instante después, él me ofrece su autito. Lo tomo, y mientras jugamos, siento cómo sus risas me obligan a soltar la rigidez en mis hombros, a dejar atrás la tensión legal, aunque solo sea por un rato.
Pasar tiempo con mi sobrino despierta en mí un deseo inesperado, deseo de ser padre, aunque ahora esté lejos de eso. Ni siquiera puedo definir mis relaciones actuales. Lo dejo en mis brazos mientras balbucea algo que solo él y sus padres entienden. Me sorprendo riendo ante sus intentos de hablar.
—¿Te escapaste de tus padres? —pregunto, inclinándome un poco hacia él, con una sonrisa que se me escapa sin querer.
—Mama… —responde entre risas.
El niño tira su autito y me pide bajar, y obedeciendo, lo dejo en el piso. Agarra su auto otra vez y me toma de la mano, arrastrándome hacia la sala. Sé que quiere ir con sus juguetes; su madre está ocupada y su padre… no tengo idea de qué hace.
—¿Dónde está tu papá, Archer? —pregunto, arqueando una ceja mientras me incorporo un poco.
El pequeño frunce el ceño de la misma forma que lo hace Fox. Mira alrededor y suelta mi mano.
—No ta. —responde y sale corriendo hacia la sala.
Fox está de pie, hablando por teléfono. Archer corre hacia él, y Fox cuelga, lo levanta y lo gira en sus brazos.
—¿Te fue a molestar? —pregunta.
—Mi sobrino nunca molesta —replico, con una sonrisa tranquila.
—Le dije que fuera a buscar a su madre.
—Se encontró conmigo en el camino.
Me siento en la alfombra y comienzo a jugar con Archer. Su entusiasmo es contagioso; la atención es todo lo que necesita, y yo lo disfruto, aunque siento un peso que no puedo explicar.
—¿Ya me vas a decir qué te sucede? —pregunta Fox, apoyándose contra el marco de la puerta— Desde ayer estás algo gruñón. Pensé que las cosas con Viper estaban bien.
—Estamos en tregua —respondo, evitando mirar a Fox a los ojos.
No puedo decirle que me atrae Viper. Ni siquiera quiero admitirlo en voz alta. Me molesta que ella salga con su ligue casual y no entiendo por qué; no debería importarme.
—No pude contactar a Ismael, el único amigo de esa noche que me queda por hablar. Está en rehabilitación y no puede recibir llamadas ni visitas.
—Genial. Solo falta que nos haya puesto algo en la bebida. Si bien Viper estaba segura de no haber bebido tanto y no estaba en la mesa con nosotros —suspiro y paso la mano por la nuca— Da igual. Ya acordamos que no importa cómo llegamos a eso.
El timbre suena. Fox se dirige a abrir mientras yo agarro a Archer antes de que lo siga. No planeaba quedarme en su casa, pero la idea de pasar tiempo solo con mis pensamientos en el hotel me parecía insoportable. Aquí puedo distraerme con mi sobrino un rato.
La casa es amplia, cálida y organizada. Me gusta que puedo usar el despacho y Archer aún no abre las puertas solo. Lexy y Fox cocinan, y eso es un plus. Mi madre ha estado tan ocupada con la boda que apenas me presta atención, y no ha dicho nada sobre Charlotte.
—Dogan, te buscan —dice Fox, con tensión en la voz.
Me quedo congelado. Frente a mí, Charlotte aparece con una maleta y una sonrisa amplia. No puede ser…
—Charlotte —articulo con incredulidad.
Ella corre a abrazarme. Su perfume dulce, un poco empalagoso, me envuelve. Respondo al abrazo con la distancia justa. Su beso me llega frío y distante.
—Te sorprendí —dice, sonriendo mientras me suelta lentamente.
—Sí que lo hiciste —respondo, acomodando los hombros, intentando ordenar mis emociones.
Fox observa, divertido.
—Espero no molestar —dice Charlotte, ajustando la correa de la maleta.
—No, te esperábamos mañana —responde Fox.
Archer grita buscando atención, y Charlotte lo mira con una sonrisa que no alcanza a cubrir su interés real. Ella nunca se ha mostrado amante de los niños y la última vez Archer le vomitó encima.
—Hola, Arthur. Seguramente no te acuerdas de mí —dice con tono amable y tenso.
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Editado: 04.09.2025