Una Luna para cada Lobo

Capítulo 1

   El día inició de una manera poco acostumbrada para los demás, pero no para ella. De cierta manera ya era normal en su vida, desde que Sandra Diamont de 27 años (tenía el cabello castaño y ojos marrones) fue diagnóstica de una enfermedad llamada lupus eritematoso sistémico cuando tenía tan sólo 14 años de edad, algo que le cambió la vida por completo.

 

  Está enfermedad hace que los propios anticuerpos (que se supone debe defendernos) ataquen a nuestro organismo como si fuera algo desconocido, dañando órganos, hueso y piel, causando una gran variedad de síntomas.

 Una enfermedad delicada, pero que se puede controlar con medicamentos, no exponerse mucho al sol, no realizar mucho esfuerzo físico y llevar una vida saludable y relajada.

 

   Sandra abrió los ojos y todo le daba vueltas, como si su cabeza fuera a explotar, el dolor de cabeza era intenso y a eso se le sumaba el agotamiento de no haber dormido nada. Eso se debía a que ayer fue un día de trabajo muy pesado. Trabajaba de secretaria para unos abogados y algunos días eran sumamente estresantes. 

 

  Se quedó acostada pensativa, esperando a que su cuerpo respondiera y le diera la energía que necesitaba para levantarse.

 

 Su celular sonó en ese momento, por el tono sabía que era un mensaje. Estiró el brazo para tomarlo en la mesita de noche en donde se encontraba para no tener que levantarse.

 

—Buenos días mi niña, ¿cómo amaneces hoy?

 

   Era su madre, le escribía para saber cómo seguía de salud. Ella se había opuesto a que se mudara sola en un lugar un poco lejos, pero era su decisión, quería lograr algo por ella misma sin depender siempre de los demás. Era un riesgo que debía tomar para lograr sus objetivos. 

  Así que empezar de cero en un lugar nuevo le parecía fascinante. Una meta que quería lograr por sí misma, ser independiente y terminar sus estudios de veterinaria.

 

  Marcó el número de su madre.

—Sandra hija –era la voz de su madre Carolina- ¿Cómo estás? ¿Te sientes bien? ¿Tienes dolores?

—Me encuentro bien, sólo algo mareada y cansada, pero eso es normal. 

—¿Te estas tomando tus medicamentos a la hora? Si te sientes demasiado mal ve al médico rápido.

—Soy muy puntual con mis medicamentos. No te preocupes, no me siento tan mal. Solo necesito descansar -responde Sandra. Su madre era una mujer que se preocupaba demasiado por todo.

—De acuerdo.

—Y tú ¿Cómo estás?

—Muy bien, he estado acomodando el jardín, me ha quedado todo muy hermoso. Luego te mando las fotos –en su voz se notaba la emoción.

 

  Hablaron por un rato sobre sus planes, la familia, entre otras cosas. Colgó y se levantó por fin para hacer el desayuno. La llamada a su mamá le había animado un poco, se sentía más activa. 

 

   Era su día de descanso, no tenía tareas pendientes ni planes e iba a descansar todo el día para sentirse mejor, mañana le tocaba trabajar. 

 

  Ya eran las 11 am le tocaba su medicamento, no le gustaba tenerla que tomar, le hinchaba la cara. Todavía recordaba cuando tenía la dosis alta, su cara parecía una pelota, se veía tan horrible, pero los esteroides era una de las pastillas que le ayudaba a controlar su enfermedad, así que había que tomarla aunque no quisiera, era por su salud y eso era lo más importante. 

 

  Luego se acostó en el cómodo sofá y decidió meterse en sus redes sociales un rato, para ver qué pasaba en el mundo. Tenía mensajes de algunos de sus amigos preguntándole como estaba y como le ha ido hasta entonces y tenía un mensaje de voz de su mejor amigo Julián que se había ido hace 6 años fuera del país con su empresa. 

 

  Cuando ella fue diagnosticada con su enfermedad, él estuvo allí para apoyarla y cuidarla, desde entonces se volvieron amigos inseparables. Ella lo extrañaba mucho, pero le hace feliz lo lejos que ha llegado él en su trabajo.

 

 

                                             ***


  Julián Contreras de 27 años. Su cabello era negro y sus ojos verdes. Se había despertado ese día muy temprano para ir a trabajar. Agarró su celular y como todos los días le dejó su mensaje de voz de buenos días a Sandra.

 

—Buenos días loquita. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Te estas tomando tus medicamentos? Yo voy directo al trabajo. No seas floja y despiertate temprano, aunque sea tu día libre. Hablamos luego.

 

   Han pasado 6 años desde que se mudó a otro estado muy lejos de donde vivía antes, pero nunca perdería contacto con su loquita, eso es lo que se prometieron. Ella era su mejor amiga y confidente, a quién podía contarle todo y lo escucharía, apoyaría y animaría.

 

 Durante esos años ha ascendido en su trabajo ganando éxitos y mucho dinero, pero extrañaba su hogar y a sus divertidos y locos amigos, Nicolás, Gustavo, Johana, Enmanuel, Margret y Óscar, y sobretodo extrañaba a Sandra.




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