Una Luna Creciente

CAPÍTULO 23

Caminamos por unas horas. El suelo bajo nuestros pies era verdoso, tan limpio y suave que parecía estar cubierto por una alfombra natural. A cada paso, el ambiente se volvía más claro, más mágico… más irreal.

—Wow... —susurré mirando desde la cima de una colina.

Frente a nosotros se extendía un paisaje que parecía sacado de un sueño: varias ciudades flotaban en el aire, suspendidas como islas mágicas, mientras otras reposaban en el suelo, brillando con estructuras cristalinas y torres que tocaban las nubes. A su alrededor, burbujas gigantes flotaban sin estallar, reflejando colores del arcoíris. Un río serpenteaba entre el cielo y la tierra, elevándose como si desafiara la gravedad, y el agua fluía en espiral hacia lo alto, en silencio.

—¡Chicos… esto es de lo más raro, mágico y hermoso que he visto en mi vida! —exclamó Kil, con los ojos brillando.

De repente, algo pasó volando sobre nuestras cabezas, tan rápido que nos agachamos instintivamente. El viento nos revolvió el cabello. Al mirar al cielo, vimos dos figuras danzando entre las nubes.

—¡Vamos, Manuel! ¡Atrápame si puedes! —gritó una chica en el aire, riendo con fuerza. Tenía alas largas, parecidas a las de un dragón, y una apariencia extraña pero fascinante. A su lado, un chico alado la seguía, volando con gran velocidad.

—¡Este lugar es genial! —dijo Mateo, sonriendo como un niño emocionado.

Todos asentimos. Encantados, comenzamos a bajar la colina, caminando hacia aquel mundo suspendido. A medida que nos acercábamos, notamos que las personas del lugar nos observaban con curiosidad. Algunos nos miraban con desconfianza. Otros simplemente parecían sorprendidos.

Ya cerca del primer puente flotante, una figura descendió justo frente a nosotros. Un chico… parado sobre una nube que flotaba como si fuera su plataforma personal. Su cabello plateado caía sobre sus hombros, y su ropa brillaba como si estuviera hecha de neblina.

—Hola —dijo con voz suave, pero firme—. Parecen no ser de por aquí... ¿me dirán cómo entraron?

Sonrió.

Pero su sonrisa era distinta. Sus dientes tenían colmillos. Y aunque parecía amable, había algo aterrador en su mirada.

—Bueno…Es una larga historia —dije nerviosa, alzando un poco los hombros—. Buscamos a su líder… o tal vez… ¿al rey?

El chico de la nube ladeó la cabeza y, con una sonrisa torcida, respondió:

—Digamos que... él no podrá hablar con ustedes. Son criaturas repugnantes.

El aire se volvió tenso en un segundo. Mateo frunció el ceño y, sin pensarlo dos veces, mostró sus colmillos con furia contenida.

—¿¡Cómo nos dijiste, imbécil!? —rugió, dando un paso al frente, dispuesto a enfrentarlo.

Me puse frente a él de inmediato, bloqueándolo con el brazo.

—¡Mateo, Mateo! Cálmate, ¿sí? Yo hablo con él. —Le sostuve la mirada, tratando de mantenerlo tranquilo.

Mateo no apartó sus ojos del chico, su mandíbula tensa y el corazón latiéndole como un tambor. Pero finalmente, me miró… y asintió con la cabeza, aunque no soltó el enojo.

—Pero si vuelve a decir algo así... te juro que no me contengo —gruñó, con voz baja.

Le sonreí con suavidad, agradecida, y asentí. Luego me volví hacia el chico, respirando profundo para no perder la compostura.

—Por favor… llévanos con tu líder.

Él nos observó unos segundos, en silencio. Su expresión era confusa. Parecía sorprendido de que no le temiéramos… o de que Mateo hubiera sido capaz de mostrar sus colmillos. Finalmente, bajó lentamente sobre la nube flotante y estiró una mano en dirección al puente de burbujas.

—Síganme —dijo con una voz más neutra, aunque aún con un tono arrogante—. No prometo que les guste lo que van a encontrar.

El grupo se miró por un instante… y luego, sin decir una palabra, comenzamos a avanzar.

Azul se acercó a Mateo, que aún tenía el ceño fruncido, y le susurró algo al oído mientras ponía suavemente su mano sobre el brazo de él. El viento a su alrededor pareció calmarse también, como si obedeciera a su emoción. Miguel, por su parte, sacó su cuaderno de notas y empezó a escribir lo que veía con rapidez, apuntando detalles del lugar, las criaturas, e incluso cómo flotaba el puente por el que habían cruzado.

Yo iba alerta, mirando cada rincón, cada movimiento, intentando comprender este lugar tan raro. Pero de pronto, sentí algo cálido rozarme los labios.

—¿Q-qué...? —no alcancé a reaccionar cuando una voz chillona gritó:

—¡¡¡BIENVENIDOS!!!

Mi instinto fue más rápido que mi cerebro. Le di una cachetada tan fuerte al sujeto que terminó tirado en el suelo. Me llevé ambas manos a la boca, horrorizada.

—¡L-lo siento! ¡Es que...! —corrí a intentar ayudarlo a levantarse, avergonzada.

Él alzó una mano para frenarme y sonrió de lado, con una mejilla ya roja.

—Tranquila... estoy bien... —respiró hondo con drama fingido—. Hace tiempo que no me pegaban en la cara desde la reina Samantha.

Me quedé helada.

El silencio duró medio segundo antes de que unas risas estallaran detrás de mí. Me giré rápido y ahí estaban: Miguel aguantándose la carcajada, Azul tapándose la boca sin éxito, y Mateo directamente doblado de risa.

—¡¡No se rían de mí!! —grité, completamente colorada.

Pero eso solo los hizo reír más.

—Tranquila, tranquila… —dijo el chico, ya incorporándose. Ahora que lo veía bien, tenía orejas largas y suaves como las de un conejo, y unas alas translúcidas que flotaban a su alrededor como si fueran hechas de cristal—. Es que pensé que eran visitas del Rey, pero... parece que son algo mucho más interesante.

Se acercó y me acarició la mejilla, con una sonrisa traviesa y encantadora.

—Son seres diferentes. Y eso me gusta.

Yo solo lo miré, tiesa, sin saber si lanzarle otra cachetada o correr de ahí.

—Das, déjala quieta. —dijo una voz femenina con una serenidad que hizo que todo el ambiente cambiara.

Una mujer apareció entre la niebla luminosa, caminando con gracia, como si el suelo flotara bajo sus pies. Llevaba un vestido blanco, largo, con bordes de plata que parecían brillar con su propio resplandor. Su cabello era claro, su rostro suave pero con fuerza en la mirada. Aunque se veía humana… había algo en ella que no lo era.



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En el texto hay: omegaverse, alfas, omega

Editado: 29.08.2025

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