Una Luna para cada Lobo

Capítulo 7

    Al día siguiente fueron de compras. Visitaron varias tiendas buscando adornos navideños. Estaban muy emocionados.
  En una gran tienda Sandra caminaba, pero ya sus piernas no daban para más. Sus pasos se ralentizaban, su corazón se aceleraba, su respiración se cortaba, tuvo que detenerse y descansar. Desde que apareció su enfermedad su resistencia disminuyó considerablemente y se agotaba con más rapidez que antes.
—Esperen un rato -dice Sandra sin aliento.
—Lo siento Sandra. Se me olvidaba que te cansas más rápido -responde Johana devolviéndose.
—Descansemos un rato -dice Óscar.
  Lion y Margret se acercan con unos adornos en las manos.
—¿Qué les parece? Se vería genial para la ventana -dice Lion con unos adornos donde colgaban unas estrellas doradas. 
—¿Te sientes bien Sandra? -pregunta Margret preocupada al verla agotada.
—Sólo algo cansada. Ustedes sigan buscando.
—Yo me quedaré acompañándola. Vayan a buscar con lo que disfrazarán mi casa -dice Julián.
—Decorar, no disfrazar -responde Lion.
  Todos se dispersaron menos Julián y Sandra que se quedaron sentados.
—Están muy animados con la navidad -dice Julián al ver a sus amigos por la tienda.
—Es la primera vez que lo pasamos aquí.
—Espero que no exageren con la decoración.
  Julián estaba consciente de sus sentimientos que hasta ahora no comprendía, pero tener la valentía de declararse a Sandra se le hacía imposible. Esas palabras no salían de su boca al estar con ella. Se aterraba en pensar que ella lo rechazara y se alejara de él.
  Después de unos minutos Julián le escribe a todos para reunirse en un lugar de la tienda. Todos llegaron, algunos con carritos de compra.
—¿Qué es eso? -pregunta Magnu observando un adorno del carrito de compras de Magret.
—Un duende bailarín.
—No me gusta. Regresalo -dice Julián.
—Pero si se ve divertido.
—Yo voto porque se vaya -comenta Gus levantando la mano izquierda.
—Está bien -se resigna Margret. A ninguno le gustó el duende bailarín, sólo a ella.
  Escogieron entre todos los adornos que comprarían y los llevaron a la caja para pagarlo.
—Falta el arbolito de navidad -dice Magnu observando los que estaban cerca mientras la cajera recibía las cosas.
—Escogan uno rápido que ya estoy por pagar -les ordena Julián sacando su tarjeta.
  Observaron y escogieron un arbolito artificial muy grande y frondoso.
—¿No consiguieron uno más grande? -preguntó Julián con sarcasmo al ver el enorme árbol, que no se le podía llamar "arbolito"
—Tu casa es grande -responde Johana quien fue la que tomó la decisión del árbol.
  Metieron las cosas en el auto y al "arbolito" lo amarraron arriba con algo de esfuerzo. Llegaron a la casa, sacaron las compras y comenzaron a decorar.
  Julián se quedó viendo a Sandra como sonreía decidiendo con los  demás donde pondrían las decoraciones.
—Te veo algo despistado -le dice Lion a Julián.
—No es nada.
—Últimamente has estado algo raro -comenta Margret mirándolo con intriga.
—Dejen el chisme. Voy a traer bebidas -dice Julián y se va a la cocina.
—Esto es sospechoso. Algo oculta -dice Lion en voz alta.
—Si no lo quiere decir es por algo -responde Gus.
—Y nosotros debemos descubrirlos -comenta Margret.
—¿Julián no puede tener sus secretos personales? -pregunta Magnu.
—No -responde Lion.
—Con nosotros no -contesta Margret.
—De pana, ustedes son bien chismosos -dice Óscar. 
—Nos ofendes.
—Ustedes deben sentirse ofendidos ustedes mismos -contesta Sandra. 
—Buscánse una vida y no se metan el de los demás -dice Magnu regañándolos.
—Tenemos suficiente tiempo para nuestra vida -responde Margret con firmeza.
—Y también para meternos en la vida de los demás -contesta Lion con orgullo.
