Una Luna para cada Lobo

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                                             ***


—Volví -escribió Sandra que se había acostado cómodamente el sofá con su celular.

 

   Julián la llamó. Le encantaba escuchar su voz.

 

—¿Te comiste toda la nevera? Tardaste 3 horas en desayunar.

—Después de desayunar estuve haciendo otras cosas.

—Estaba chateando hace rato con Lion -comenta Julián.

—Sólo faltan unas semanas para su cumpleaños y no los recuerda todo el tiempo.

—Yo tengo que dejar todo listo en mi trabajo para poder tomarme mis vacaciones. Ahora tengo que terminar un informe. Hablamos más tarde.

—Está bien. Cuídate y no te estreses -le dice Sandra.



     Cuando terminó la llamada dejo el celular sobre su pecho.

  Se encontraba aburrida y observó a su alrededor. Su pequeño apartamento era simple, sin vida, no había tenido tiempo de decorarlo. 

  Hace solo dos meses que se había mudado y había estado ocupada adaptándose, estudiando y trabajando.

 

  En eso se acercó su perrita llamada Cristal. Era un yorkshire terriers, unos perros pequeños con los pelos largos de color marrón y negro y blanco en el lomo.

 

—¿Qué pasa, mi niña?

 

   Cristal salta y da vueltas como si estuviera bailando, era una costumbre suya. 

 

—¿Quieres pasear? pero estoy tan cansada -Cristal la veía suplicando. Sandra no podía resistirse a ella- Sólo un rato.

 

  Ella se quita la pijama. Como no pensaba salir en todo el día se había quedado con la pijama puesta.

 

  Se vistió con uno short corto negro y una franela roja. Se echó bloqueador solar ya que el sol le hacía daño y puede activar el lupus. Aunque era una molestia tener que aplicarselo cada vez que tiene que salir, pero era por su salud y tenía que hacerlo.

 

  Ella todavía recuerda cuando una doctora le dijo "el sol es tu enemigo" 《Como si fuera una vampira》 pensó Sandra riéndose. 

 Cristal se encontraba en la puerta de su cuarto esperándola.

—No me estés apurando. Ya vamos a salir. 

 

  Ella busca la correa y se la coloca. Cristal sale muy emocionada, le encantaba pasear y van caminando hasta el parque.

 

  Después de un rato Sandra se siente agotada. Desde que apareció su enfermedad su cuerpo cambió, ya no poseía la energía de antes, se cansaba rápido y sentía como si le faltara el aire. 

  Se detenía a descansar en cualquier parte hasta que se le pasara.

 

  Cristal se le queda viendo y se acerca más a ella. Sandra se sintió mareada y con una pesadez en la cabeza, a veces le sucedía. 

 

—Regresemos Cristal. No me siento bien. Todo el trajín de ayer en el trabajo me hizo mucho daño. Es mejor que me dedique a descansar todo el día. Ya paseamos mucho por hoy.



                                     *** 


  Gustavo Beratz conocido como Gus o el gus. Un chico de 26 años, cabello y ojos negros. Se encontraba revisando su armario que estaba todo desordenado.

 

—¡Mamá! ¿Dónde está mi suéter negro con blanco? -le grita a su madre.

—Debe estar en tu armario -responde ella desde la cocina.

—No lo veo.

—Busca bien. Nunca consigues nada porque tienes ese armario hecho un desastre, al igual que tu habitación.

—Mamá, sólo te pregunté por mi suéter. No pedí un sermón -se queja Gus. Su madre lo regañaba seguido por lo mismo.

—No lo pediste, pero lo necesitas. Yo no te crié así ¿Qué pensarán las visitas?

—¿Y para qué le enseñarás mi habitación a las visitas? 

—Debería hacerlo a ver si así te da pena -advierte su madre. Se escucha el timbre y su madre va abrir.

—Gustavo, tus amigos llegaron -anuncia ella. Ya los conocía a todos y eran buenos chicos, eso le alegraba, que su hijo tuviera buenos amigos y no malas juntas como ha visto a varios vecinos jovenes.

—Voy bajando -grita desde su habitación. Encontró su suéter y sí, estaba en su armario.

—¿Ya terminaste de maquillarte, princesita? -le dice Lion al verlo.

—No pude ya que no me prestaste tu maquillaje -responde Gustavo a su broma.

—Tenemos que apurarnos que llegaremos tarde al cine -dice Enmanuel también conocido como Magnu. Un hombre de 30 años, cabello castaño oscuro, ojos marrones claros y con una hija de 2 años llamada Gabriela a la que cargaba. La niña había heredado el color de cabello y ojos de su padre.

—¡Oh! La pulguita viene con nosotros -dice Gus y le hace cosquillas en la barriga a Gabriela.




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