Una luz de colores

Capítulo 1: Jennifer

Abro las ventanas del balcón de la habitación y aspiro el aroma a aire parisino y día soleado, apenas lo hago, me arrepiento, pues lo que aspiro no es aire fresco, sino olor a un gas raro y no me extrañaría que fuera el vecino “pedorrandose” en la ventana. No es que lo conozca a fondo y sepa que hace eso, solo lo imagino, tiene cara de esos.

Regreso al interior, cierro la ventana, salgo de la habitación y bajo las escaleras para reunirme con mi mejor amiga Sophie que está con su pequeña hija Madison de dos años.

—¿Luke ya se fue a la escuela?

—Sí, Ragnar lo llevó.

—Me parece genial que tu esposo lo lleve y tú lo recojas o viceversa. Hacen un buen equipo. Pensar que al principio no me agradaba.

Mi amiga ríe.

—Ragnar es atractivo y su personalidad es un poco distante a simple vista. Hay que conocerlo y dejar que entre en confianza para descubrir lo buena persona que es.

Es el complemento perfecto de mi mejor amiga y él la ama tanto que haría lo que sea por ella.

Sirvo café y le hago caras graciosas a la pequeña Madison, ella me mira sin reír. Genial, está creciendo y mis caras tontas ya no la hacen reír como cuando era bebé, es eso o que casi no me conoce.

—Hoy saldré a buscar trabajo.

—Pensaba que te estaba yendo bien como vendedora de juguetes sexuales.

—Sí, pero no tan bien como para pagar mis propias cuentas sin endeudarme, comer y vivir en general.

Me mudé a París en un impulso del momento. Hace un mes dejé todo, cautivada por un guapo francés que me prometió la luna y las estrellas. Realmente creí que sería un buen momento para abrirle mi corazón a alguien y comenzar una relación. Él decía que la distancia complicaba un poco las cosas y decidí mudarme a París para hacerla menos complicada.

Me dije que no sería mala idea, pues estaría con el hombre que creía amar y compartiría más tiempo con mi mejor amiga y mis sobrinos del alma, en especial a la pequeña Madison que apenas la conocía. Todo genial hasta que bajé de la luna y terminé estrellada.

Las ilusiones y el amor se fueron por un caño, aunque Sophie dice que no estaba enamorada de Adrien, nada más fascinada por sus mentiras románticas, llevándome a ser ciega, sorda y tonta.

Ahora estoy quedándome en casa de Sophie, mi mejor amiga de toda la vida, buscando rumbo en mi vida.

Planeaba regresar a Londres, mas no quiero hacerlo y escuchar a mi madre diciéndome: «Te dije, hija que no confiaras en ese hombre. Un hombre que no quiere conocer a tus padres, no va en serio».

Bueno, mi madre tenía razón, pero no pienso darle la razón, al menos no por ahora. Además, renuncié a mi trabajo fijo.

Tengo que encontrar trabajo aquí, buscar departamento y rehacer mi vida. También debo descubrir que es lo que quiero hacer.

—Será un poco complicado no sabiendo hablar bien francés.

—Algo que me dejó Adrien es haberme animado a tomar clases de francés, si bien no lo hablo muy bien y hay muchas cosas que no entiendo, puedo seguir aprendiendo. ¿Qué trabajo puedo conseguir sin que importe que idioma hablo?

—¿Prostituta?

—No, no pienso meterme en eso. No quiero saber nada de acostarme con franceses. Aunque podría intentar con bailarina erótica. No necesito hablar y no es obligatorio acostarse con hombres.

—Debes saber bailar.

—Detalle mínimo.

—Para quien no tiene dos pies izquierdos.

Suspiro.

—Dices ser mi amiga.

Sophie ríe y se levanta.

—Encontrarás algo pronto y todo estará bien. Si alguien puede salir adelante, eres tú. Un consejo, no digas en una entrevista de trabajo que vendes juguetes sexuales online y tienes una página donde das consejos relacionados a eso. Si te toca un hombre machista y baboso, pensará que puede divertirse contigo considerándote una cualquiera, porque los machistas de mente cerrada piensan así y no están extintos. También te puedes encontrar con alguna mujer tradicionalista o un hombre a la que no le parezca bien.

—No te preocupes, eso lo tengo claro—hago una mueca de disgusto—. Todavía no puedo creer que haya sido tan estúpida para dejarme engañar por un individuo masculino. Tanto que lo estuve evitando…

Mi amiga apoya la mano en mi hombro.

—A todas nos pasa. No te recrimines más.

—Lo intentaré. Saldré a la calle y veré que encuentro. El periódico lo entiendo a medias.

—Aquí tienes una habitación que puedes usar sin problema, mis hijos te adoran y la oferta de ser niñera de Madison sigue en pie tanto como el trabajo que te ofreció Ragnar.  

—No voy a ser niñera de tus hijos. No tengo problemas en serlo de vez en cuando si Ragnar y tú lo necesitan o quieren salir solos, pero no les voy a cobrar, ya suficiente con que dejen que me quede con ustedes mientras pongo en orden mi existencia. Y con respecto a trabajar para Ragnar, prefiero no hacerlo. Agradezco el apoyo, pero sabes que no me gusta mezclar lo personal con lo laboral. Prefiero evitar conflictos. Lo tendré en cuenta como última instancia y si no me quieren de bailarina erótica.




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