Una luz de colores

Capítulo 7: Jennifer

Sophie: ¿Qué tal el trabajo? ¿Quieres que te pase a buscar y vamos por tragos?

Sonrío por el mensaje de mi amiga.

Jennifer: ¿Y tus hijos?

Sophie: Los dejaré con su padre y su abuelo, que se hagan cargo un rato.

Jennifer: Muy bien. Salgo en diez minutos.

Sophie: Voy para allá, amiga.

Le paso la ubicación a mi amiga y sonrío. Unos tragos con Sophie es justo lo que necesito. Si no fuera por ella, habría regresado con el orgullo herido a Londres a mendigar en mi antigua empresa para que me contraten de nuevo.

Al menos aquí tengo apoyo, puedo aprovechar esta oportunidad para expandir mi mente y habilidades. Quizás regresar a Londres como una mujer realizada y no como una loca tanga floja que está en un barco a la deriva.

Puede que me quede en París y rehaga mi vida aquí. No sería mala idea. Mi madre estaría lejos, la vería de vez en cuando. Mi mejor amiga está aquí, mis sobrinos adoptivos también y ya considero a Ragnar un amigo. No sé si él me ve como amiga, pero quiero suponer que sí.

Guardo el informe que estaba elaborando, se lo envío a Tucker a su correo para que lo revise, apago la laptop y me pongo de pie agarrando mi bolso y mi celular.

¿Debería llamar y avisar que me voy o simplemente salgo y aviso?

Él dijo que no le gusta que lo molesten cuando trabaja y no sé si está trabajando ahora o no. Llevo una hora haciendo un informe en francés que, en mi opinión, quedó muy decente, y no he hablado con él desde que lo llamé para preguntarle si quería café.

No lo he visto desde el almuerzo. Se fue por una emergencia en el nuevo restaurante, me pidió que me quedara para seguir con el trabajo y volvió un rato después.

Siempre he sabido como hablar y tratar con los hombres, pues la mayoría son penes básicos y Tucker Allan parece que es uno no básico. Es hermético y bastante serio. Le gana a Ragnar y a Tyler.

Lo que más me desconcierta es que no sabe como tratar con su hija. La tiene como a una bebé que no dice nada coherente. No la escucha y hoy estuve a punto de gritarle que lo hiciera.

Tucker me ha confesado que Matilda suele ser bastante traviesa cuando quiere. A la última asistente le puso pegamento en la silla y tuve que contenerme para no reír. En mi opinión, lo único que desea es más atención de su padre porque a pesar de trabajar dos veces a la semana en casa para estar cerca de su hija, no deja de trabajar y apenas le pone atención.

Matilda trató de llamar la atención de su padre en varias oportunidades sin mucha suerte. Me tuve que morder la lengua.

A Tucker no le gusta que le den  consejos sobre su hija y estoy en modo de prueba. Tal vez si dejo de trabajar para él o llevo un tiempo demostrando que soy buena asistente, pueda liberar mi lengua y decirle lo que pienso.

Yo no tengo hijos, pero tengo padres y me dieron mucho amor, demasiado amor por parte de mi madre. Y he sido testigo de mis amigos con sus hijos.

Por ejemplo, Ragnar siempre saca tiempo para jugar con sus hijos, en especial con Luke que en un tiempo estaba celoso de su hermanita.

Yo he sido testigo que ha reprogramado reuniones para poder estar en los juegos de fútbol de su hijo o porque le prometió llevarlo al cine. Sophie es igual.

Sacudo la cabeza dejando eso a un lado y debo recordar no meterme. Tucker sabe lo que hace. Bueno, en realidad no, pero debo fingir que sí.

Abro la puerta y salgo encontrando a mi jefe pensativo mirando la ventana. Es un hombre muy guapo y más de una mujer mataría por salir con él. Si bien sigue enamorado de su mujer muerta, no solo por el anillo, sino porque no ha salido con nadie, o eso dio a entender Matilda. Puede que sí haya salido con alguien y Matilda no la conoció.

Sigue usando el anillo que lo hace parecer casado. Si alguna mujer lo ve, tiene que ser una a la que no le importe la infidelidad o una curiosa que pregunte, las decentes siguen de largo.

Yo cuando salía a cazar hombres, para el sexo, no para comerlos como caníbal, miraba el dedo anular siempre, si veía un anillo o una marca, me iba para el lado contrario.

«Ya, Jen, deja meterte donde no te importa».

Emito una tos falsa, Tucker voltea y enarca una ceja.

—Ya son las cinco y ya me voy. Te envié el informe por correo, si hay algo que corregir, avísame.

—Claro—se pone de pie—. Te acompaño.

—No es necesario.

—Me queda de camino a ver a mi hija. Ha estado muy callada.

—¿Todo bien en el restaurante nuevo?

No suelo mantenerme de boca cerrada, me gusta hablar y siempre tengo temas para hablar, nada más que en ciertas ocasiones debo cuidar mi lengua, en especial con mi nuevo jefe guapo.

—Sí. Están remodelando, alguien fue descuidado y se cayó una tabla sobre un empleado. Por suerte no fue nada grave, aunque estará de baja un par de semanas en lo que su pie se recupera.

—¿Y eso te tiene estresado?




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