Una Luna Creciente

CAPÍTULO 17

Caminaba a paso lento hacia mi habitación, Entrar para agarrar las pocas cosas que pensaba llevar para el viaje. Nada parecía realmente importante, salvo los recuerdos que me ataban a ese lugar. Todo estaba demasiado silencioso, y dentro de mí, una tormenta latente. Agachada sobre la cama, metía algunas cosas en una pequeña mochila cuando de pronto:

Toc toc.
Dos golpes suaves sacudieron la puerta.

—Pase —dije sin mucho ánimo, sin siquiera voltear a mirar.

Pero entonces, esa voz… esa voz me detuvo el corazón por un segundo.

—¿Es en serio que ni me verás la cara?

Giré bruscamente.
—¡¿Mateo?!

Mis pies se movieron solos. Corrí hacia él y me lancé a sus brazos como si el mundo se estuviera derrumbando y él fuera la única cosa firme que quedaba.

Él me sostuvo con fuerza, dejando salir una risa suave y cálida, como esas que siempre me hacían sentir que todo iba a estar bien.

—Sí, vine para ayudarte… y me contaron lo que pasó —dijo mientras me acariciaba la espalda con ternura.

No dije nada. Solo lo abracé más fuerte, sintiendo cómo el nudo en mi garganta amenazaba con soltarse en cualquier segundo. No quería llorar. No ahora. No frente a él.

Entonces me susurró al oído, en ese tono tan suyo:

—Tranquila, ¿sí? No quiero que mi mejor amiga se ponga a llorar… o se pone fea.

Solté una risa ahogada, medio rota por la emoción, y me separé apenas lo suficiente para mirarlo a los ojos.

—Eres un idiota —le dije entre risas, secándome una lágrima que ya se había escapado.

—Y tú eres un desastre, pero me alegra estar aquí para ayudarte —respondió con una sonrisa de esas que sanan.

—Gracias, Mateo. En serio. No sabes cuánto te necesitaba ahora.

Él no respondió de inmediato. Solo me tomó del hombro y dijo, esta vez más serio:

—No voy a dejarte sola en esto. No importa lo que venga, voy contigo.

Le regalé una sonrisa sincera y nos quedamos hablando casi todo el día. Era como si el tiempo no existiera entre nosotros dos, como si ese reencuentro fuera justo lo que necesitaba para respirar con calma. Más tarde, les presenté a Miguel. Por lo que noté, a los demás les pareció un poco fastidioso —lo es, a veces— pero Azul supo cómo manejarlo, como si entendiera el idioma de su carácter rebelde.

Mateo, por otro lado, lo observaba con cierta incomodidad. Él es algo celoso cuando se trata de nosotras dos, sobre todo cuando un chico nuevo aparece en escena, aunque nunca lo admite en voz alta. Su mirada lo delataba, como si no confiara del todo en Miguel.

Miguel, por su parte, envió unas cartas a sus madres. Les contaba que estaba bien y que estaría algo ocupado por un tiempo. En sus palabras se notaba que ellas estaban orgullosas de él, aunque sospecho que no les dijo que yo estaba con él… probablemente por evitar preguntas.

La noche cayó, suave y silenciosa, envolviendo la casa en una calma tranquila. Nos fuimos a dormir, cada uno con sus pensamientos, sabiendo que al día siguiente comenzaría una nueva etapa para todos.

Al día siguiente me levanté temprano me bañe, Me vestí con lo necesario, agarré mi mochila y salí directo hacia la entrada de la mansión… aunque en realidad parecía un castillo salido de un cuento antiguo, con sus puertas altas, las torres que se perdían en el cielo y ese aire frío que rozaba las paredes de piedra.

Mateo salió primero. Le saludé con una sonrisa mientras me ajustaba la mochila. Justo detrás de él apareció Azul, como si viniera arrastrando el sueño en cada paso. Pero al verla, Mateo no pudo evitar llevarse una mano a la cara, aguantando la risa.

—¿¡De qué te ríes, Mateo!? —preguntó Azul, frunciendo el ceño como si quisiera fulminarlo con la mirada.

—Nada, Azul… —respondió él, conteniendo la carcajada—. Solo que te conozco desde siempre, pero… —y ahí explotó en risa.

Yo no pude evitar reír también. Azul puso las manos en la cintura, indignada.

—Lo que Mateo quiere decir, mi querida Azul —intervine entre risas—, es que… un vestido no es lo más práctico para este viaje

Azul bajó la mirada hacia su vestido, un poco confundida.

—Pero… yo siempre he usado vestidos.

Sin decir más, saqué unas tijeras de mi bolso.

—Déjame hacer magia, ¿te parece?

Antes de que pudiera responder, ya estaba de rodillas frente a ella. Tomé el dobladillo del vestido y comencé a cortar con rapidez, concentrada como si fuera una misión delicada. Después, saqué hilo y aguja (porque sí, yo cargo con todo eso), y en un par de minutos transformé su vestido en algo completamente nuevo.

—¡Yaaa, uff! —suspiré, pasando el brazo por mi frente.

—No puede ser… —murmuró Azul, sorprendida—. ¡Esto es muy cómodo! —dijo mientras tocaba el nuevo atuendo que le hice, más corto, flexible, y perfecto para correr, trepar o escapar si era necesario.

—Con razón te gusta andar así —añadió, mirando mis pantalones y mi chaqueta con una sonrisa más sincera que cualquier otra que había dado esa mañana.

—¡Ya estoy aquí! —exclamó Miguel con energía, apareciendo por el sendero con su típico paso confiado.

Mateo, que hasta entonces había estado sonriendo, perdió de inmediato su expresión alegre. Su rostro se volvió serio, casi molesto, y sin siquiera saludar, dijo con voz seca:

—Perfecto. Vamos.

Se dio la vuelta y comenzó a caminar sin esperar a nadie más. Su actitud dejó en el aire una tensión que todos sintieron.

Miguel se quedó parado un segundo, mirando a las chicas con una ceja alzada.

—Sabía que le caigo mal —murmuró con una sonrisa resignada.

Azul se limitó a encogerse de hombros mientras caminaba tras Mateo, ya mordiendo un pequeño pastelillo que había sacado de su bolso.

—Tú sabes cómo son los Alfas —comentó entre bocado y bocado, como si no fuera nada nuevo para ella.

Miguel giró su mirada hacia mí, haciendo un gesto dramático con las manos mientras decía en tono juguetón:



#1701 en Fantasía
#877 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: omegaverse, alfas, omega

Editado: 29.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.