Una Luna Creciente

CAPÍTULO 24

No sabía qué hacer. La voz de Saria aún resonaba en mi cabeza, hablando de un destino que no había pedido, de una carga que no entendía del todo. Sentí que el aire se me hacía pesado y que el espejo frente a mí reflejaba algo más que mi rostro… reflejaba un peso que no quería aceptar.

Di un paso hacia atrás, rompiendo el contacto visual.
—Disculpa… pero no puedo hacerlo —murmuré, con la voz quebrada.

Saria me observó en silencio, como si supiera que cualquier palabra podría hacerme estallar.

Me giré hacia los chicos, tratando de recuperar la compostura.
—Chicos… mejor descansemos —dije, intentando sonar tranquila, aunque la presión en el pecho me delataba.

No di más de tres pasos cuando sentí que todo se me nublaba. Las voces a mi alrededor se volvían lejanas, como si estuvieran bajo el agua.
—¿Kil, estás bien? —escuché a Azul, pero no pude responder.

Un zumbido retumbó en mis oídos. Sentí cómo las piernas me fallaban y, antes de poder reaccionar, la oscuridad me envolvió.

Un rato después…

Desperté en una habitación desconocida, acostada sobre una cama suave pero extraña, con un leve olor a madera y hierbas. Parpadeé varias veces hasta que distinguí una figura sentada junto a mí. Era Miguel, con un libro abierto en las manos.

—¿Miguel? —mi voz sonó más débil de lo que esperaba.
Él levantó la vista y sonrió.
—¡Despertaste! —cerró el libro y se inclinó hacia mí.

—¿Qué me pasó? —pregunté, con la garganta seca.
—Digamos que… te sobrecargaste. Tuviste un ataque de estrés. Y, para ser sincero, creo que tu lobo interior no soportó la presión —dijo, intentando sonar casual, pero su mirada revelaba preocupación.

Asentí en silencio, intentando procesar. Entonces fruncí la nariz.
—Te puedes apartar… hueles raro.
Miguel parpadeó, confundido, y se olió a sí mismo.
—En serio, Kil… yo no huelo feo.
—¡Claro que sí! —me tapé la nariz con la manta.

En ese momento, la puerta se abrió y entró Azul.
—¡Kil, por fin despertaste! —dijo, acercándose rápidamente.
—Azul… ¿no hueles algo raro? —pregunté, señalando a Miguel con la barbilla.
Ella lo miró, se inclinó para olerlo y negó con la cabeza.
—En… no.

Miguel se alejó con aire ofendido.
—Atrevidas… —murmuró, dándonos la espalda.

Azul y yo no pudimos evitar reírnos bajito. Luego, ella me apartó suavemente la manta con la que me cubría la cara.
—Creo que tu lobo no está muy bien. Esa sensibilidad al olor no es normal… Kil, estás agotada.

—Creo que me voy a enfermar… —suspiré—. ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —pregunté, jugueteando con un mechón de su largo cabello.
—Unas cinco horas.

—Ya veo… —miré el techo por unos segundos, tratando de ordenar mis pensamientos.

Azul se acostó a mi lado, tomándome la mano con firmeza.
—Kil, mírame —su voz era suave pero firme—. Si quieres hablar con alguien, cuenta conmigo. Sé que todo esto, y lo de tu madre, te está destrozando por dentro. No sabes qué camino tomar… pero no estás sola. Eres la descendiente de la Luna, y no importa cuán oscuro sea el camino, lo vamos a resolver.

Su sinceridad me atravesó como un rayo. La miré y, me permití sentir un poco de alivio.
—Grande, Azul… gracias.

Azul seguía hablando mientras yo me acomodaba mejor en la cama, intentando no pensar demasiado en lo que había pasado.
—…y cuando te desplomaste, Mateo casi se transforma allí mismo. Saria estaba tan pálida que pensé que iba a llorar —dijo con una media sonrisa, aunque sus ojos recordaban la preocupación.

Me contó cómo, mientras yo estaba inconsciente, había aprovechado para recorrer un poco la zona. Describió criaturas tan extrañas que parecía que salían de un sueño: hombres con alas translúcidas, mujeres con piel como cristal, y ríos que flotaban en el aire. También habló de un pequeño museo, y cómo, en una de sus salas, había retratos de mi madre.

Al escuchar eso, mi respiración se volvió un poco más pesada. Sentí un nudo en la garganta y desvié la mirada hacia la pared.
—Azul… ¿crees que mi mamá… me quería? —pregunté casi en un susurro, con miedo a escuchar la respuesta.

Ella guardó silencio unos segundos. Luego, se sentó bien frente a mí y tomó mis manos.
—Kil… tu madre no solo te quería. Te amaba de una forma tan grande que ni siquiera este mundo podía contenerlo. ¿Sabes por qué hay fotos suyas en ese museo? No es porque fuera reina, ni porque fuera poderosa. Es porque cada cosa que hizo, cada decisión que tomó… llevaba tu nombre escondido en algún rincón. —Sus ojos empezaron a brillar—. Puede que no la hayas tenido cerca como querías, puede que haya cosas que nunca entiendas… pero no dudes ni por un segundo que eras su mayor tesoro. Incluso ahora, en cada paso que das, en cada batalla que enfrentas… ella sigue caminando contigo.

Sentí que algo dentro de mí se rompía y, al mismo tiempo, se reparaba un poco. Las lágrimas empezaron a caer sin que pudiera detenerlas. Azul no dijo nada más; solo me abrazó, fuerte, como si quisiera sostenerme por las dos.

—Si alguna vez dudas de su amor… mírate, Kil —susurró contra mi hombro—. Eres la prueba más hermosa de lo que ella dejó en este mundo.

—¿Cómo sabes esas cosas? —pregunté bajito, con las lágrimas todavía resbalando por mis mejillas.

Azul me apretó la mano con fuerza, como si quisiera transmitirme todo lo que sentía.
—Porque mi madre me enseñaba y me mostraba las cosas que hizo la tuya… —su voz se quebró un poco—. Y te lo juro, Kil… todos sabían que era una gran mujer. De esas que no solo cambian su mundo, sino también el de quienes la rodean. Mi mamá siempre decía que tu madre tenía una luz tan fuerte que hasta la oscuridad más profunda se apartaba para dejarla pasar.

Por otra parte

Aldara terminó de relatar todo con la voz desgarrada, casi sin aliento, como si cada palabra fuera un esfuerzo que le arrancaba un pedazo de alma. Alejandro no apartó la mirada ni una sola vez; su ceño fruncido mostraba rabia, pero sus ojos… sus ojos guardaban algo más: un dolor silencioso, como si lo que escuchaba lo hiriera tanto como a ella.



#2094 en Fantasía
#1001 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: omegaverse, alfas, omega

Editado: 29.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.