Una luz de colores

Capítulo 8: Tucker

Doy vueltas en la cama y me rindo ante la idea de dormir. Miro la hora en el reloj de la mesa de la noche. La seis de la mañana.

Mi amigo Iker dice que debo buscar ayuda profesional para poder dormir toda la noche, ya que me niego a tomar pastillas. No lo sé, no creo que nada solucione mis problemas de insomnios, llevo años conviviendo con ellos, mucho antes de conocer a mi esposa, y no se irán de la noche a la mañana.

Salgo de la cama, me quito el pantalón del pijama y me meto en la ducha. Apoyo la mano sobre la pared de mármol y mi vista viaja a mi anillo de casado.

No dejo de darle vueltas a la conversación que tuve con Jennifer Cole el día de ayer. No sé cual de todos sus comentarios me dejaron fuera de juego. Si el que no disfruto de mis restaurantes, el saber que mi asistente vende y prueba juguetes sexuales o que cree que no superé a mi esposa muerta. El último comentario no es de extrañar, Odette ya tocó el tema del anillo diciendo que es un insulto para ella que estemos saliendo y aun utilice el anillo.

La verdad, nunca me importó lo que ella dijera sobre el anillo, pues no se trata de una cuestión de superación de muerte, sino de un recuerdo, es una forma de honrar su memoria y los votos que nos hicimos el día de la boda. Se lo expliqué a Odette y le dije que si no podía comprenderlo, tal vez no deberíamos estar juntos y eso fue suficiente para que dejara de atosigarme con el tema.

No comprendo por qué me molesta que Jennifer piense que aún no supero la muerte de mi esposa. Es decir, la amaba, en ocasiones la extraño, en especial cuando mi hija está cerca, pero ya no lloro su muerte y me siento listo para rehacer mi vida con alguna mujer que valiera la pena y que aceptara mi hija.

Termino de ducharme, salgo envolviendo mi cintura con una toalla y con la otra me seco el cuerpo, regreso a mi habitación, me visto con un pantalón de vestir de color azul oscuro, camisa blanca y dejo el saco a juego con el pantalón sobre la cama mientras agarro mi celular. Tengo un mensaje de Odette.

Odette: ¿Vamos a salir el sábado? Me tienes olvidada.

Me siento en la cama y paso la mano por mi cabello. No tengo muchas ganas de salir con Odette, ya llevo semanas con esa sensación, sin embargo, sigo con ella porque es una mujer inteligente, profesional y le encantan los niños. Es hermosa, mas el físico no lo es todo, así como tampoco es obligatorio que haya amor en una relación. Ya tuve la relación romántica con mi difunta esposa, ahora lo que busco es una relación más práctica, con alguien con quien pueda compartir mi vida, y la de mi hija.

Respondo al mensaje diciendo que pasaré por ella a las siete, luego abro Google con la idea de buscar la página web de mi asistente y no hago nada por no saber el nombre.

No estoy buscando la información por interés, nada más por curiosidad. Soy un hombre tradicional, jamás he hecho nada fuera de lo normal y las mujeres con quien he estado no me lo han pedido.

Odette me pidió que la amarrara una vez y me negué por completo, nunca más volvió a insistir.

Coloco “Juguetes sexuales Jennifer Cole” y aparecen varios enlaces, hago clic en el segundo y me lleva directo a una página web que asumo que es la de Jennifer. En el título está su nombre completo y me sorprende que no pusiera un seudónimo o algo parecido.

Hay muchos juguetes sexuales, algunos no sé ni para que son y otros dan miedo. ¿Tan anticuado soy?

En el lado derecho de la página hay un menú desplegable y encuentro la sección «consejos», hago clic y veo que los usuarios o clientes hacen preguntas con respecto a los juguetes sexuales, o cosas relacionadas con el sexo, y Jennifer responde.

Hay que ser experta para responder a estas preguntas. No significa que Jennifer sea una mujer que se acuesta con cualquier hombre sin importar nada, viene de un corazón roto, y aunque lo fuera no tendría nada de malo. Las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres.

Paso rápido a las preguntas y me detengo en una particular de una persona anónima.

 

Querida Jen. Compré un moxie y otros juguetes, son espectaculares, no obstante mi novio no lo aprueba. Dice que es indigno, y me dijo que si quería seguir con él, debería abandonar los juguetes sexuales. ¿Qué hago? Lo amo, pero los juguetes me gustan y me ayudan cuando él se va de viaje.

 

Jennifer le respondió.

 

Cariño, hombres como tu novio hay muchos, y si disfrutas de moxie y de los juguetes, y él no lo entiende, pues déjalo a él y búscate un novio que comparta tus mismos gustos y te ayude a explorar más el placer, tal como deseas. Lo indigno es que él te dé un ultimátum demostrando que su orgullo herido es más importante que el amor que dice sentir por ti. Ánimo y sigue disfrutando de los placeres de la vida. Jen.

 

Dibujo una sonrisa. Debo admitir que la respuesta de Jennifer es bastante acertada. Al menos a mí no me molestaría que mi pareja utilizara juguetes sexuales si eso la hace feliz, siempre que no sea estando conmigo. A mí no me gustan, pero respeto a los que sí y no me sentiría dejado de lado por ello, salvo que prefiriera utilizar dichos juguetes en lugar de tener sexo conmigo, ahí la historia sería diferente.




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