—Margret, Gustavo y Nicolás no molesten a Julián. Se los advierto -les informa Sandra con seriedad. Sabía lo molestos y chismosos que podían llegar a ser esos tres.
  Ella continúan con las decoraciones y ellos tres se quedan conversando.
—Sólo me llama por mi nombre cuando está enojada -dice Lion algo asustado.
—No les haremos caso ¿verdad? -pregunta Gus.
—Yo no me pienso quedar con las dudas.
—Tenemos que saber que oculta Julián -dice Margret.

***
  Ya habían terminado de decorar el interior así que salieron al jardín a decorar el exterior. Colocaron muñecos de nieve y santa claus. Luces y guirnaldas en la puerta del patio. 
—Ustedes exageran mucho con la decoración -se queja Julián. Su casa estaba demasiada navideña y brillante.
—Tiene que verse navideño. Tardaste mucho en decorar -contesta Johana a quien le encantaba esas fiestas.
—Desde que vivo aquí nunca he decorado.
—Poco espíritu navideño -dice Margret.
—Lo pasaba con ustedes por allá. No era necesario decorar aquí.
—Pero esta vez celebraremos aquí. Debemos decorar bien -responde Óscar.
—¡Que fluya el espíritu navideño! -dice Lion levantando un muñeco de nieve que tenía en las manos.
  Magnu vio la hora de su celular. Se sentó en un silla del patio y decidió hablar con su hija, la extrañaba. Marcó el número de su ex.
—Hola Enmanuel, debes querer hablar con Gabriela. Ella ha estado preguntando mucho por ti -responde ella. Ya no solían hablar de otra cosa, sólo de su hija.
—Yo también la extraño.
  Después de un rato de silencio se escuchó la voz de una niña pequeña. 
—¡Papi!
—Hola mi chiquita ¿cómo te estás portando?
—Yo bien, pero mamá dice que no -responde la niña.
—Debes hacerle caso a mamá.
—Yo me porto bien. Mamá se enojó conmigo porque dije que una señora le quedaba feo el color de pelo. Y la señora me vio muy feo, papi.
—No debes decir esa clase de cosas en voz alta.
—Pero no es mentira, papi. Parecía una bruja -dice Gabriela con honestidad e inocencia- Y te hice un dibujo, papi. Te lo mostraré cuando vengas.
—Me muero por verlo. 
—¡Papi! No te mueras como mi abuelito -Gabriela se puso triste. Hace 4 meses su abuelo por parte de mamá había muerto de un infarto.
—Es sólo una forma de decir. Quiero decir que estoy ansioso de ver tu hermoso dibujo, princesa. Y sabes que tu abuelito está en el cielo observando y sabe cuando te portas mal -le dice Magnu con cariño. Esa niña era la luz de sus ojos.
  Ya oscurecia y el color rojizo del ocaso se reflejaba en el cielo. El sol se ocultaba lentamente. Se detuvieron a admirar la belleza de ese paisaje.
  Sandra comenzó a sentirse más agotada, sudada y con una pesadez en la cabeza. Se sentó rápidamente y sentía que todo le daba vueltas. Tenía la sensación de que se iba a desmayar.
—Sandra ¿estás bien?  -preguntó Magnu al verla y todos voltearon. 
  Se acercaron preocupados.
—Ya estoy un poco mejor -responde ella respirando con dificultad.
—Deberías descansar. Estuvimos todo el día ocupados y no has descansado lo suficiente -dice Gus.
—Yo te llevaré -dice Julián.
  Julián la cargó y la llevó a su habitación. Sandra estaba incómoda, pero no sentía fuerzas para caminar por ella misma. Él la dejó sobre la cama.
—Gracias Julián.
—No tienes que agradecerme. Me quedaré a cuidarte.
—No es necesario, sólo descansaré -responde Sandra.
—Soy tu enfermero. Me iré cuando te duermas.
  Sandra sonrió. Julián era terco y no se iría. Ella se sentía bien en tener a alguien que la cuidara y se preocupara tanto.
—¿Y cómo estás pasando estás navidades? -le pregunta ella.
—Muy bien. Me alegro que estén aquí y sobre todo que tú estés aquí. Te necesitaba.
  Sandra se sonrojó y bajó la mirada. Cuando Julián decía esas cosas ella no sabía como actuar, aunque sus palabras la hacían muy feliz.
—Somos amigos desde hace tanto tiempo -dice Sandra pensativa. Ellos dos habían pasado por muchas cosas juntos, tanto buenas como malas, pero siempre se apoyaron entre sí. 
—Soy tu amigo, compañero,  consejero,  enfermero y mucho más -dice Julián con alegría y en voz baja- Y desearía que fuéramos algo más. 
—¿Desearías qué? No escuché bien lo que dijiste al final.
  Julián no pensaba decirle la verdad —Desearía que esa enfermedad desapareciera.
—No tiene cura. Me acompañará toda mi vida. No me a quedado más que acostumbrarme.
—Alguien tan buena como tú no merece pasar por eso.
—Las enfermedades no miran quien es la persona. Cualquiera puede padecer alguna enfermedad -contesta Sandra con honestidad.
—Pero tú has sufrido tanto por su culpa.
—Eso ya es el pasado. Estoy mejor ahora y mi cabello volvió a crecer.
—Te deprimiste mucho cuando comenzó a caer -dice Julián recordando esos momentos en los que la tristeza se reflejaba en el hermoso rostro de Sandra.
—Tenía el lupus activo, mi cabello se caía a mechones, los esteroides hinchaban mucho mi rostro, las erupciones rojizas en mi piel, las manchas oscuras, el dolor en el pecho que a veces no me dejaba ni respirar, mis articulaciones estaban inflamadas que no podía ni doblarla, el dolor en todo el cuerpo era horrible y el cansancio me hacia dormir todo el día. Me veía horrible -dice ella tapándose la cara con las manos.
  Sandra recordó cuando se le realizaron muchos estudios para hacerle el diagnóstico de su enfermedad. Lo último para comprobarlo fue una biopsia renal, un aparato con una gran aguja gruesa que llega hasta el riñón tomando una muestra.  Lo tuvieron que realizar dos veces ya que la doctora no tomó bien la muestra la primera vez. En ese momento Sandra odiaba a la doctora con todas sus fuerzas. 
  Luego tuvo una hemorragia y los coágulos de sangre quedaron el vejiga. Los lavados no funcionaron así que la llevaron al quirófano. Lo último que recuerda Sandra es que la anestesiaron y después despertarse en la cama del hospital con la garganta seca. Se le realizaron transfusiones de sangre porque su hemoglobina bajó a causa de la hemorragia. 
  Duró 4 días allí. Cuando le dieron de alta sentía molestias en la espalda. Esa fue la primera vez que la hospitalizaron. A los días le entregaron el resultado, tenía lupus eritematoso sistémico.
  Al principio le fue difícil. Adaptarse a una enfermedad no es fácil, pero con el tiempo aprendió a vivir con el lupus.
—Tú jamás te has visto horrible, eso sería imposible -dice Julián con ternura.
—Gracias. Espero nunca volver a estar en ese estado.
  A ella su enfermedad le trajo muchas cosas malas, pero también le enseñó lo fuerte que era internamente.
—Ni yo. Tenía miedo de que tu salud se agravara más -comenta Julián con preocupación.
—Fueron años difíciles para mí, pero te agradezco de siempre estar apoyándome -dice Sandra con dulzura. 
—No te iba a dejar sola cuando más me necesitabas y después de tantas cosas que te impedían seguir con tus estudios, mírate ahora. Una mujer sana, independiente, con trabajo y pronto graduada de veterinaria.
—Mucho esfuerzo y cuidando mi salud de todas las maneras posibles, pero pude lograrlo. Mi enfermedad no me impedirá cumplir mis metas.
—Me encanta cuando hablas así. Eres toda una guerrera -dice Julián, él realmente la admiraba. A pesar de todo ella nunca se rindió.
—Aunque tengo ciertas limitaciones por mi enfermedad.
—Esas limitaciones no son nada, vampirita.
—Mi enemigo es el sol. Cuidado si te muerdo -contesta Sandra en broma.
—Todo depende si esas mordidas son con cariño.




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